Vejez Competente
paolamg12 de Abril de 2015
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Hacia una vejez competente: un desafío a la ciencia y a la sociedad
Angélica Guadalupe Carrizales Mata, Sofía Montserrat González Esparza
Mayela Guadalupe Jiménez Trujillo, Paola Montes Galván
Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de San Luis Potosí
Nota de los autores
Trabajo realizado en el marco de la Cuarta Evaluación de la Asignatura de Psicología Evolutiva, impartida en el semestre agosto-diciembre de 2014 por la Dra. María Acuña.
Como nos señala Keith (1980, en Carretero, Palacios & Marchesi, 2000), en un gran número de sociedades primitivas las personas de más edad han asumido roles prevalentes, siendo considerados como portadores de conocimiento además de experiencia, transmiten tradición y cultura; el hecho de que el viejo pudiera tener algún tipo de disfunción motora o sensorial no implicaba que no pudiera ejercer tan importante misión de ser transmisor de la tradición histórica y social del grupo, asumiendo el rol de consejero o aun de líder político o religioso las personas de edad. La antropología comparada nos muestra como ha venido diferenciándose lo que en términos modernos se ha denominado edad cronológica, de referencia sociodemográfica, además de edad funcional, en base a criterios de salud física y mental.
En la actualidad en los países desarrollados, la imagen de las personas mayores presenta muy escasos rasgos positivos y es casi exclusivamente definida por características negativas como incapaz, enfermo, lento, además de otras etiquetas psicológicas tales como introvertido, depresivo, rígido, dogmático. Los estereotipos influyen en el autoconcepto, es decir la autoimagen que el viejo tiene de sí mismo. En los roles y estereotipos se determinan recíprocamente e influyen decisivamente en un autoconcepto negativo del propio anciano. Lo normativo es que el viejo este inactivo, pero puede ser también un alguien activo, productivo, competente y saludable.
Los cambios biológicos, físicos, sociales y económicos que son parte del ciclo de vida decaen a esta edad, por ello se le conoce como edad de déficits, pues contrae enfermedades, disminuye lo sensorial, las funciones psicológicas, la reglamentación impide el trabajo por lo que el rol social cambia siendo relegado.
La edad cronológica es un referente socio demográfico a diferencia de la edad funcional que se basa en los criterios de salud física y mental. Lo que se busca es una excepcionalidad cronológica, una adaptación de aspectos positivos de la persona como experiencia y conocimiento para ponerlos al servicio de la sociedad.
Esto se ve influido por variables personales o biológicas como estado de salud o apariencia, por las normas sociales, responsabilidades, actividad, valor y por la atribución de problemas a la condición de edad. Además de razones económicas, ideológicas, físicas, psicológicas unidas a la expulsión por dejar de ser un medio de producción efectivo.
Por otra parte la vejez es considerada una enfermedad. Situación que más allá de las condiciones biológicas del organismo presenta factores psicológicos y sociales, además de factores de riesgo – antecedentes establecidos empíricamente que determinan o influyen en una enfermedad- complementándose con los factores ambientales y sucesos o eventos críticos, como perdidas.
Según Berkman y Syme (1979, en Carretero, Palacios & Marchesi, 2000), las personas que experimenten pérdidas sociales importantes, morirán en proposición más del doble que las personas que mantienen vínculos sociales intactos. A estos patrones de mortalidad y decremento de tasa se les conoce como conexiones sociales.
Quienes se adaptan, superan los cambios negativos, tienen redes de comunicación de calidad y solucionan de forma positiva las perdidas, mediante lo aprendido en el pasado y lo reaprendido o entrenado, reaccionara efectivamente contra la enfermedad en la vejez.
En cuanto a los déficits del comportamiento Welford (1983, en Carretero, Palacios & Marchesi, 2000) menciona que la sabiduría no depende de la agudeza visual o el procesamiento rápido de los estímulos, sino que, sabio es un consejero más que un ejecutor, aquel que acumula experiencias de vida y puede analizar un evento desde distintas perspectivas de tiempo y espacio. Situaciones que se entrelazan con la influencia motivacional, el hecho de conservar la integración y compartir las experiencias y conocimientos como una persona competente.
Por ello es necesario un punto de vista optimista del funcionamiento humano en la vejez, donde se defina por las características positivas, potenciables y entrenables. En consecuencia se propone un modelo que fomente los correlatos prácticos en términos educativos, preventivos y de tratamiento, con el objeto de lograr niveles óptimos en las competencias de los sujetos mayores útiles a sí mismos aunado a los miembros de la comunidad que respete y participe.
Para enfrentarse los cambios en esta etapa de la vida, para tener una vejez competente, existen dos vías de intervención: la primera se basa en la comunidad, en la realidad cercana donde se establecen los medios para incrementar y mejorar la comunicación, favoreciendo la adaptación. En la segunda, el propio sujeto que potencializa sus capacidades para enfrentarse a problemas y eventos difíciles o reinstaurando el equilibrio perdido.
Debido a los avances de medicina se ha dado un crecimiento exponencial en la esperanza de vida. Sin embargo no basta con prolongar la vida, si no que sea satisfactoria y digna. Las variables que explican la varianza del bienestar son la salud, el dinero al igual que el amor en la vida de los seres humanos y en su felicidad.
La salud mental se define como “un intento por vivir de manera significativa, en una seria de circunstancias sociales y ambientales particulares, con un conjunto especifico de recursos y apoyos” (Papalia, 2009). Implica desarrollar fortalezas internas y utilizar recursos externos en compensación. Puede incluir el autoimagen, los roles y aspectos del yo, abarca más allá de uno: familia, comunidad, nación, cultura y religión. Una variable de la misma es la satisfacción de vida, la cual es una moral en la que juzga la calidad de la misma, con autoimagen favorable, autoestima, autonomía y sentido de dominio de alguna actividad.
El afrontamiento es el pensamiento adaptativo o comportamiento dirigido a reducir o aliviar el estrés que surge de condiciones dolorosas, amenazantes o desafiantes (Papalia, 2009). Tiene tres enfoques: ambiental, conductual y respecto a estilos de afrontamiento, además de un modelo de valoración cognitiva.
El modelo ambiental, considera a los humanos como reacciones antes de actuar debido al tamaño y demanda ambiental para afrontar los problemas. Sin embargo no considera la interpretación del evento individual, el tiempo de aparición, el estrés por la falta de cambio, las relaciones poco gratificantes y los efectos de la cotidianidad, pues ignora las diferencias individuales. Además posee dos modelos, el de congruencia que reconoce la necesidad de las personas de ambientes distintos para satisfacer las necesidad y el modelo de competencia-presión ambiental que enfatiza las diferencias entre las demandas que hacen los diversos ambientes y competencias individuales para satisfacer tales demandas, es decir niveles de adaptación.
Los modelos conductuales, están relacionados con las adaptaciones aprendidas a estresores ambientales que conducen a una reducción del estrés perceptible, se presentan tres opciones: huir/dominar/aguantar.
Los modelos de estilo de afrontamiento, se enfocan en los pensamientos y actitudes de forma de resolver problemas con estrategias individuales como los rasgos de personalidad. Vaillant (1977, en Papalia, 2009), identifica cuatro mecanismos adaptativos, maduro, usa el humor o ayuda a otros, neurótico, reprime la ansiedad al decir lo opuesto de lo que siente, inmaduro, fantasea o experimenta achaques o dolores imaginarios y psicóticos distorsiona o niega la realidad.
El modelo de valoración cognitiva (Lazarus, 2003; Lazarus y Folkma, 1984, en Papalia, 2009) ocurre solo en situaciones donde la persona percibe una exigencia excesiva o superación de sus recursos que le demandan un esfuerzo inusual. Las personas eligen las estrategias de afrontamiento relacionada con una valoración cognitiva de situaciones que incluyen lo que el individuo piensa o hace para adaptarse sin importar que tan bien funcione.
Las elecciones y efectividad de una estrategia de afrontamiento se encuentran influenciadas por los recurso personales y las restricciones personales (salud, energía, creencias, control sobrenatural, compromisos y motivaciones, habilidades sociales y resolución de problemas) y ambientales (dinero, bienes y servicios). Aunque pueden limitarse por restricciones personales como problemas psicológicos o ambientales como demandas por recursos o instituciones que frustren el afrontamiento. Hay dos modos de afrontamiento, enfocado al problema o a la emoción. El afrontamiento enfocado al problema se dirige a eliminar, gestionar o mejorar las condiciones que provocan estrés para una transformación realista del cambio. En cuanto al enfoque a la emoción, llamado paliativo, se dirige a sentirse mejor, maneja la respuesta emocional para aliviar su impacto físico o psicológico aunque a veces se desvié la atención del problema. La efectividad de ambos depende del contexto.
Rowe y Kahn (1998, en Papalia, 2009), identificaron que para el envejecimiento exitoso existen tres componentes: evitar la enfermedad o discapacidad
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