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Resumen del Capítulo VIII - La Predicación Cristiana y realizar cuestionario


Enviado por   •  16 de Junio de 2018  •  Apuntes  •  2.366 Palabras (10 Páginas)  •  260 Visitas

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SEMINARIO BÍBLICO

DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS

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Guayaquil – Ecuador


Tarea # 1

Resumen del Capítulo VIII - La Predicación Cristiana y realizar cuestionario

CAPÍTULO VIII

LA PREDICACIÓN CRISTIANA

Su importancia

Los principales fines del ministerio -evangelización y enseñanza- hallan en la predicación uno de sus medios de realización más importantes.En el Nuevo Testamento, los dos verbos que expresan la acción de comunicar el Evangelio, evangelizo y kerysso, se traducen en predicar. Jesús y los apóstoles fueron grandes predicadores (Mc. 1:14; Mt. 4:23; 10:7; Mc. 6:12).

Hay otros caminos para difundir el conocimiento de la Palabra de Dios, el diálogo o la literatura, la predicación auténtica ha conservado una supremacía indiscutible. Hay vida y poderes únicos, inexistentes o muy disminuidos en otros medios de comunicación. Su fuego, sus inflexiones, su capacidad para sacudir la mente, encender los sentimientos y mover la voluntad no tienen comparación.

Si la predicación ha decaído, ello no se debe a un fenómeno de anacronismo (incoherencia, equivocación), sino a que muchos predicadores han perdido la verdadera naturaleza y las características esenciales de su función.

Definición

Es difícil definir la predicación, ya que se trata de una actividad compleja y de amplias dimensiones. Aun a riesgo de omitir elementos importantes, la definición es una ayuda para comprender y retener lo esencial de una materia.

Ladefinimos así: Es la comunicación, en forma de discurso oral, del mensaje divino depositado en la Sagrada Escritura, con el poder del Espíritu Santo y a través de una persona idónea, a fin de suplir las necesidades espirituales de un auditorio.

El contenido de la predicación

El contenido de la predicación es la Palabra de Dios. No olvidemos que es kerygma. Nada de lo que el hombre añada puede desfigurar o debilitar el mensaje divino. Esta característica era expresada de modo tajante en los días de la Reforma: Praedicatio Verbi Dei estVerbum Dei (la predicación de la Palabra de Dios es la Palabra de Dios). Esto es la piedra de toque para distinguir la verdadera predicación del discurso.

El predicador cristiano está en la línea de sucesión de los antiguos profetas; detrás de sus afirmaciones ha de estar el Así dice el Señor. Es discípulo de Jesús y, como su Maestro, ha de dar a quienes le escuchan no sus propias palabras, sino lo que ha oído del Padre (Jn. 8:26, 38; 12:50). Su mensaje, al igual que el de Pablo y sus colaboradores, debiera ser acogido no como palabra de hombres, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios (1 Tes. 2:13).

La Palabra de Dios posee una energía vital única (Heb. 4: 12) y no volverá vacía a Aquel que nos la ha dado. Sean cuales sean los resultados visibles, la Palabra de Dios cumplirá el propósito·de Dios; unas veces para salvación (1 Tes. 1); otras para juicio (Jn. 12:48). La predicación genuina tendrá siempre ese doble efecto. Difundirá el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden(2 Cor. 2:15). El resultado final debe dejarse al Señor. Mutilar la Palabra, deformarla o abaratarla con objeto de que la predicación resulte más aceptable no es sólo una gran equivocación; es un pecado del que Dios pedirá cuentas a todo falso profeta (Jer. 23:9-40).

Palabra y Escritura

La Palabra de Dios no llega al predicador, ni a ningún otro ser humano, de modo directo. Se halla en la Sagrada Escritura. Sus páginas contienen el testimonio de los grandes hechos de la historia de la salvación y la interpretación de los mismos, con la garantía de la inspiración divina (II Tim. 3:16). La predicación cristiana ha de ser particularmente bíblica, lo cual no significa tan sólo que ha de girar en torno a un determinado texto de la Escritura, sino que ha de estar impregnada en la totalidad de sus enseñanzas.

Es fascinante la revelación que en la Sagrada Escritura encontramos de Dios, de sus atributos, de sus propósitos maravillosos, de sus obras, de su providencia, de su gracia, de la complejidad misteriosa de su persona, del sublime destino a que Dios le llama, de la historia de la salvación entrelazada con la historia del mundo, es maravilloso. No menos enriquecedores son los pasajes biográficos, poéticos, didácticos, sus denuncias proféticas, sus mensajes de aliento o sus perspectivas escatológicas pletóricas de luz. El predicador familiarizado con esta riqueza, inmensa y varia, de la Biblia, no tendrá dificultades en anunciar todo el consejo de Dios(Hec. 20:27) y así alimentar a la grey, al rebaño, del Señor.

El Espíritu Santo y la predicación

Cualquier forma de testimonio cristiano exige el poder del Espíritu Santo (Hec. 1:8). ¡Cuánto más la predicación! El primer sermón oído en la primera iglesia cristiana fue resultado de la acción del Espíritu el día de Pentecostés (Hec. 2). La fuerza irresistible de los discursos de Esteban se debía al mismo poder (Hec. 6:8-10; 7:55). Detrás del mensaje de Pedro en casa de Cornelio estaba la presencia y la acción del Espíritu Santo (Hec. 10:19, 44). Y Pablo reconoce sin rebozo que en esta intervención del Espíritu de Dios radicaba el secreto de su predicación (1 Cor. 2:4; II Cor. 3:3; 1 Tes. 1:5).

Estos datos del Nuevo Testamento sonsuficientes para mostrarnos que la homilética es una derivaciónde la pneumatología. Un predicador divorciado del Espíritues metal que resuena y címbalo (campana) que retiñe. No bastaque conozca a fondo la Biblia y la exponga con precisalealtad. Si el Espíritu Santo no obra en las mentes y en loscorazones de los oyentes los resultados serán nulos. La Palabra de Dios es la verdad de que los hombreslo admitan o no. Pero esa verdad permanece velada entanto el Espíritu no realiza su obra iluminadora en el interiordel corazón humano (1 Cor. 2:9-14). Las cosas que ojo no vio ni oído oyó, es decir, el contenido de la revelación,existía antes de que se hicieran realidad subjetiva, pero esto último se produjo cuando Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu.

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