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Freud Y La Religion


Enviado por   •  3 de Junio de 2014  •  3.145 Palabras (13 Páginas)  •  208 Visitas

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Actos obsesivos y prácticas religiosas

Las personas que realizan actos obsesivos o desarrollan un ceremonial pertenecen, junto con aquellas que sufren de representaciones o impulsos obsesivos, a una unidad clínica especial, designada habitualmente con el nombre de neurosis obsesiva. En vez de su definición, veremos el conocimiento que es detallado de dichos estados ya que todavía no se ha logrado descubrir el carácter en sí, pero ya se evidencia en ciertos tipos de enfermedades.

El ceremonial religioso consiste en consiste en pequeños manejos y restricciones puestos en práctica en la vida cotidiana, las situaciones y las actividades que el ceremonial dificulta y retrasa como el vestirse, y el desnudarse, el acostarse y la satisfacción de la necesidades somáticas. Veamos, por ejemplo, un ceremonial concomitante con el acto de acostarse: el sujeto ha de colocar la silla en una posición determinada al lado de la cama y ha de poner encima de ella sus vestidos, doblados en determinada forma y según cierto orden; tiene que remeter la colcha por la parte de los pies y estirar perfectamente las sábanas; luego ha de colocar las almohadas en determinada posición y adoptar él mismo, al echarse, una cierta postura; sólo entonces podrá disponerse a conciliar el sueño. Pero la extremada minuciosidad de su ejecución y la angustia que trae consigo su omisión dan al ceremonial un carácter de «acto sagrado». , en realidad, no hacen más que continuar la obra de los actos obsesivos en cuanto hay cosas que el paciente encuentra prohibitivo hacer y otras que sólo ateniéndose a un ceremonial prescrito puede ejecutar.

No es difícil apreciar en qué consiste la analogía del ceremonial neurótico con los actos sagrados del rito religioso. Consiste en el temor que surge en la conciencia en caso de omisión, en la exclusión total de toda otra actividad (prohibición de la perturbación) y en la concienzuda minuciosidad de la ejecución. . Así son en su gran diversidad individual los actos ceremoniales frente a la estereotipia del rito y el carácter privado de los mismos frente a la publicidad y la comunidad de las prácticas religiosas. La neurosis obsesiva representa en este punto una caricatura, a medias cómica y triste a medias, de una religión privada. Sin embargo, precisamente esta diferencia decisiva entre el ceremonial neurótico y el ceremonial religioso desaparece en cuanto la técnica de investigación psicoanalítica nos facilita la comprensión de los actos obsesivos. Decimos, por tanto, que el acto obsesivo sirve de expresión a motivos y representaciones inconscientes, lo cual parece entrañar una nueva diferencia con respecto a las prácticas religiosas; pero hemos de pensar que también el individuo devoto desarrolla generalmente el ceremonial religioso sin preguntar su significación, en tanto que el sacerdote y el investigador sí conocen, desde luego, el sentido simbólico del rito. Tal hecho es siempre la represión de un impulso instintivo (de un componente del instinto sexual) que se hallaba integrado en la constitución del sujeto; pudo exteriorizarse durante algún tiempo en la vida infantil del mismo y sucumbió luego a la represión. Los actos ceremoniales y obsesivos nacen así, en parte, como defensa contra la tentación, y en parte, como protección contra la desgracia esperada. A primera vista, los actos religiosos no parecen entrañar aquel carácter transaccional que los actos obsesivos integran como síntomas neuróticos, y, sin embargo, también acabamos por descubrir en ellos tal carácter cuando recordamos con cuánta frecuencia son realizados, precisamente en nombre de la religión y en favor de la misma, todos aquellos actos que la misma prohíbe como manifestaciones de los instintos por ella reprimidos.

Freud es un crítico religioso ateo. Entre el deseo y la realidad existe un abismo insuperable; el infinito, que es producto del deseo y la fantasía humana, pues nunca es auténtico futuro. La felicidad, deseada por todos los hombres, no está contenida en el plan de la creación. Lo que el hombre desea tardará en cumplirse.

En la practica de la religión encuentra Freud también la misma transacción entre la prohibición y el deseo, entre la tendencia represora y la reprimida; pues, como nos indica muchas veces en nombre de la religión y a favor de la misma se realizan justamente todos aquellos actos que la religión oficialmente prohíbe.

Sobre el sentido de ésta doble y ambivalente tendencia actuante en la experiencia religiosa quedan todavía muchas cosas por determinar. Pero a partir de lo entrevisto hasta ese momento, Freud se atreve a señalar con una fórmula que adquirirá celebridad que, desde una perspectiva psicoanalítica, la neurosis obsesiva debe ser considerada como una religión individual y la religión como una neurosis obsesiva universal. El esquema de la primera teoría sobre las pulsiones, en las que al grupo de las tendencias sexuales se enfrentaban las pulsiones del yo, se trasluce en esta diferenciación que Freud lleva a cabo entre la represión del obsesivo y la del hombre religioso. El primero teme a la sexualidad y, desde este temor, crea su neurosis; el segundo teme sus impulsos egoístas y antisociales y, desde ese temor crea su religiosidad.

El hombre es considerado como un ser condicionado por sus instintos. Dominar sus conflictos representa la tarea de la vida humana. El ser humano está psíquicamente sano cuando logra ver que la cultura humana y realidad exigen la renuncia a los instintos, substituyéndolos por los objetos adecuados.

La salud psíquica, al considerar la dureza de la vida no puede satisfacer todos los deseos instintivos. Debe encontrar una salida, un sucedáneo de los deseos instintivos no satisfechos. Cuando no se logra superar los conflictos se llega a síntomas neuróticos. La única diferencia entre la salud y la neurosis es que a los sanos le cuesta menos afrontar las tareas del dominio del libido. La cuestión está entonces en lograr o no el dominio.

Lo que la conciencia reprime no desaparece sin más, sino que sigue operando desde el subconsciente, influyendo en la vida consiente. En ocasiones identifica la represión con “mecanismos de defensa”, que impiden penetrar en recuerdos desagradables. Así lo reprimido no penetra en la conciencia. Estos mecanismos de defensa posibilitan el dominio de los conflictos, aunque de un modo enfermizo. Así se llega a un compromiso entre el yo y lo reprimido, siendo solo conscientes del primero.

El hombre empieza a reprimir desde la primera infancia. La neurosis no sería más que la vuelta de adulto al mundo del niño para resolver los conflictos que no han sido resueltos en su niñez.

(ejemplo: “Complejo de Edipo”; padre como

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