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La Vida del Santo ISA, el mejor de los hijos del hombre


Enviado por   •  18 de Abril de 2016  •  Reseñas  •  7.551 Palabras (31 Páginas)  •  395 Visitas

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La Vida del Santo ISA, el mejor de los hijos del hombre

Capítulo ILa tierra ha temblado y los cielos llorado por un gran crimen que se ha cometido en la tierra de Israel. Pues han torturado y condenado a muerte al grande y justo Issa, en quien habita el alma del universo. El cual fue encarnado como un simple mortal para hacer el bien a los hombres y exterminar sus malos pensamientos. Y para devolver al hombre degradado por sus pecados una vida de paz, amor y felicidad, y recordarle al Creador único e invisible, cuya piedad es infinita y no tiene límites. Escucha lo que los mercaderes de Israel nos relatan sobre el tema.

Capítulo II

El pueblo de Israel, que habita una tierra fértil que da dos cultivos al año y posee grandes rebaños, causó con sus pecados la cólera de Dios. Quien les inflingió un castigo terrible, separándolos de su tierra, su ganado y sus posesiones. Israel se vio reducida a la esclavitud por los poderosos y ricos faraones que reinaban entonces en Egipto.

Estos trataron a los israelitas peor que a animales, encomendándoles las tareas difíciles y cargándoles de cadenas. Cubrieron sus cuerpos de moretones y heridas, sin darles alimento ni permitirles habitar bajo techo, para mantenerles en estado de continuo terror y privarles de toda semejanza humana. Y en su gran calamidad, el pueblo de Israel recordó a su protector celeste y, dirigiéndose a él, imploró su gracia y su piedad.

Reinaba entonces en Egipto, un faraón ilustre que se hizo famoso por sus numerosas victorias, las riquezas que había amontonado y sus vastos palacios que habían erigido sus esclavos para él con sus propias manos. Este faraón tuvo dos hijos, el más joven de los cuales se llamaba MOSSA. Los israelitas instruidos le enseñaron diversas ciencias.

Llamaron a Mossa en Egipto por su bondad y la compasión que mostraba por todos los que sufrían. Viendo que los israelitas, a pesar de los sufrimientos intolerables que soportaban, no abandonaban a su dios para venerar a aquellos hechos por la mano del hombre, que eran los dioses de la nación egipcia, Mossa creyó en su Dios invisible, quien no permitía que les abandonaran las fuerzas.

Y los preceptores israelitas excitaron el ardor de Mossa y recurrieron a él, rogándole para que intercediera ante su padre, el Faraón, en favor de sus correligionarios. Por eso el Príncipe Mossa fue ante su padre, suplicándole que mejorara el destino de esos desgraciados. Pero el Faraón se enfadó con él y sólo aumentaron los tormentos sufridos por sus esclavos. (Nótese que aquí hay un error, pues, en realidad, el Faraón (padre) ya había fallecido, y es su hijo quien toma el poder. Con él habla Moisés. Moisés es nombrado como su hijo, el segundo, cuando no lo fue realmente, sino rescatado del las aguas del Nilo).

Sucedió que poco tiempo después, un gran mal visitó Egipto. La pestilencia llegó a diezmar a los jóvenes y a los ancianos, a los débiles y a los fuertes; y el faraón creyó en el resentimiento de sus dioses contra él. Pero el Príncipe Mossa le dijo a su padre que era el Dios de los esclavos quien estaba intercediendo en favor de esos desgraciados, castigando a los egipcios.

El Faraón dio entonces a Mossa, su hijo, la orden de llevarse a todos los esclavos de raza judía, conducirlos fuera de la ciudad y fundar a gran distancia de la capital otra ciudad en donde habitara con ellos. Mossa hizo entonces saber a los esclavos hebreos que él les había liberado en el nombre de su Dios, el Dios de Israel, y se fue con ello de la ciudad y de la tierra de Egipto.

Les condujo a la tierra que habían perdido por sus numerosos pecados, les dio leyes y se unió a ellos para rezar siempre al Creador Invisible cuya bondad es infinita. A la muerte del Príncipe Mossa, los israelitas observaron con piedad sus leyes, por lo que Dios les recompensó por los males que les había expuesto en Egipto. Su reino se hizo el más poderoso de todos los de al tierra, sus reyes se hicieron famosos por sus tesoros y una larga paz reinó entre el pueblo de Israel.

Capítulo III

La gloria de las riquezas de Israel se extendió por toda la tierra y las naciones vecinas les envidiaron. Pero el Supremo mismo conducía los ejércitos victoriosos de los Hebreos y los paganos no se atrevían a atacarles.

Desgraciadamente, como el hombre no siempre es fiel consigo mismo, la fidelidad de los israelitas para con un dios no duró mucho. Empezaron a olvidar a todos los favores que se habían amontonado sobre ellos, sólo raramente invocaban su nombre y buscaron la protección de magos y brujos.

Los reyes y capitanes sustituyeron por sus leyes a las que Mossa había escrito para ellos. El templo de Dios y la práctica de la veneración fueron abandonados. El pueblo se entregó al placer y perdió su pureza original.

Varios siglos habían pasado desde que se fueron de Egipto cuando Dios decidió volver a castigarles. Extranjeros empezaron a invadir la tierra de Israel, devastando el país, arruinando los pueblos y levando en cautividad a sus habitantes. Y llegaron allí los paganos del país de ROMELES, del otro lado del mar. Sometieron a los hebreos y establecieron entre ellos jefes militares que les gobernaban por delegación del César.

Destruyeron los templos, obligaron a los habitantes a dejar de venerar al Dios Invisible y a sacrificar víctimas a las deidades paganas. Hicieron guerreros de los que habían sido nobles, las mujeres fueron separadas de sus esposos y las clases inferiores, reducidas a la esclavitud, fueron enviadas por miles mas allá de los mares. En cuanto a los niños, fueron pasados por l espada. pronto, en toda la tierra de Israel, sólo se oían gemidos y lamentaciones. En esta situación extrema, el pueblo recordó a su gran Dios. Imploraron su gracia y pidieron que les perdonara, y Nuestro Padre, en su piedad inagotable, escuchó sus ruegos.

Capítulo IV

En ese tiempo llegó el momento en el que el Juez todo misericordioso eligió encarnarse en el ser humano. Y el Espíritu eterno, habitando en un estado de inacción completa y de suprema beatitud, despertó y se separó del Ser Eterno por un período indefinido, para mostrar, bajo la apariencia de la humanidad, los medios de auto identificación con la divinidad y de alcanzar la felicidad eterna.

Y para demostrar con el tiempo cómo el hombre puede alcanzar la pureza moral y, separando su alma de su envoltura mortal, el grado de perfección necesario para entrar en el Reino de los Cielos, que es inmutable y donde la felicidad reina eternamente. Poco después, un niño maravilloso nacía en la tierra de Israel, hablando el propio Dios por la boca de ese niño sobre la fragilidad del cuerpo y

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