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Ingredientes Para Crecer En La Vida Cristiana

purita13 de Febrero de 2014

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Ingredientes para crecer en la vida cristiana

2 Pedro 1:5-11

5vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a

vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento;

6al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la

paciencia, piedad;

7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.

8Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán

estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor

Jesucristo.

9Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego,

habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.

10Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra

vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.

11Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada

en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

A. El cómo. La escalera que conduce al fruto 1:5–7

5vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo,

añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6al

conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la

paciencia, piedad; 7a la piedad, afecto fraternal; y al afecto

fraternal, amor.

Por mucho que el horticultor pode un árbol para que su fruta sea

fácil de cosechar, parece que la mejor fruta siempre está en las

ramas más altas. Alcanzarla requiere de una escalera. En esta

sección, el autor describe siete virtudes como si fueran los peldaños

de una escala que conducen al fruto (1:8). Aquí se nota la gran

diferencia que había entre la filosofía griega y el Nuevo Testamento.

Los filósofos también admiraban la virtud, pero no podían ofrecer

a sus discípulos el método para adquirirla. Más bien, aparentemente

pensaban que una vida verdaderamente santa era imposible de

alcanzar.

En cambio, aun antes de hacer una lista de las virtudes

cristianas, Pedro expuso la base para adquirirlas en los vv. 1:3b–4a:

“…mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su

gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado

preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas

llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina… (1:3b–

4a).

A continuación, el autor dice directamente a los destinatarios de

la carta y por ende, a nosotros: “vosotros también”. Por las

mismas razones ya presentadas, siendo la principal entre ellas que

un creyente participa de la naturaleza divina, todo cristiano debe

incorporar las siguientes virtudes a su vida. Esa actuación es lo

normal y corresponde al crecimiento, desarrollo y madurez de un

hijo de Dios. Además, la entrega a la tarea demanda todo nuestro

esfuerzo, por lo que debemos poner “toda diligencia”.

El autor pone en claro que la fe es fundamental (por haber sido

“llamado” el creyente v. 3) y que es a ella a la que se tienen que

agregar las virtudes.

Se podría concebir la fe como el hilo en el cual se tienen que

ensartar las joyas preciosas que son las virtudes.

El término “añadir” es fascinante. Viene de un vocablo

(joregos) tomado del teatro y de las fiestas de drama que se

celebraban en la antigua Atenas. Dos famosos poetas trágicos del

cuarto siglo a.C. (Sófocles y Eurípides), creaban y presentaban

dramas que requerían de coros cada vez más grandes y costosos.

Los ciudadanos ricos y prominentes (joregos) de aquel entonces,

parece que competían por mostrar su generosidad, con objeto de

patrocinar las extravagantes puestas en escena.

Posteriormente, la misma palabra (joregos) dejó de referirse a

los ciudadanos ricos o prominentes y tomó el significado de “muy

generoso”. Aquí Pedro la emplea traducida como “añadid”, la

palabra señala que el creyente no puede satisfacerse con sólo hacer

lo mínimo, tiene que ser “generoso” (fértil, muy productivo,

abundante) en su adquisición de las virtudes.

EL CREYENTE DEBE SER PRÓDIGO EN EL USO DE

SU TIEMPO Y SU ESFUERZO PARA INVERTIRLOS

EN EL DESARROLLO DE SU VIDA CRISTIANA

REFLEXION

Uno no nace de arriba y simultáneamente

se hace maduro; se necesita tiempo. Por

supuesto, algo más que tiempo es

necesario, porque el tiempo por sí sólo

envejece. La madurez requiere de la obra

del Espíritu Santo actuando sobre el

conocimiento creciente de la palabra de

Dios. El proceso se ilustra en Judas 20:

“edificándoos sobre vuestra santísima fe”.

Ahora pasamos a considerar las virtudes mismas, los peldaños de

la escalera. Las cinco primeras tienen que ver con la vida interior del

creyente y con su relación con Dios.

(colado)

Primer peldaño

“La virtud” v. 5.

Este término, quiere decir “mérito” o “valor”, y es el mismo

que se emplea en el v. 3 donde se refiere a Cristo, y se

traduce “excelencia”. La palabra se usaba para expresar el uso

correcto o apropiado de algo. Es decir, la “excelencia” (o

uso apropiado) de un cuchillo está en su capacidad de

cortar. Si no corta, no sirve. La “excelencia” de una buena

vaca está en la cantidad y calidad de leche que produce. Si no

cumple con esos requerimientos, no sirve.

Ahora bien, la virtud (la “excelencia”) de un creyente, o

sea el propósito que Dios tiene en mente para cada hijo de

Dios, es que llegue a ser parecido a Cristo.

Su vida debe reflejar algo del atractivo de Cristo (v. 3).

Los maestros falsos hablaban muy bonito y tocaban un

montón de temas, pero su vida no demostraba lo que es el

propósito de Dios para los creyentes. Al verdadero hijo de Dios

le corresponde agregar a su fe “la virtud”, el pleno

conocimiento de lo que es el propósito de Dios y el

cumplimiento de ello, reflejando así la excelencia de

Cristo.

Segundo peldaño

“Conocimiento” v. 5.

Gracias a Dios por las emociones, pero el cristianismo es

mucho más que sólo sentimientos. Es sabiduría, sagacidad,

conocimiento obtenido en el ejercicio práctico del primer

peldaño, “la virtud” o “excelencia”.

Es una sabiduría que discierne entre lo bueno y lo malo y

evita lo último. Es la capacidad de manejar la vida con éxito y

tomar decisiones correctas a la vista de Dios. Quiere decir que

es posible vivir la vida sin cometer errores graves.

Pero, y este es un “pero” muy grande y muy fuerte, no se

puede lograr todo eso sólo por medio de las emociones. El

“conocimiento” requiere el uso de la mente. Hay cosas que

debemos aprender. Ya era tiempo que los que ocupaban el

púlpito se dirigieran a la mente de sus oyentes y no sólo a sus

emociones. Una cabeza vacía es muy susceptible de cometer

errores, y de aceptar las falsas doctrinas que prevalecían

entonces y en la actualidad.

El apóstol Pablo nos informa que los judíos “tienen celo de

Dios (¡emoción!), pero no conforme a ciencia” (Romanos

10:2). También habló de su petición ante Dios a favor de los

filipenses: “…que vuestro amor abunde aun más en

ciencia y en todo conocimiento” (Filipenses 1:9).

No debemos entrar en la pelea en ignorancia, sino que

debemos agregar a la fe y la virtud, el conocimiento.

Tercer peldaño

“Dominio propio” v. 6

La palabra que aquí se traduce como “dominio propio” es la

misma que usó Pablo en la famosa e importante lista de virtudes

que componen el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23), solamente

que allí se traduce “templanza”.

El sentido básico del vocablo original tiene que ver con el control

de nuestros apetitos en todas las áreas, tanto del raciocinio,

como de las emociones y de la voluntad.

Como en el caso de la referida ilustración de la escalera en

donde cada peldaño depende del anterior, el “dominio propio”

contempla la adquisición del “conocimiento”. Se tiene que poner

en práctica lo que ya se ha aprendido mediante la obra educativa

del Espíritu Santo a través de la palabra de Dios.

Cualquier sistema religioso que separa la ética de su doctrina, es

herético. La demanda del dominio propio era bastante fuerte,

puesto que Pedro estaba enfrentando a los maestros falsos,

muchos de los cuales postulaban que

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