Modelo Humanista
hellendominique28 de Octubre de 2012
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INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA HUMANISTA DE C.R. ROGERS
Además del psicoanálisis, otros enfoques de orientación humanista han abordado también el análisis de los procesos internos pero desde una óptica diferente y discrepante con los supuestos psicoanalíticos.
Estos enfoques humanistas tienen como características comunes, (1) el énfasis en los aspectos subjetivos (2) el influjo de filosofías relacionadas con la fenomenología y el existencialismo, preocupadas por aspectos como el “yo”, el “existir” o el “ser” (hasta el punto de que estas teorías son citadas con mucha frecuencia como “fenomenológicas”); (3) el rechazo de los conceptos motivacionales de la teoría psicoanalítica y conductista (y, así, el humanismo se ha presentado en ocasiones como la “tercera fuerza“) por el carácter determinista y mecanicista de ambas posiciones, así como de los supuestos de los modelos factoriales. Desde estas posiciones se entiende que la conducta es indeterminada, ya que, por uno de sus axiomas centrales, la persona es libre.
El concepto central de esta orientación es el del “self' o concepto de “sí mismo”, las ideas y percepciones propias del individuo respecto a sus experiencias personales y aspiraciones (el auto concepto, la autoimagen). El principal autor que representa esta postura es Carl Rogers (1902-1987), un autor eminentemente clínico que aborda en los años 60 una formulación teórica de la personalidad en consonancia con sus posiciones terapéuticas. Otros autores de esta orientación serían Maslow, Mav o Frankl.
De acuerdo con esta posición humanista de la fenomenología, Rogers cree que el individuo percibe el mundo que le rodea de un modo singular y único; estas percepciones constituyen su realidad o mundo privado, su campo fenoménico. En este sentido, la conducta manifiesta de la persona no responde a la realidad, responde a su propia experiencia y a su interpretación subjetiva de la realidad externa, en tanto la única realidad que cuenta para la persona es la suya propia. Por tanto, si el psicólogo quiere explicar la conducta deberá tratar de comprender los fenómenos de la experiencia subjetiva.
Esto plantea el siguiente problema: ¿es posible llegar a conocer los acontecimientos tal como aparecen ante un (otro) determinado individuo?, ¿es posible ver su conducta con el mismo significado psicológico que él?, en definitiva, si cada persona vive en su propia burbuja, en su propia realidad subjetiva, ¿es posible acceder al mundo privado de otra persona? Rogers considera que sí, que la Psicología puede aceptar este reto, utilizando los datos que le proporciona la relación terapéutica o interpersonal, donde es más plausible obtener información sobre los fenómenos privados, convirtiendo a la clínica en el laboratorio psicológico.
Así, Rogers distingue tres tipos de conocimiento que difieren fundamentalmente en el modo de verificar hipótesis: el conocimiento subjetivo (basado en hipótesis a partir de la experiencia interior, es un conocimiento falible), el conocimiento objetivo (las hipótesis se confrontan y verifican con el medio externo. Este método transforma todo lo que estudia en “objeto”, y su objetividad no es en verdad sino una “subjetividad compartida” por una comunidad amplia; así, la objetividad no es sino un caso particular de la subjetividad), y el conocimiento interpersonal o fenomenológico. Este último es el conocimiento idóneo para el psicólogo. Gracias a él tenemos acceso al mundo subjetivo de otra persona. Para validar este tipo de conocimiento, podemos seguir varios caminos: preguntar al otro por su experiencia, observar sus gestos y su modo de reaccionar, y, finalmente, y sobre todo, podemos crear un clima empático entre los dos, en donde los dos mundos se conecten y se fundan en un solo mundo (enfatizar: simpatizar, identificarse, comprender, pero no desde fuera, sino convirtiéndose en lo comprendido), permitiendo que se revele el marco de referencia interno (el campo fenomenológico) del otro (el psicólogo debe crear este ambiente de empatía en su gabinete entre él y el “cliente” -no hay “pacientes “, no hay superiores, sólo hay dos personas conociéndose). Este método es el sugerido por Rogers para hacer una ciencia psicológica significativa.
Siguiendo este proceso, Rogers parte de sus numerosas observaciones clínicas (grabaciones magnetofónicas, etc.)Procurando eliminar todos los prejuicios subjetivos y formula hipótesis capaces de ser sometidas a verificación en un intento por conjugar los fenómenos subjetivos con la investigación objetiva. De esta forma, se dedica a investigar cómo las relaciones interpersonales provocan cambios en la gente, y qué características debe tener la relación terapéutica (que, al fin y al cabo, no es más que una relación entre dos personas) para producir los cambios que interesan. Rogers fue, quizás, el primer autor que intentó estudiar de forma objetiva el tema de la eficacia terapéutica, buscando establecer conclusiones del tipo “si se dan estas características de la relación interpersonal, entonces ocurrirán cambios terapéuticos en esta dirección”.
Así, Rogers considera que su teoría es, en primer lugar, una teoría de la psicoterapia y del proceso de cambio de la conducta humana a través de las relaciones interpersonales, de la cual puede derivarse una teoría de la personalidad. Como teoría de la Personalidad, la teoría de Rogers es parcial, restringida y, al igual que ocurría con la de Freud, deriva de la práctica clínica (si bien más abundante y eficaz que la de Freud).
Rogers admite y previene que a medida que nos alejamos del foco terapéutico de la teoría la posibilidad de cometer errores va en aumento.
LA TEORÍA HUMANISTA DE C.R. ROGERS
La obra de Rogers se encuentra suficientemente representada en dos obras fundamentales, “Psicoterapia centrada en el cliente” (1952) y “El proceso de convenirse en persona” (1961).
• Postulados iníciales de la teoría rogeriana
Rogers comienza exponiendo algunas de sus convicciones básicas, de las que la más significativa es su defensa de la objetividad del individuo “cada persona vive en su mundo específico y propio, y ese mundo privado es el que interesa a la teoría, ya que es el que determina su comportamiento”.
- Todo individuo vive en un mundo continuamente cambiante de experiencias, de las cuales él es el centro. El individuo percibe sus experiencias como una realidad, y reacciona a sus percepciones. Su experiencia es su realidad. En consecuencia, la persona tiene más conciencia de su propia realidad que cualquier otro, porque nadie mejor puede conocer su marco interno de referencia (a diferencia del individuo ignorante de sí mismo que suponía Freud). Esto no implica que cada persona se conozca plenamente; pueden existir zonas ocultas o no conocidas que se revelarán en terapia, pero en ningún caso el terapeuta irá por delante del propio cliente en el conocimiento del mismo. Nadie tiene mejor acceso al campo fenomenológico que uno mismo.
- El individuo posee la tendencia inherente a actualizar y desarrollar su organismo experiencia ante, (proceso motivacional), es decir, a desarrollar todas sus capacidades de modo que le sirvan para mantenerse y expandirse. Según este postulado, Rogers acepta una única fuente de motivación en la conducta humana: la necesidad innata de auto actualización (ser, ser lo que podemos llegar a ser, ser nosotros mismos, convertir la potencia en acto). Opina que no es relevante para una teoría de la Personalidad elaborar una relación de motivaciones puntuales (sexo, agresividad, poder, dinero, etc.). El hombre sólo está movido por su tendencia a ser, que en cada persona se manifestará de forma distinta.
En la tendencia a la actualización confluyen, por un lado, la tendencia a conservar la organización, obtener alimento y satisfacer las necesidades de déficit (aire, agua, etc.), y por otro, la tendencia a crecer y expandirse, lo que incluye la diferenciación de órganos y funciones, la reproducción, la socialización y el avance desde el control externo a la autonomía. Se podría considerar que el primer aspecto guarda relación con el concepto tradicional de “reducción de la tensión” (equilibrio), mientras que la segunda parte implicaría otro tipo de motivaciones, como la búsqueda de tensión o la creatividad (desequilibrio que se resuelva posteriormente en un equilibrio más complejo y maduro).
Esta tendencia a la auto actualización es considerada como una motivación positiva que impele al organismo a progresar, y que va de lo simple a lo complejo; se inicia en la concepción y continúa en la madurez. Tiene cuatro características básicas: (1) es organísmica (natural, biológica, una predisposición innata), (2) es activa (constante, los organismos siempre están haciendo algo, siempre están ocupados en su crecimiento, aunque no lo parezca), (3) direccional o propositiva (intencional, no es aleatoria ni meramente re activa), y (4) es selectiva (no todas las potencialidades se realizan). “La meta que el individuo ha de querer lograr, el fin que, sabiéndolo o no, persigue, es el de volverse él mismo“. La evidencia que apoya esta motivación es la práctica clínica de Rogers, que le muestra que, incluso en los casos de depresión aguda, se aprecia la tendencia a continuar el desarrollo (se aprecia que “hay una persona intentando nacer').
- El niño interactúa con su realidad en términos de esta tendencia a la actualización. Su conducta es el intento del organismo, dirigido a un fin, para satisfacer la necesidad de actualización
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