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EL DESAFÍO DE UNA PASTORAL DE LA CULTURA

973062223 de Julio de 2013

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EL DESAFÍO DE UNA PASTORAL DE LA CULTURA

1. LA CULTURA A PARTIR DEL VATICANO II

El Concilio Vaticano II, despertó una prolongada onda de novedad en relación con la concepción católica romana de la cultura. Por primera vez, en la historia de la Iglesia, un Concilio Ecuménico discute en profundidad este tema de la cultura y le dedicó un capítulo entero en la constitución pastoral del mundo contemporáneo Gaudium et Spes. En dicho capitulo se propone delinear el significado de la posición de la Iglesia en torno a la cultura.

La historia del nacimiento de esta Constitución Pastoral sobre la Iglesia y el mundo de hoy nos dice que el documento fue una hija inesperada del Concilio: los textos propuestos al inicio y preparación de la Curia Romana permanecían en el ámbito de una teología de vieja estampa, defensiva, no escolástica y a-histórica. Además, los temas tratados eran todos <<ad intra>> y se ocupaban de argumentos eclesiales próximos a la liturgia o al sentido de una identidad nutrida sólo de lo eclesial. En la primera fase del Concilio, los obispos votaron en favor de la reunión de los textos preparatorios y establecieron, sin embargo, para su reflexión una base significativa distinta. Esto fue un indicio de la revolución que habría de caracterizar al Concilio, traducida, fundamentalmente, en dos nuevas prioridades: el retorno a la raíz de la Revelación como fuente de renovación y una escucha más positiva de la situación actual como <<signo de los tiempos>>. Tal posición, combinando aproximaciones espirituales y pastorales, suplantaba las actitudes de intelectualismo y de los juicios negativos opuestos a la cultura moderna.

En realidad, las primeras sesiones del Concilio, no reservaron prácticamente ninguna atención al <<Mundo moderno>> en cuanto tal; sólo cuando la Asamblea Conciliar había ya profundizado en las discusiones que tenían más de un año, fue lanzada la propuesta de dedicar tiempo y trabajo al discernimiento del contexto actual de la fe, es decir, del mundo <<ad extra>> existente más allá de los confines de la Iglesia. De esta iniciativa nace la Gaudium et Spes, un largo documento que puede ser considerado un ensayo de antropología teológica sobre la cultura contemporánea; uno de los capítulos que lo conforma, es un texto enteramente dedicado al tema de la cultura.

En el capitulo II, cuyo título es “Promoción del Progreso Cultural”, que constituye la INTRODUCCIÓN al capítulo se afirma ya la definición o descripción clave de la cultura en dicho documento en los siguientes términos:

Sólo la persona humana, y exclusivamente por la cultura, es decir, por el cultivo de los valores y de los bienes naturales, puede alcanzar su verdadera y plena humanidad. Por consiguiente, donde quiera que se habla de vida humana, naturaleza y cultura están en intima conexión.

Con la palabra cultura se indica, en general, todo aquello con que el hombre afina o desarrolla, en forma variadísima, las facultades de su espíritu y de su cuerpo, con las que pretende someter a su dominio, con el conocimiento y el trabajo, incluso el orbe terrestre; logra hacer más humana, mediante el progreso de costumbres e instituciones, la vida social, tanto en lo familiar como en todo mecanismo civil; y, finalmente, consigue expresar, comunicar y conservar profundas experiencias y ambiciones espirituales en sus obras a lo largo de los tiempos, que puedan servir luego al beneficio de los demás, mejor dicho, de todo el género humano.

De ahí se sigue que la cultura humana necesariamente lleve consigo un aspecto histórico y social, y que el vocablo “cultura” muchas veces comporte un contenido sociológico y etnológico; en este sentido se puede hablar de pluralidad de culturas, pues por diverso modo de emplear las cosas, de realizar un trabajo o de expresarse, de cultivar la religión y dar forma a las costumbres, de establecer leyes o instituciones jurídicas, de desarrollar las ciencias y las artes o de cultivar la belleza, toman su origen las diversas condiciones comunes de vida y las diversas formas de armonizar sus bienes. De ese modo, por la acumulación de instituciones tradicionales, se forma un patrimonio que es propio de cada una de las comunidades humanas. Así también, se constituye un marco definido e histórico dentro del cual se inserta el hombre de cada uno de los pueblos o de las edades, y del que toma los bienes necesarios para procurar su civilización.(GS,53).

Es significativo el hecho que la definición–descripción de cultura comience por poner a ésta en relación con la naturaleza de la persona humana y con la afirmación que “sólo mediante la cultura una persona arriba a poseer humanidad auténtica”. Dos piedras angulares del pensamiento católico sobre la cultura se hacen de inmediato claras: la cultura está íntimamente ligada con la dignidad de la persona y con la vocación de la libertad a devenir más plenamente humana. Estas son dos notas que resonarán continuamente en los comentarios católicos sobre el tema en los últimos decenios.

Una vez establecida esta perspectiva basilar a propósito de la cultura, el texto busca describir más detalladamente el significado en profundidad del término. Es de notar que el Concilio reconoce abiertamente el cambio en la concepción actual de la cultura y toma en consideración tres significados de ella: el más antiguo de cultura como <<cultivo>> de sí, una concepción más fenomenológica o antropológica de la misma encarnada en toda una serie de sistemas y expresiones sociales y, en fin, un reconocimiento explicito de la pluralidad de las culturas.

Asimismo, la afirmación Conciliar cataloga cinco dimensiones del desarrollo humano, tres de los cuales (nn. 1, 4, 5) pertenecen al significado clásico de cultura, mientras los otros (nn. 2, 3), derivan de una concepción más sociológica e indican modos concretos en los cuales el desarrollo humano se concretiza en la realidad social:

a) El cultivo de los propios dones intelectuales y físicos (este sentido interpersonal de la cultura resume el significado mas tradicional del termino); b) el dominio de la tierra mediante la investigación y el trabajo (a lo cual el Concilio incluye la esfera contemporánea de la ciencia y la tecnología); c) los esfuerzos por humanizar la sociedad y la vida familiar mediante tradiciones e instituciones (es decir, comprende la evolución en campos tales como la política, la educación, la salud y todos los complejos factores constituyentes de la sociedad moderna); d) la auto expresión espiritual de las grandes esperanzas humanas (que unen el mundo del arte al de la fe religiosa); e) la custodia y la comunicación de visiones iluminantes de la vida por el <<progreso>> de la humanidad (presentando la cultura como transmisión de los valores del pasado al futuro).

El Concilio, después de haber mencionado estas características de la cultura humanística y empírica, quiere se le preste atención a otra interpretación específicamente moderna. Después de haber explícitamente dicho considerar su <<aspecto histórico y social>>, añade que la sociología y la antropología contemporánea llevan a la luz una <<pluralidad de culturas>>, al catalogar una serie de razones por las cuales existen diferentes <<estilos de vida>> y <<diversas escalas de valores>>: ellos son radicados en diferentes modos de trabajo, en varias concepciones religiosas del mundo, en los modos de expresarse a sí mismo. En síntesis, el Concilio avanza, con algunas rápidas sentencias, de la visual tradicional o <<elevada y elitesca>> de la cultura como auto trascendencia, a dos horizontes mas recientes: al sentido de la cultura como integrante de condiciones de vida, organizaciones y supuestos sociales y a un reconocimiento de las distintas formas de vida, que explican la diversidad cultural fácil de hallar a lo largo del curso de la historia y, particularmente gracias a la globalización, en la actualidad.

Por ello, ese párrafo 53 que hemos citado arriba de la Gaudium et Spes, liga el sentido mas antiguo de cultura como campo del crecimiento humano y de la conquista intelectual o estética, con el valor mas empírico de cultura (o culturas) como entidad encarnada en estructuras sociales o en aproximaciones a la vida históricamente distinta. Estas sección clave de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia y el mundo de hoy, termina poniendo de relieve que cada comunidad humana, con su historia o geografía especifica, posee su propia sabiduría hereditaria y su particular modo de promover valores humanos fundamentales; por tanto, aun cuanto ello no venga expresamente dicho, es evidente que no podemos ser naciones <<no aculturadas>> y que el monopolio ejercido por el significado mas aristocrático de cultura ha sido fracturado para siempre.

El resto del capitulo en torno a la cultura está claramente subdividido en tres secciones, cada una de tres parágrafos o puntos. La primera trata del contexto cultural contemporáneo, la segunda del principio de desarrollo cultural y la tercera de la responsabilidad del cristiano en el campo de la cultura. Para nuestro propósito será suficiente tomar en consideración de algunos de los temas principales, especialmente aquellos que ocupan una posición central entre los desafíos de la Pastoral de la cultura en el curso de los últimos decenios. A cada parágrafo damos un breve título, que a veces cambia el oficial del texto y viene seguido por un breve recuento de sus puntos claves.

Un contexto radicalmente diverso.

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