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Oración A Santa Maria


Enviado por   •  29 de Octubre de 2013  •  2.420 Palabras (10 Páginas)  •  299 Visitas

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ORACIONES A LA VIRGEN MARÍA

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San Francisco, como buen cristiano e hijo fiel de la Iglesia, profesaba una grandísima devoción a la Virgen María. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, nos lo recuerda con estas palabras: «Rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana. Pero lo que más alegra es que la constituyó abogada de la Orden, y puso bajo sus alas, para que los nutriese y protegiese hasta el fin, los hijos que estaba a punto de abandonar» (2 Cel 198).

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Antífona del Oficio de la Pasión

(S. Francisco)

Santa Virgen María,

no ha nacido en el mundo

ninguna semejante a ti entre las mujeres,

hija y esclava del altísimo y sumo Rey,

el Padre celestial,

Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo,

esposa del Espíritu Santo:

ruega por nosotros

ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro.

Gloria al Padre. Como era.

Saludo a la Bienaventurada Virgen María

(S. Francisco)

Salve, Señora, santa Reina,

santa Madre de Dios, María,

que eres virgen hecha iglesia

y elegida por el santísimo Padre del cielo,

a la cual consagró Él

con su santísimo amado Hijo

y el Espíritu Santo Paráclito,

en la cual estuvo y está

toda la plenitud de la gracia y todo bien.

Salve, palacio suyo;

salve, tabernáculo suyo;

salve, casa suya.

Salve, vestidura suya;

salve, esclava suya;

salve, Madre suya

y todas vosotras, santas virtudes,

que sois infundidas por la gracia

e iluminación del Espíritu Santo

en los corazones de los fieles,

para que de infieles hagáis fieles a Dios.

Avemaría

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Ave María, grátia plena; Dóminus tecum: benedícta tu in muliéribus, et benedíctus fructus ventris tui Jesus.

Sancta María, Mater Dei, ora pro nobis peccatóribus, nunc et in hora mortis nostrae. Amen.

Salve

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Cristo.

Salve Regína, mater misericórdiae; vita, dulcédo et spes nostra, salve. Ad te clamámus éxsules fílii Hevae. Ad te suspirárnus geméntes et flentes in hac lacrimárum valle. Eja ergo, advocáta nostra, illos tuos misericórdes óculos ad nos convérte. Et Jesum, benedíctum fructum ventris tui, nobis post hoc exílium osténde. O clemens, o pia, o dulcis Virgo María.

V. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.

R. Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.

Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de la misericordia

–como lo había prometido a nuestros padres–

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre.

Magníficat ánima mea Dóminum:

et exsultávit spíritus meus in Deo, salutári meo.

Quia respéxit humilitátem ancíllae suae:

ecce enim ex hoc beátam me dicent

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