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Las Siete Peticiones Del Padre Nuestro


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2014  •  2.983 Palabras (12 Páginas)  •  367 Visitas

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LAS SIETE PETICIONES DEL PADRE NUESTRO

(N. 2803-2856. Resúmenes 2857-2865)

El primer grupo de peticiones (tres) nos lleva hacia Él para Él: santificado sea (...) venga (...) hágase (...).

El segundo grupo de peticiones (cuatro) son la ofrenda de nuestra esperanza y atrae la mirada del Padre de las misericordias: danos (...) perdónanos (...) no nos dejes (...) líbranos.

1. “Santificado sea tu Nombre”.

2. “Venga a nosotros tu Reino”.

3. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

4. “Danos hoy nuestro pan de cada día”.

5. “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

6. “No nos dejen caer en la tentación”.

7. “Y líbranos del mal”.

8. La doxología final.

“Santificado sea tu Nombre”:

El término santificar no hay que entenderlo en sentido causativo, ya que Dios es Santo, sólo Él santifica y hace santo. Hay que entenderlo en un sentido estimativo: reconocer como santo, tratar de una manera santa. Es a la vez una alabanza y una acción de gracias. Pedir que el Nombre de Dios sea santificado, también, nos compromete para que seamos “santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (Ef 1, 4).

La escritura llama Gloria a la manifestación en la historia y en la creación de la santidad divina.

“¿Quién podría santificar a Dios puesto que Él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras: <<Sed santos porque yo soy santo>> (Lv 11, 44), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante (...) Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros” (San Cipriano de Cartago).

“Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra oración que su Nombre sea santificado entre las naciones”.

“Si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del Apóstol: <<el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones>> (Rm 2, 24). Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios” (San Pedro Crisólogo).

“Esta petición, que contiene todas, es escuchada gracias a la oración de Cristo, como las otras seis que siguen”. “Padre santo, cuida en tu Nombre a los que me has dado” (Jn 17, 11).

“Venga a nosotros tu Reino”:

La palabra basileia en el Nuevo Testamento se puede traducir por:

- Realeza (nombre abstracto)

- Reino (nombre concreto)

- Reinado (nombre de acción, de reinar)

El Reino de Dios es para nosotros lo más importante.

“Se aproxima en el Verbo encarnado, se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la mente y Resurrección de Cristo. El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre”.

Esta petición expresa el deseo de la venida de Cristo en gloria, es el Marana Tha, el grito del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús”.

“Incluso (...) puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en Persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en él, puede ser también el Reino de Dios porque en él reinaremos” (San Cipriano de Cartago).

“En la oración del Señor, se trata principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo. Pero ese deseo no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu del Señor a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo”.

El Reino de Dios es justicia, gozo y paz en el Espíritu. En el estado actual está en tensión, en combate entre la “carne” y el Espíritu. “Sólo un corazón puro puede decir con seguridad: <<¡Venga a nosotros tu Reino!>> Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: <<Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal>> (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: <<¡Venga tu Reino!>>” (San Cirilo de Jerusalén).

“Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en la que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz”.

“Esta petición está sostenida y escuchada en la oración de Jesús, presente y eficaz en la Eucaristía; su fruto es la vida nueva según las bienaventuranzas”.

“Hágase tu voluntad

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