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Freud relaciona la discusión sobre la religión como ilusión


Enviado por   •  29 de Octubre de 2012  •  1.038 Palabras (5 Páginas)  •  336 Visitas

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Freud relaciona la discusión sobre la religión como ilusión, pues un amigo le indico que la religión es un sentimiento que prefería llamar sensación de eternidad, sin límites y sin barreras que prefería llamar oceánico, el cual es puramente subjetivo. Al respecto, Freud considera que no puede descubrir en sí mismo ese sentimiento oceánico, que no puede medirse fisiológica o científicamente y que más bien por asociación puede considerarse como un sentimiento de atadura indisoluble, de la competencia con el todo del mundo exterior. Señala que la idea de que el ser humano recibiría una noción de su nexo con el mundo circundante a través de un sentimiento inmediato dirigido ahí desde el comienzo mismo suena extraña y se entrama mal en el tejido de nuestra psicología que parece justificada una derivación psicoanalítica. Normalmente no tenemos más certeza que el sentimiento de nuestro sí−mismo, de nuestro propio yo. Este yo aparece autónomo, unitario y deslindado de todo lo otro. Que esta apariencia es un engaño que el yo más bien se continúa hacia adentro, sin frontera tajante, en un ser anímico inconsciente que designamos ello y al que sirve como fachada. Pero hacia fuera el yo parece afirmar unas fronteras claras; las cuales parecen desvanecerse en el enamoramiento, porque el enamorado asevera que yo y tu son uno y está dispuesto a comportarse como si así fuera. Señala entonces Freud que lo que puede ser cancelado por una función fisiológica, naturalmente tiene que poder ser perturbado también por procesos patológicos. La patología −dice Freud− nos da a conocer gran número de estados en que el deslinde del yo respecto del mundo exterior se vuelve incierto o en que los límites se trazan de manera efectivamente incorrecta; casos en que partes de nuestro cuerpo propio y aun fragmentos de nuestra propia vida anímica −percepciones, pensamientos y sentimientos− nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, y otros aun en que se atribuye al mundo exterior lo que manifiestamente se ha generado dentro del yo y debiera ser reconocido por él. Por eso el sentimiento yoico está expuesto a perturbaciones y los límites del yo no son fijos. El sentimiento yoico del adulto no fue así desde el comienzo, habrá recorrido un con desarrollo que si bien no puede demostrarse, sí puede construirse con bastante probabilidad. El lactante no separa su yo de un mundo exterior como fuente de las sensaciones que le afluyen y aprende a hacerlo poco a poco, sobre la base de incitaciones diversas. Tiene que causarle la más intensa impresión el hecho de que muchas de las fuentes de excitación en que más tarde discernirá a sus órganos corporales pueden enviarle sensaciones en todo momento, mientras que otras −entre ellas la más anhelada: pecho materno− se le sustraen temporariamente y solo consigue recuperarlas reclamando. Así por primera vez se contrapone al yo un objeto como algo que se encuentra afuera y solo mediante una acción particular es forzado a aparecer. Reconocer ese mundo exterior es la que proporciona las frecuentes e inevitables sensaciones de dolor y displacer, que el principio de placer

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