Suicidio En Adultos Mayores
Karols28v6 de Julio de 2013
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Conducta suicida en las Personas Mayores
Isabel Carrasco. Área de Asistencia Psicológica en la Personas Mayores.
1. Introducción
Todos los estudios sobre el suicidio demuestran que las personas mayores tienen la tasa más alta de suicidio y la más baja de intentos. Existiendo una tendencia ascendente en los últimos diez años que hace que muchos autores se planteen el suicidio en la edad avanzada como una nueva epidemia que es necesario controlar y prevenir.
Sin embargo, y a pesar de la gravedad del asunto, el suicidio en el anciano normalmente ha sido considerado como algo “lógico o justificable”, sin tener en cuenta que en muchas ocasiones es tan o más evitable que en las personas más jóvenes.
Pero, no sólo es preocupante la tasa de suicidios consumados entre los mayores sino que además es frecuente encontrar el llamado “suicidio silencioso” o “síndrome de deslizamiento” (Carbonell 1985) en el que la persona rechaza los alimentos y los cuidados médicos, haciendo que se abandone hasta dejarse morir. El suicido silencioso es tan letal como el activo, la intención de morir es la misma, lo que cambia es el medio.
En España, los ancianos realizan sólo 1 de cada 20 intentos leves, frente a 1 de cada 7 intentos graves y 1 de cada 3 ó 4 suicidios consumados (Nieto y cols. 1992). Esto nos permite afirmar que las personas mayores tienen propósitos más firmes de morir y utilizan medios más letales.
Una característica de la conducta suicida en el mayor es que el 86% de los casos que se suicidan no reciben tratamiento psiquiátrico (Catell- Jolley 95). Es decir, que los mayores no comunican sus intenciones de suicidarse, apenas verbalizan sus sentimientos de desesperanza y no buscan ayuda para mejorar su malestar. Evidentemente, esto dificulta muchísimo la posibilidad de prevenirlo.
2. Factores de riesgo de la conducta suicida en la vejez
Hay una serie de factores de riesgo, es decir de condiciones de orden personal o circunstancial que pueden dar indicios sobre la posibilidad de que se dé una conducta suicida en un individuo, Sin embargo, y si queremos ser realista, es difícil por no decir en muchos casos imposible, predecir el suicidio. No obstante, para poder hacer un diagnóstico precoz y prevenir el suicido en los mayores, los clínicos y profesionales de la salud deben conocer y saber evaluar todos estos factores.
2.1.- Edad Avanzada
En los países industrializados, las tasas de suicidios consumado se incrementan con la edad, siendo las personas mayores de 65 años, edad “oficial” de la jubilación y por tanto de consideración de “anciano” la que mayor número de suicidios presenta.
En España, las tasas de suicidio publicadas por el I.N.E. sobre un estudio de 1993 confirman este dato. La franja de edad comprendida entre 60 años y más, es la que mayor tasa de suicidios consumados presenta con respecto a los otros grupos de edad.
2.2.- Sexo Masculino
Cerca el 80% de los suicidios son efectuados por hombres. Por cada suicidio femenino se producen tres o cuatro en varones. Sin embargo, son las mujeres las que presentan un mayor riego de intentos de suicidio, siendo tres veces superior a la de los hombres (Kaplan, SadocK, Grebb 1994).
No existe ninguna teoría que explique de forma satisfactoria esta diferencia, aunque hay autores como Miller (1979) que defienden que en las sociedades industrializadas la jubilación y el deterioro físico son vividos de forma más negativa y destructiva por el hombre que por la mujer.
2.3.- Antecedentes Familiares Suicidas
La existencia de suicidios de personas cercanas o en el núcleo familiar aumenta el riesgo de suicidio. Este riesgo parece ser el resultado de heredar un trastorno psicológico, especialmente afectivo y sobre todo puede ser el producto de un aprendizaje familiar en el que se aprenden unos modelos determinados: el riesgo de suicidio aumenta por el antecedente familiar de “suicidio positivo”, es decir, utilizan el suicidio como una forma adecuada para resolver los problemas.
2.4.- Viudedad reciente o Pérdida de un ser querido
La muerte de familiares, personas muy cercanas y sobre todo de la pareja puede funcionar como precipitante de la conducta suicida. Las circunstancias que rodean la muerte de la persona y el tipo de relación que se guarda con ella va a determinar cómo se experimente el proceso de duelo. Si el duelo se complica surgiendo una depresión mayor aumenta el riesgo de suicidio.
El riesgo de suicidio en los viudos es 3´3 veces mayor que el de los casados. Mientras que en la viudas no se encuentra una puntuación significativa frente a las casadas. Esto hace que el grupo de viudos ancianos sea un objetivo principal en la prevención del suicidio, sobre todo el primer año de viudedad.
2.5.- Vivir solo
Estudios de Catell y Jolley (1995) demostraron que el 49% de los mayores que se suicidaron vivían solos. Barraclough (1971) defendió que la variable social que mejor correlaciona con la conducta suicida era vivir solo. No obstante, muchos mayores viven solos y no se suicidan. Esto es porque además de vivir solos parecen determinantes las condiciones de vida del mayor y la protección social que tiene.
En nuestro país, el número de ancianos que viven solos es todavía inferior al resto de los países europeos, pero el número se va incrementando notablemente en los últimos años con la incorporación de la mujer al ámbito laboral, que hasta ahora era la encargada del cuidado del mayor.
Se ha demostrado que uno de los síntomas que se mantiene durante más tiempo después de la pérdida de la pareja es el sentimiento de soledad que unido al vivir solo hace más posible la conducta suicida.
2.6.- No estar casado
Las personas solteras, separadas y viudas se suicidan más que las casadas. Entre las personas casadas existe una mayor incidencia entre las que no tienen hijos (Maris, 1992). Pero la variable estado civil no explica por sí sola el aumento o no del suicidio sino que está relacionada con otras como la edad, el aislamiento social y el sexo. (Sarró y de la Cruz 1991)
2.7.- Estar aislado socialmente
Ya Durkheim (1976), en el siglo pasado habló de la relación entre suicidio e integración social, a menor integración mayor riesgo de suicidio. Cuando hablamos de falta de integración o aislamiento social nos referimos a la falta de relación con otras personas. Se ha comprobado que la falta de amigos, la poca relación con familiares, una vida en soledad, etc. es frecuente en los sujetos que se suicidan. Los mayores son el grupo de edad que presenta un mayor riesgo de desvinculación social dada la falta de recursos económicos y sociales y el padecimiento continuado de enfermedades somáticas que les limitan en sus funciones diarias.
2.8.- Cambio de casa reciente
El abandonar o cambiar de casa es un factor de estrés para las personas mayores. Este cambio se produce normalmente para vivir con familiares, principalmente con los hijos o para ingresar en una residencia. Los miedos y fantasías que se producen antes de cambiar de residencia se han presentado como una variable que puede generar una conducta suicida. Por ello, antes de tomar la decisión de cambiar de casa al mayor hay que valorarlo con calma y sobre todo hacer partícipe de la decisión al interesado, así como prestar una especial atención a las modificaciones del comportamiento del anciano antes y después del cambio.
2.9.- Deseos expresos de hacerse daño y Amenazas de suicidio
Uno de los más importantes indicadores de riesgo de suicido es la existencia de ideas y amenazas suicidas. Un error muy habitual respecto al suicidio que comenten muchos familiares, amigos e incluso profesionales, es la creencia de que la persona que habla de suicidio no lo realizará nunca. La realidad, es todo lo contrario, la mayoría comunican de alguna forma su intención de morir a las personas que le rodean, y casi un 70% visitan a su médico semanas antes de suicidarse. Precisamente, una diferencia que remarca la gravedad del suicidio en los mayores es, como ya hemos indicado, que comunican menos su intención y apenas un 14% reciben asistencia psiquiátrica (Catell y Jolley 1995).
En muchos casos la visita no programada a un servicio médico e incluso psiquiátrico puede significar el intento de pedir ayuda de una forma desesperada.
2.10.- Los intentos previos
La existencia de intentos previos aumenta el riesgo de suicidio en el futuro. Alrededor de un tercio de las personas que consumaron el suicidio lo habían intentado antes (Freemann y Reinecke, 1995). En muchos casos, estos intentos son una forma de conseguir ayuda, de ser tenidos en cuenta, más que un intento real de terminar con su vida. No obstante, siempre hay que prestarles atención puesto que muchas de estas personas terminan muriendo.
En relación con el tema, habría que señalar que en la población mayor el suicidio se consigue con mayor frecuencia en un primer y único intento, lo que hace imposible detectar y prevenir a partir de un intento la conducta suicida. Con lo que sí podrían trabajar es con la ideación que estuvo antes del intento.
Se cree que las tentativas disminuyen con la edad porque la persona utiliza métodos más letales, es más vulnerable físicamente a las auto-agresiones, comunica menos su intenciones suicidas y sobre todo porque vive el suicidio como una alternativa final frente a las situaciones de pérdida vital. Ven el suicidio como la única solución.
2.11.- Quejas persistentes de insomnio y síntomas físicos sin causa orgánica
Quejas continuas de insomnio, pérdida de peso, anhedonía y especialmente,
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