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La Adolescencia, Lo Biopsicosocial Y Las Drogas


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  4.284 Palabras (18 Páginas)  •  291 Visitas

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La adolescencia, lo bío-psico-social y las drogas

Sergio Ferreiro

Se suele decir que los adolescentes “adolecen”. No estoy de acuerdo. Por dos razones: la primera, porque no creo que alguien adolezca más por ser adolescente: adolecer es padecer una dolencia (o sea, estar enfermo), lo cual no es una creencia: está en el diccionario. La adolescencia no es una enfermedad: es una etapa de la vida caracterizada por ciertos cambios físicos y psíquicos y adaptaciones a la realidad social. La segunda razón es puramente etimológica: si tal situación implicara adolecer, la palabra correcta sería “adoleciente” y no adolescente. Esta última deriva de dos vocablos latinos: adolescens y entis, lo cual significa “lo que está madurando”.

Vale hacer la salvedad de que no siempre saber el origen de una palabra nos aclara totalmente un concepto; sin embargo nos orienta y nos ayuda a pensar. De modo que para agotar el tema etimológico, me refiero al vocablo “adicto”, cuya falsa etimología (prefijo “a”, del griego “sin” y “dictus”, del latín “dicho”) parece venir muy bien para describir al adicto, pero al ser una palabra con dos raíces en idiomas diferentes, se delataría su origen como palabra construida ad hoc. Sin embargo, adicto viene del latín addictus, que en realidad significa “adjudicado”, y se calificaba así en la antigua Roma a quienes eran otorgados a alguien como esclavos. Que cada cual saque su conclusión...

Dije que la adolescencia es una etapa de la vida. Pero también es una construcción, y su reconocimiento y noción actual es algo reciente, no es solamente un producto de la modernidad. En las sociedades más primitivas no hay equivalentes de nuestro concepto de adolescencia; en algunas el paso de la niñez a la adultez se produce casi imperceptiblemente; en otras se acostumbra celebrar ceremonias (más o menos complejas, más o menos breves según los casos), a fin de "dejar sentado" el pase a la adultez. (Ritos iniciáticos) Algunos vestigios de esos rituales sobreviven en nuestra cultura actual, si bien han perdido mucho de su importancia original y muchas veces se prescinde de ellos. (Cumpleaños de 15, Confirmación, Bar-Mitzvah, etc.) De modo que parecería ser que a medida que las sociedades se van complejizando, aparece la necesidad de desarrollar una etapa de aprendizaje, que vaya “nivelando” la madurez biológica con la madurez intelectual y prepare al individuo para la vida adulta plena en un contexto mucho más complejo, en el cual el aprendizaje de ciertas habilidades es imprescindible para desarrollarse y adquirir la independencia económica.

Independientemente de lo que dicten las tradiciones, en las sociedades actuales muchas de estas circunstancias están establecidas por ley: quién es menor y quién no, qué derechos y obligaciones tienen, obligatoriedad de asistir a escuelas, derecho a disponer de su cuerpo, a casarse, a trabajar, etc. Todo esto puede estar influido por condiciones transitorias o semipermanentes, y modificado si éstas cambian. Por ejemplo, se producen cambios de las normas del derecho positivo en casos tales como las modificaciones en las necesidades del mercado laboral, una guerra, o simplemente el aumento de las expectativas de vida que se ha dado en función de los avances de la medicina y de las obras sanitarias. Aunque generalmente las necesidades o los cambios aparecen antes que la legislación respectiva.

En el siglo pasado, lo social se planteaba como algo dado, en tanto se presentaba como naturalizado que el estatus social estuviera en función de las posibilidades económicas del individuo. Sigue siendo así en gran medida, aunque circulan conceptos novedosos.

También se desconoce en gran medida que lo social es una construcción cultural de los individuos y que estos a su vez son influidos por ello, es decir, hay una construcción dialéctica individuo-sociedad, por lo cual no puede pensarse a ambos disociados. Es así que se observan hoy en día abundante cantidad de personas que habiendo madurado biológica y psíquicamente no cumplen con el requisito de independencia económica y social, pero también niños que no han llegado a la adolescencia y ya asumen responsabilidades económicas que serían más propias de los adultos.

Como siempre, quien detenta el poder es quien establece las normas, así que el modo en que acaba organizándose la vida de las personas gira en torno a una cierta “conveniencia social” según es vista por quienes tienen el poder de dictar dichas normas. Nos referimos en este caso al ejercicio efectivo de ese poder, entendiendo como tal la potestad de hacer lo que se desea. En el siglo XX se tendió a ver a la adolescencia como un período de “moratoria psicosocial” (Erikson), o sea, reconociendo que la madurez biológica no era suficiente para afrontar la vida adulta, y naturalizando el transcurso de la etapa adolescente como modo de “ponerse al día” psíquica y socialmente. En este punto deberíamos aclarar que la mayor parte de los conceptos aquí vertidos son constructos producidos por la cultura del Oeste de Europa y sus zonas de influencia, y de la cual formamos parte, a pesar de que a veces no nos guste o que pretendamos renegar de ello. Queda entonces suficientemente claro que la adolescencia es en todo caso y entre otras cosas, una construcción condicionada por lo social. Entre nosotros es un momento (más o menos prolongado) de pasaje, de transición, es decir, de crisis.

Pero no todas las clases sociales garantizan esas transiciones o pasajes; a veces los adolescentes se vuelven invisibles como tales, o mejor dicho son invisibilizados: la precocidad de los embarazos, la imposibilidad de concluir con los estudios, la necesidad de trabajar (o en todo caso, de subsistir) reducen la idealista “moratoria psicosocial” hasta casi hacerla desaparecer.

El modelo “adoleciente”

Al considerar a la adolescencia como etapa transicional, de abandono y pérdida a la vez que de inspiración y búsqueda, si todo esto es visto como una “anormalidad permitida” se adscribe a aquella falsa etimología que exponíamos al principio. Lo cual no es hallable en todas las culturas y a veces ni siquiera en distintos sectores sociales de la misma cultura. El discurso hegemónico reproduce un sistema de dominación, en el cual son adolescentes solo los que gozan de cierto estatus social y pueden consumir determinadas cosas, en detrimento de otros que no acceden a la mencionada “moratoria”. “El modelo cultural que impone hoy en día la sociedad, atenta contra el mismo hombre, la falta de valores y la priorización del consumismo por sobre ellos, hace que el individuo se sienta cada

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