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Tratamiento Para El Alma De Freud

ivanlivelas22 de Octubre de 2013

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~rratamiento psíquico

(tratamiento del alma)

(1890 )

Nota introductoria

«Psychische Behandlung (Seelenbehandlung»>

Edicio/les en alemán

1890 En R. Kossmann y J. Weiss, eds., Die Gestmdheít,

1~1 ed., 1, Stuttgart, Berlín y Leipzig: Union Deutsche

V erlagsgesellschaft, págs. 368-84). (1900, 2~

ed.; 1905, )'.' ed.)

1937 Z. Ps)'choallal. P¿¡dag:, 11, págs. 133-47.

1942 GW, 5, págs. 289-315.

1975 SA, «Erganzungsband» {« Vohimen complementario

»}, l)ágs. 13-35.

Trilducciones en castellano"

1955 «Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu) ». SR,

21, págs. 141-61. Traducción de Ludovico Rosenthal.

1968 Igual título. EN (3 vols.), 3, págs. 449-65.

1972 Igual título. EN (9 vols.), 3, págs. 1014-27.

Die Gesundheit {La salud} era un manual de medic1l1a

concebido como una obra de divulgación en dos volúmenes,

que reunía gran número de colaboraciones de distintos autores.

El artículo de Freud, que integraba una sección del primer

volumen dedicada a diversos métodos terapéuticos, se

reimprimió sin modificaciones en la segunda y tercera edición,

ocupando las mismas páginas que en la edición original.

(Para más datos referentes al descubrimiento de la primera

edición de este artículo, véase mi «Introducción», supr,1,

págs. 69-70.)

James Strachey

* {Cf. la «Advertencia sohre la edición en castellano», supra, pág.

xxviii y n. 6.}

113

«Psique» es una palabra griega que en alemán se traduce

«Scele» {«alma»}. Según esto, «tratamiento psíquico» es 10

mismo que «tratamiento del alma». Podría creerse, entonces,

que por tal se entiende tratamiento de los fenómenos

patológicos de la vida anímica. Pero no es este el significado

de la expresión. «Tratamiento psíquico» quiere decir, más

bien, tratamiento desde el alma -ya sea de perturbaciones

anímicas o corporales-- con recursos que de manera primaria

e inmediata influyen sobre 10 anímico del hombre.

Un recurso de esa índole es sobre todo la palabra, y las

palabras son, en decto, el instrumento esencial del tratamiento

anímico. El lego hallará difícil concebir que unas

perturbaciones patológicas del cuerpo y del alma puedan eliminarse

mediante «meras» palabras del médico. Pensará que

se lo est,í alentando a creer en ensalmos. Y no andará tan

equivocado; las palabras de nuestro hablar'cotidiano no son

otra cosa que unos ensalmos desvaídos. Pero será preciso

emprender un largo rodeo para h3cer comprensible el modo

en que la ciencia consigue devolver a la palabra una parte,

siquiera, de su prístino poder ensalmador.

Tambi~n los médicos de formación científica aprendieron

sólo recientemente a apreciar el valor del tratamiento anímico.

Esto se explica con facilidad si se repara en la evolución

de la medicina durante los últimos cincuenta años. Tras un

período bastante infecundo en que dependió de la llamada

«filosofía de la naturaleza»,1la medicina, bajo el feliz influjo

de las ciencias naturales, hizo sus máximos progresos corno

ciencia y corno arte: ahondó en el edificio del organismo

mostrando que se compone de unidades microscópicas (las

células); aprendió a comprender en los términos de la física

y de la química cada uno de los desempeños vitales (funciones),

y a distinguir aquellas alteraciones visibles y aprehensibles

en las partes del cuerpo que son consecuencia de los

1 [La escuela de pensamiento de tipo panteísta, asociada sobre:

todo al nombre de Schelling, que predominó en Alemania en la primera

mitad del siglo XIX. Cf. Bernfeld, 1944,1

115

diversos procesos patológicos; por otro lado, descubrió los

signos que delatan la presencia de procesos mórbidos profundos

en el organismo vivo; identificó además gran número

de los microorganismos que provocan enfermedades y, con

ayuda de esas intelecciones que acababa de obtener, redujo

extraordinariamente los peligros de las operaciones quirúrgicas

graves. Todos estos progresos y descubrimientos concernían

a lo corporal del hombre; y así, a raíz de una incorrecta

(pero comprensible) orientación del juicio, los médicos

restringieron su interés a lo cor[:loral y dejaron que los filósofos,

a quienes despreciaban, se ocuparan de 10 anímico.

Es verdad que la medicina moderna tuvo ocasión suficiente

de estudiar los nexos entre lo corporal y lo anímico,

nexos cuya existencia es innegable; pero en ningún caso dejó

de presentar a lo anímico como comandado por lo corporal

y dependiente de él. Destacó, así, que las operaciones mentales

suponen un cerebro bien nutrido y de normal desarrollo,

de suerte que resultan perturbadas toda vez que ese

órgano enferma; que si se introducían sustancias tóxicas en

la circulación era posible provocar ciertos estados de enfermedad

mental, o que, en pequeña escala, los sueños podían

variar según fueran los estímulos que se aportaran al durmiente

a guisa de experimento.2

La relación entre lo corporal y lo anímico (en el animal

tanto como en el hombre) es de acción recíproca; pero en

el pasado el otro costado de esta relación, la acción de lo anímico

sobre el cuerpo, halló poco favor a los ojos de los médicos.

Parecieron temer que si concedían cierta autonomía a

la vida anímica, dejarían de pisar el seguro terreno de la

ciencia.

En los últimos quince años se fue modificando poco a poco

esa orientación unilateral de la medicina hacia lo corporal.

El cambio se originó directamente en la práctica médica_

En efecto, existe un gran número de enfermos, leves y graves,

cuyas perturbaciones y quejas plantean un gran desafío

al arte de los médicos, pero en los cuales, a pesar de los

progresos que ha hecho la medicina científica en sus métodos

de indagación, ni en vida ni tras su muerte pueden hallarse

los signos visibles y palpables del proceso patológico.

Entre estos enfermos, hay un grupo llamativo por la riqueza

. y variedad de su cuadro clínico: no pueden realizar una

labor intelectual a causa de dolores de cabeza o fallas de la

atención; les duelen los ojos cuando leen, las piernas se les

2 [ef. La interpretación de los sueños (1900a), AE, 4, págs. 48

y sigs.J

116

cansan cuando caminan; sienten dolores sordos o se adormecen;

padecen de trastornos digestivos en la forma de sensaciones

penosas, vómitos o espasmos gástricos; no pueden

defecar sin purgantes, se han vuelto insomnes, etc. Pueden

sufrir simultánea o sucesivamente todos estos achaques, o

sólo algunos de ellos. Pero sin ninguna duda, en todos los

casos se trata de la misma enfermedad. Los signos de esta

suelen ser variables; se relevan y sustituyen unos a otros: el

mismo enfermo que hasta cierto momento no podía hacer

nada a causa de sus dolores de cabeza pero tenía una digestión

bastante buena, al día siguiente puede tener su cabeza

despejada, pero no soportar en lo sucesivo casi ningún alimento.

Además, un profundo cambio en sus condiciones de

vida puede librarlos súbitamen te de sus achaques; estando

de viaje pueden sentirse a maravilla y gustar sin daño de

toda clase de manjares, pero de regreso a casa quizá se vean

forzados a no probar más que leche cuajada. En algunos de

estos enfermos, la perturbación -un dolor o una debilidad

del tipo de una parálisis- puede mudar repentinamente de

costado: saltar del lado derecho al izquierdo simétrico del

cuerpo. Pero, en todos, puede observarse que los signos patológicos

están muy nítidamente bajo el influjo de irritaciones,

emociones, preocupaciones, etc. Tanto que pueden desaparecer,

dando sitio a un estado de plena salud y sin dejar

secuelas aunque hayan durado mucho tiempo.

La investigación médica ha llegado por fin a la conclusión

de que esas personas no pueden considerarse ni tratarse como

enfermos del estómago, de la vista, etc., sino que hay en

ellas una afección del sistema nervioso en su conjunto. No

obstante, el estudio del cerebro y de los nervios de enfermos

de esta clase no ha permitido descubrir hasta ahora ninguna

alteración visible, y aun muchos rasgos de su cuadro

patológico nos disuaden de esperar que alguna vez, con medios

de examen más finos, pudiéramos comprobar alteraciones

capaces de provocar la enfermedad. Tales estados han

recibido el nombre de nerviosidad (neurastenia, histeria), y

se los define ~omo enfermedades meramente «funcionales»

del sistema nervioso.3 Por lo demás, la indagación en profundidad

del cerebro (tras la muerte del enfermo) ha sido

infructuosa también en el caso de muchas afecciones nerviosas

de carácter más persistente y en aquellas que presentan

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