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Planificación Del Estado


Enviado por   •  25 de Febrero de 2015  •  3.904 Palabras (16 Páginas)  •  153 Visitas

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LA JUSTIFICACION DEL ESTADO

Estamos en el territorio de la Ética Política, por ello, el problema de la justificación del Estado se plantea en el terreno del deber ser. Esta teoría va contra las teorías positivas a las que solo les importan datos y cifras. El Estado no es una mera creación de la técnica, sino el fruto de una proyección total del espíritu humano, con todos sus valores materiales e inmateriales.

¿Cómo, pues, vino a ponerse en tela de juicio la necesidad y el valor del Estado? Ello se debió, fundamentalmente, a las corrientes socialistas y anarquistas del siglo XIX, que, objetaron rudamente la legitimidad del poder político y le negaron justificación para el porvenir. Pierre-Joseph Proudhon se lanza contra toda autoridad y sueña con una sociedad anárquica en la que el poder político Engels, en su libro sobre El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, afirma que el Estado fue necesario en la sociedad dividida en clases, como instrumento de la clase explotadora sobre la explotada, pero que no tendrá razón de ser en la sociedad sin clases del comunismo.

Los anarquistas Bakunin y Kropotkin. Rechazan toda legislación, autoridad e influencia privilegidad, aun salida del sufragio universal, porque se volverían siempre en provecho de una minoría dominante y explotadora contra los intereses de la inmensa mayoría sojuzgada.

La justificación se dirige, evidentemente, al elemento central y cardinal del Estado, que es el poder, y , en ultima instancia, al principio mismo de la autoridad pública. Se trata de buscar la fundamentación última del derecho de mandar que tienen los gobernantes y el deber de obedecer que tienen los súbditos.

Entre dos perspectivas: una teórica, de principios, en la cual se considera al Estado en general, en su naturaleza y tiempo y en un lugar determinados, y otra práctica, en la cual se trata de hallar la legitimidad de un Estado particular de acuerdo con criterios de estimativa jurídica y política. Adoptaremos aquí un punto de vista teórico.

Jellinek nos dice que: “Cinco son las direcciones con las cuales se trata de probar la necesidad del Estado, a saber: partiendo de una necesidad religiosa, física, jurídica, moral y psicológica”.

La posición teológico religiosa, parte, fundamentalmente, del principio de la existencia de un Dios creador y providente, y sostiene que todas las cosas han sido creadas por Dios y en El se encuentran su primer principio y su último fin, por lo que el Estado, con su poder coactivo, siendo una realidad creada, tiene también su origen en la divinidad y se justifica en la medida en que acata sus mandamientos.

Encontramos expresiones de ese espíritu religioso, de justificación del Estado lo mismo entre los pueblos paganos, politeístas, que entre los pueblos de la tradición judeo-cristiana, monoteísta.

Homero y Hesíodo nos hablan como guardianas del orden jurídico así divino como humano. La frase de Demóstenes, recogida en el Digesto, conforme a la cual “hay que prestar obediencia a la ley por ser obra y don de Dios”. Esto demuestra que en la Ciudad Antigua, en la que había coincidencia del orden político con el religioso, existía una profunda convicción popular acerca de la sanción divina del orden establecido.

En el momento solemne en que se encontraban frente a frente las dos potestades, Poncio Pilatos y Cristo el acusado expresó categóricamente “No tendrías poder alguno sobre mi, si no te fuera dado de arriba”.

Esta doctrina cristiana primitiva fue la que siguió rigiendo el pensamiento político de los siglos posteriores. En la Escuela Patrística, San Ambrosio, San Juan Crisóstomo, San Agustín y San Gregorio Magno fueron brillantes expositores y ardientes defensores de la misma.

San Agustín niega el origen divino de la autoridad del Estado y declara que ésta es una consecuencia necesaria de la caída en el pecado, por lo cual tiene que recibir al fin de los tiempos el pago de la obra del mal. Esto es inexacto, fruto de una confusión en las ideas y de una interpretación torcida de los textos agustinianos y de la mente del gran teólogo.

La ciudad de Dios, con la finalidad de criticar al paganismo y defender a la religión cristiana del ataque de haber atraído sobre Roma la calamidad del saqueo de los godos, fue que la autoridad del Estado, en cuanto poder coactivo, en cuanto imposición de una voluntad humana sobre otra u otras, no era algo natural, ni querido por Dios para el hombre en el estado de justicia original, ya que en este estado de inocencia todos los hombres eran libres e iguales. La coacción era entonces una consecuencia del pecado origina por virtud del cual quedaron unos hombres sometidos a la autoridad de otros.

Los gobernantes representaban a Dios en la Tierra y debían contar, por tanto, con la obediencia de los súbditos.

“El Estado es obra de Dios al dar a los hombres la paz temporal y todo lo que a ésta es necesario”.

Se malinterpretaron sus palabras y sus intenciones. No se entendió en una concepción iusnaturalista.

Siendo el Estado una obra del pecado, convenía que se sometiese en todo a la Iglesia. La institución viciada y corrompida debía subordinarse a la sociedad espiritual y pura.

Así nació el agustinismo político que condujo el sacerdotalísmo medieval. Esto trajo las controversias de la Edad Media entre el poder espiritual y el temporal.

Santo Tomás, intentó, con éxito, hacer una síntesis armónica de los datos de la fe revelada con las doctrinas aristotélicas sobre la vida moral y política. Partiendo ordenadamente de la esencia mísma del hombre encuentra su natural sociabilidad.

“porque siendo el hombre naturalmente un animal sociable los hombres en el estado de inocencia hubieran vivido en sociedad; y la vida social de mucho no es posible si no hay alguno que presida dirigiendo a todos al bien común., puesto que muchos se dirigen por sí mismos a muchos fines y uno a uno solo. Por esto dice Aristóteles que cuando muchas cosas se ordenan a una sola, siempre hay una que es como la principal y directriz”.

“SI es natural al hombre que viva en sociedad con otros, es necesario que alguien rija la multitud. Porque existiendo muchos hombres y cada uno buscando aquello que le conviene, la multitud se disolvería si no hubiese quien cuidase del bien de la multitud, del mismo modo que se disolvería el cuerpo del hombre y el de cualquier animal si no existiese en su cuerpo una fuerza de dirección que atendiese al bien común de todos los miembros. Esta consideración movió a Salomón a decir: “donde no hay un gobernador, el pueblo se disipa. Acontece esto razonablemente, pues

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