Relaciones de poder y género

Relaciones de poder y género

Autora: Yuri Barriga Alarcón

Nuestra sociedad está experimentando transformaciones únicas y aceleradas, todo lo que hace poco tiempo era considerado inamovible, lo que era lo real, la verdad, parece tambalearse como un artista circense en una cuerda floja.

Son tiempos de disidencias en diferentes ámbitos, mostrándonos contrarios a opiniones, creencias, doctrinas u organizaciones que no sean equitativas. Se cuestiona la estructura social, política, la educación y la distribución social por no satisfacer las necesidades de toda la comunidad, segregando en pequeños guetos a lo que se escapa de la norma.  Tal como lo plantea Lola Martínez Pozo (2018) “es esbozar los retos y repensar en nuevos códigos, estrategias y articulaciones de lucha orientadas a develar, resistir e intervenir las contemporáneas transformaciones de los dispositivos de producción y control del sexo, la raza, el cuerpo y la sexualidad” (p.10).

Ante este cúmulo de eventos sociales, la intervención del grupo LASTESIS, pone de manifiesto de forma clara y concisa las estructuras de poder detrás del patriarcado, como este grupo lo define, un patriarcado machista que oprime a las mujeres y las relega a un segundo plano, un objeto sexual, social y funcional. Un grupo de disidentes feministas que colocan en el tapete una serie de injusticias, violencias ejercidas de diversas formas, que culpabilizan a las mujeres ante actos de violencia, violencia en contra de las mujeres, por el solo hecho de ser mujeres.

El grupo LASTESIS en su performance “Un violador en tu camino” muestra de forma clara y precisa las consecuencias del patriarcado en nuestra sociedad, el cual nace con el capitalismo en la división sexual de los trabajos y la valoración de estos en productivos y no productivos, y en concordancia con Julia Cámara (2018) “La identificación del Patriarcado como sistema de opresión fue uno de los principales logros del feminismo del siglo XX: su descubrimiento significó dotar de un carácter estructural a las violencias y discriminaciones vividas por las mujeres. Ya no se trataba más de vivencias individuales, hechos anecdóticos ni circunstancias particulares; por fin era posible afirmar que era la sociedad entera la que se regía por unas normas que, de manera sistemática, subordinaban a las mujeres”. (p.1)

Es así como esta manifestación artística en medio del estallido social que vivió Chile en octubre del año 2019 se convirtió en un himno que ha sido replicado en distintos lugares del mundo. Sin embargo, parafraseando a Rita Segato (2003) hasta las prácticas más irracionales tienen sentido para sus agentes, obedecen a lógicas, tienen un núcleo de sentido, y es ahí donde es preciso actuar, aplicar acciones transformadoras que permitan la formación de nuevas acciones sociales que deriven en estructuras sociales que integren. Rita Segato (2003) “Es necesario removerlo, instigarlo, trabajar por una reforma de los afectos y de las sensibilidades, por una ética feminista para toda la sociedad” (p.4).

Sin embargo, por más loable que sea este objetivo de cambio social, con respecto a la equidad de género, existen múltiples resistencias patriarcales que van más allá de las estructuras de leyes políticas.  Rita Segato (2003) “lo que vemos es una ley, un contrato jurídico que, inescapablemente, se deja infiltrar por el código del estatus de la moral, una modernidad vulnerable a la tradición patriarcal sobre cuyo suelo se asienta y con lo cual permanece en tensión”. (p.7).

En relación con lo anterior, y aun cuando parece irrisorio, podemos observar cómo se utiliza el sistema jurídico legal para enjuiciar un acto libre, artístico, y humanitario, lo que se ha traducido en una demanda al grupo LASTESIS, las cuales recientemente se enteraron que la policía Chilena debido al manifiesto Against Police Violence realizado junto a Pussy Riot interpuso un recurso legal en contra de ellas, las cuales en una entrevista al medio digital Interferencia (2020) “indican que se enteraron de la demanda por la publicación de La Tercera, diario que nunca las contactó, por lo que ven una operación comunicacional en el hecho”. (p.1). Este suceso social nos pone de manifiesto como un acto de desacato social, como el arte en su trasfondo más puro, puede remover los cimientos más sólidos de un orden social que cada día ve como su sustento se vuelve menos sólido. Tal como lo plantea Rita Segato (2003) “es una división social de los roles de hombres y mujeres, en donde, lo masculino se funda en relación con la opresión de lo femenino”. Y es un tiempo en donde es precisamente lo femenino lo que dice basta, lo que dice no más violencia.

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