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Vitrales De Santo Domingo De Guzman Caicara De Maturin Monagas Venezuela


Enviado por   •  8 de Mayo de 2013  •  3.927 Palabras (16 Páginas)  •  878 Visitas

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Historia de los vitrales de la Iglesia de Sto. Domingo de Guzmán de Caicara Municipio Cedeño Monagas Venezuela

Historia:

El vidrio aparece en los orígenes mismos de la civilización, en Egipto y Mesopotamia; sin embargo, su empleo en la arquitectura debió esperar mucho tiempo. Las ventanas eran desconocidas, no sólo en las culturas antes mencionadas, sino que también en Grecia y Roma edificios tan importantes como el Partenón de Atenas o el Panteón de Roma debían iluminar su interior mediante una abertura en el techo, por la que entraba no sólo el sol, sino también la lluvia.

Las primeras ventanas se cerraban con hojas de madera que las oscurecían por completo, o a medias, mediante persianas o celosías. Incluso en tiempos relativamente recientes, la arquitectura tradicional de Japón sólo empleaba canceles fijos o corredizos, llamados fusuma, cerrados con papel karakami. En otros países, el empleo de papel o tela encerados, así como del pergamino, sería la solución común durante siglos para cerrar las ventanas sin perder toda la luminosidad.

Hacia el final del Imperio Romano los edificios más importantes incorporaron por vez primera en sus ventanas pequeños vidrios que se podían unir mediante cañuelas de plomo. La Alta Edad Media no se distinguió por sus avances técnicos y los edificios sólo podían permitir pequeñas aberturas para efectos de iluminación.

A partir del año 1000, sin embargo, Europa experimentó un enorme avance social con la reaparición de las ciudades, y grandes construcciones, como las catedrales, superaron las técnicas constructivas de la Antigüedad en forma notable, elevando su altura "en busca de monumentalidad" sin incrementar su masividad, lo que permitió agrandar el tamaño de las ventanas. En algunos países, por ejemplos en Francia, la superficie de estos nuevos y gigantescos vanos recibió esa forma de la pintura a que se refiere Focillon, casi la única (con mosaicos hechos con piezas de vidrio opaco) de este período: los vitrales, que alcanzaron su cumbre en el siglo XII, en la catedral de Chartres.

Pero aún sin vitrales pictóricos, algunas de estas construcciones, como la abadía de Bath, en Inglaterra, por la ligereza de su estructura de piedra, consiguieron un área de ventanas (transparentes) de más de un sesenta por ciento de su exterior, lo que aportó una ventaja indudable en latitudes con poca luminosidad natural. Los edificios civiles también se beneficiaron con esta nueva forma de construcción, como la mansión de Hardwick Hall, en Derbyshire, de 1590, que dio origen al siguiente verso: "Hardwick Hall, more glass than wall" ("Hardwick Hall, más cristal que muro").

El Renacimiento devolvió la pintura a los muros. Los muros se empezaron a pintar al fresco y la madera y la tela con la también nueva técnica al óleo. Los vidrios de las ventanas serían transparentes y los vanos se redujeron, en general, si bien los vitrales continuaron adornando muchos espacios de iluminación. La siguiente etapa se desarrolló durante la Revolución Industrial de la segunda mitad del siglo XVIII: se construyeron grandes estructuras de hierro y se fabricaron vidrios de mayores dimensiones a menor costo. Con estos dos recursos, los jardineros concibieron invernaderos totalmente acristalados, experiencia que le permitió a John Paxton levantar en 1851 en Londres el Palacio de Cristal, enteramente de hierro y vidrio, que fuera el edificio más grande construido por el hombre. Las estaciones de ferrocarril, los pasajes y centros comerciales, los museos y toda clase de edificios públicos y privados de Europa y los Estados Unidos incorporaron muy pronto grandes ventanas y cubiertas de cristal en andenes, pasillos, halls, cubos de escaleras.

Las fachadas de cristal han obligado a la industria a desarrollar vidrios polarizados o reflejantes, así como inastillables o prácticamente irrompibles, a fin de superar los problemas que plantean la temperatura y la seguridad. Vivir rodeados de grandes cristales ha hecho que la transparencia de la arquitectura sea ya parte integral de nuestras vidas. El exterior y el interior de nuestras casas, tiendas y oficinas no están obligadamente separados por la barrera de los muros, y en los espacios cerrados nuestra vista pasa de un lugar a otro de una manera antes inconcebible. Es indudable que aún los arquitectos más audaces del siglo XX, al hacer fachadas enteramente de cristal, no dejan de ser herederos directos de los que levantaron las catedrales góticas, hace ya casi un milenio.

Luz de colores

El vitral, ese mágico instrumento para transformar la luminosidad en colores, sin duda tuvo su origen en épocas tempranas, cuando el hombre descubrió que ciertos materiales de su entorno permitían el paso de la luz y que ésta variaba en intensidad durante el transcurso del día. Los vestigios más antiguos del vitral se remontan al siglo III de nuestra era, en Roma.

En la Edad Media el vitral adquirió una fisonomía propia convirtiéndose en un elemento arquitectónico insustituible por su cercanía a la misteriosa espiritualidad de la época. Hacia el siglo XII, gracias a la técnica de pintura sobre vidrio aparece por primera vez la figura humana en el vitral. La catedral de Chartres, en Francia es la culminación del arte de los cristales multicolores.

Son muchos los templos y los edificios públicos y privados de que ostentan en su decoración vitrales y emplomados de gran belleza nacidos, un eslabón más de la transparente cadena del vidrio elaborado en el mundo.

Fuente: México en el Tiempo No. 37 julio / agosto 2000

El perro con la antorcha:

La Leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo viene del Latín Dominicus, que significa "del Señor". De Dominicus (Domingo)

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