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Pensamiento De Freud Sobre La Religión


Enviado por   •  16 de Julio de 2014  •  1.430 Palabras (6 Páginas)  •  549 Visitas

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Pensamiento de Freud sobre la religión

Freud es el creador del Psicoanalismo, un crítico religioso ateo. Entre el deseo y la realidad existe un abismo insuperable; el infinito, que es producto del deseo y la fantasía humana, pues nunca es auténtico futuro. La felicidad, deseada por todos los hombres, no está contenida en el plan de la creación. Lo que el hombre desea tardará en cumplirse. Sería muy bonito un Dios como imaginamos, pero resultaría muy sorprendente que fuera como lo deseamos

La idea de la filiación divina

Para Freud, la paternidad divina, no es lo primero, sino más bien una sustitución necesaria del hombre angustiado. El desvalimiento del hombre, el estado indigente de su naturaleza, fueron situados por el autor en la angustia originaria de la primera infancia. La solución vendría por el lado de los padres que, con su amparo, además de aminorar tal angustia, producirían en el hijo una cierta imagen de omnipotencia.

Esas primeras frustraciones infantiles no irían más allá del encuentro paterno-filial, en que se agotarían. De estas relaciones, Freud hace derivar la idea de la paternidad de Dios. El niño crecido, que alcanza la edad adulta, continúa necesitando esa imagen simbólica de paternidad y amparo: al no encontrarla en sus padres naturales, por haberse eclipsado con el paso de los años, la hace reaparecer en el seno de su fantasía, con el nombre de Dios. Lo importante según su concepción no es que Dios exista o no, sino la función que a nivel simbólico esta idea ejerce en el hombre, protegiéndole y amparándole en sus frustraciones e inseguridades.

Por eso, en la interpretación freudiana, la Omnipotencia divina está al servicio del hombre y no a la inversa. No es el hombre, pues, el que se religa -se somete- a esa Omnipotencia, sino que contrariamente es ésta la que se somete a aquél.

En torno a la omnipotencia

Por otra parte, la "omnipotencia" a lo Freud resulta más bien una impotencia, en tanto que se la hace depender del hombre, de sus antojos y caprichos, y le está subordinada como una esclava a su amo.

Al hacer residir el fin de la vida humana en el "principio del placer”, Freud reduce la religión -especialmente la cristiana- a una construcción mítico-cultural-subjetivista, encaminada a persuadir al hombre de su propio valer, a sembrar en su intimidad el sentimiento de la más chata de las omnipotencias. El motor del primer pensamiento religioso sería, en la versión psicoanalítica, el placer.

La creencia, como sentimiento inconsciente, satisfaría, de una manera todopoderosa y fantástica, nuestro deseo infantil de omnipotencia, la aspiración radical a convertirnos en el ombligo del mundo.

El silogismo freudiano se construye de un modo parecido al siguiente:

- La religión conduce y acrecienta el narcisismo humano (al posibilitar la vivencia de una omnipotencia simbólica sostenida por la imaginación).

- Todo narcisismo es una neurosis (en cuanto que aparta al hombre del principio de la realidad).

- Luego la religión neurotiza.

La religión en una definición interpretativa

En la concepción freudiana no existen diferencias entre lo supersticioso y lo religioso, pues, en última instancia, ambas esferas se fundamentan "en proyecciones de elementos psíquicos al mundo exterior". La religión es el sistema que protege el propio narcisismo a través de la creación de un fantasma (dios), al que la imaginación adorna de una benévola omnipotencia, fiel al servicio del narcisista. «El origen de la religión reside en la necesidad de protección del niño inerme y deriva sus contenidos de los deseos y necesidades de la época infantil, continuada en la adulta»

Las creencias, para Freud, son el andamiaje de un esqueleto ahuyentador de la angustia. El hombre concibe a Dios a imagen y semejanza de su padre carnal. Su actitud para con El repite, en alguna forma, el modo de la relación sostenida con sus progenitores. Dios se agota en una sublimación de la figura paterna . No sería Dios quien concibe al hombre a su imagen y semejanza, sino al revés. Se advierte de modo bastante diáfano el fraude hecho al cristianismo, en el que en el fondo parece haberse inspirado.

La religión nacería de la conciencia de culpa, de unos hijos asesinos de su padre. El sentimiento angustioso de culpabilidad se apaciguaría por una sumisión obediente. La obcecación llega tan lejos en su intensidad que se convierte en blasfemia: el sacramento de la Sagrada Eucaristía reemplazaría a la antigua comida totémica. La Iglesia, por ejemplo, sería fruto de

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