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Vitrales De Santo Domingo De Guzman Caicara De Maturin Monagas Venezuela

fcomb8 de Mayo de 2013

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Historia de los vitrales de la Iglesia de Sto. Domingo de Guzmán de Caicara Municipio Cedeño Monagas Venezuela

Historia:

El vidrio aparece en los orígenes mismos de la civilización, en Egipto y Mesopotamia; sin embargo, su empleo en la arquitectura debió esperar mucho tiempo. Las ventanas eran desconocidas, no sólo en las culturas antes mencionadas, sino que también en Grecia y Roma edificios tan importantes como el Partenón de Atenas o el Panteón de Roma debían iluminar su interior mediante una abertura en el techo, por la que entraba no sólo el sol, sino también la lluvia.

Las primeras ventanas se cerraban con hojas de madera que las oscurecían por completo, o a medias, mediante persianas o celosías. Incluso en tiempos relativamente recientes, la arquitectura tradicional de Japón sólo empleaba canceles fijos o corredizos, llamados fusuma, cerrados con papel karakami. En otros países, el empleo de papel o tela encerados, así como del pergamino, sería la solución común durante siglos para cerrar las ventanas sin perder toda la luminosidad.

Hacia el final del Imperio Romano los edificios más importantes incorporaron por vez primera en sus ventanas pequeños vidrios que se podían unir mediante cañuelas de plomo. La Alta Edad Media no se distinguió por sus avances técnicos y los edificios sólo podían permitir pequeñas aberturas para efectos de iluminación.

A partir del año 1000, sin embargo, Europa experimentó un enorme avance social con la reaparición de las ciudades, y grandes construcciones, como las catedrales, superaron las técnicas constructivas de la Antigüedad en forma notable, elevando su altura "en busca de monumentalidad" sin incrementar su masividad, lo que permitió agrandar el tamaño de las ventanas. En algunos países, por ejemplos en Francia, la superficie de estos nuevos y gigantescos vanos recibió esa forma de la pintura a que se refiere Focillon, casi la única (con mosaicos hechos con piezas de vidrio opaco) de este período: los vitrales, que alcanzaron su cumbre en el siglo XII, en la catedral de Chartres.

Pero aún sin vitrales pictóricos, algunas de estas construcciones, como la abadía de Bath, en Inglaterra, por la ligereza de su estructura de piedra, consiguieron un área de ventanas (transparentes) de más de un sesenta por ciento de su exterior, lo que aportó una ventaja indudable en latitudes con poca luminosidad natural. Los edificios civiles también se beneficiaron con esta nueva forma de construcción, como la mansión de Hardwick Hall, en Derbyshire, de 1590, que dio origen al siguiente verso: "Hardwick Hall, more glass than wall" ("Hardwick Hall, más cristal que muro").

El Renacimiento devolvió la pintura a los muros. Los muros se empezaron a pintar al fresco y la madera y la tela con la también nueva técnica al óleo. Los vidrios de las ventanas serían transparentes y los vanos se redujeron, en general, si bien los vitrales continuaron adornando muchos espacios de iluminación. La siguiente etapa se desarrolló durante la Revolución Industrial de la segunda mitad del siglo XVIII: se construyeron grandes estructuras de hierro y se fabricaron vidrios de mayores dimensiones a menor costo. Con estos dos recursos, los jardineros concibieron invernaderos totalmente acristalados, experiencia que le permitió a John Paxton levantar en 1851 en Londres el Palacio de Cristal, enteramente de hierro y vidrio, que fuera el edificio más grande construido por el hombre. Las estaciones de ferrocarril, los pasajes y centros comerciales, los museos y toda clase de edificios públicos y privados de Europa y los Estados Unidos incorporaron muy pronto grandes ventanas y cubiertas de cristal en andenes, pasillos, halls, cubos de escaleras.

Las fachadas de cristal han obligado a la industria a desarrollar vidrios polarizados o reflejantes, así como inastillables o prácticamente irrompibles, a fin de superar los problemas que plantean la temperatura y la seguridad. Vivir rodeados de grandes cristales ha hecho que la transparencia de la arquitectura sea ya parte integral de nuestras vidas. El exterior y el interior de nuestras casas, tiendas y oficinas no están obligadamente separados por la barrera de los muros, y en los espacios cerrados nuestra vista pasa de un lugar a otro de una manera antes inconcebible. Es indudable que aún los arquitectos más audaces del siglo XX, al hacer fachadas enteramente de cristal, no dejan de ser herederos directos de los que levantaron las catedrales góticas, hace ya casi un milenio.

Luz de colores

El vitral, ese mágico instrumento para transformar la luminosidad en colores, sin duda tuvo su origen en épocas tempranas, cuando el hombre descubrió que ciertos materiales de su entorno permitían el paso de la luz y que ésta variaba en intensidad durante el transcurso del día. Los vestigios más antiguos del vitral se remontan al siglo III de nuestra era, en Roma.

En la Edad Media el vitral adquirió una fisonomía propia convirtiéndose en un elemento arquitectónico insustituible por su cercanía a la misteriosa espiritualidad de la época. Hacia el siglo XII, gracias a la técnica de pintura sobre vidrio aparece por primera vez la figura humana en el vitral. La catedral de Chartres, en Francia es la culminación del arte de los cristales multicolores.

Son muchos los templos y los edificios públicos y privados de que ostentan en su decoración vitrales y emplomados de gran belleza nacidos, un eslabón más de la transparente cadena del vidrio elaborado en el mundo.

Fuente: México en el Tiempo No. 37 julio / agosto 2000

El perro con la antorcha:

La Leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por nombre domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo viene del Latín Dominicus, que significa "del Señor". De Dominicus (Domingo) viene Dominicanus (Dominico, que es el nombre de la Orden de Santo Domingo). No obstante, utilizando un juego de palabras, se dice que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Señor) y canis (perro), significando "el perro del Señor" o el vigilante de la viña del Señor) y que Domingo de Guzmán sería el que con su palabra iluminaria todas las naciones.

Santo Domingo "en Soriano”:

En este vitral se representa la aparición de santo Domingo en Soriano en 1510 a Fray Vicente de Catanzaro, ciudad de la Calabria Ulterior, un dominico de vida piadosa y austera, bajo inspiración de Santo Domingo -según cuentan las antiguas crónicas- llegó a Soriano para fundar un convento, aunque se construyó con escasez de medios materiales con la ayuda especial de la Divina Providencia. La pequeña comunidad de frailes establecida en Soriano vivió casi ignorada hasta 1530.

Ese año, la noche del 15 de septiembre, la Virgen se apareció a Fray Lorenzo da Grotteria, hermano sacristán, y le entregó una tela con la representación de Santo Domingo. Desde entonces la imagen milagrosa de Santo Domingo en Soriano ha gozado de gran veneración y devoción:

“Fue Fray Lorenzo a encender las velas para maitines y al volver vio a tres señoras de sublime aspecto... Una le llamó y le preguntó por el titular de aquella iglesia y qué imágenes tenía. Y como él contestase que el titular era Santo Domingo y que no había más imagen que una, toscamente pintada en la pared sobre el altar, la Señora, sacando un gran rollo de tela, se lo entregó diciendo: “Lleva esta imagen al superior y que la ponga en vez de la otra”. Encontrándose el sacristán con los frailes que venían a maitines, les contó lo ocurrido pero no le creyeron hasta que, desenvolviendo el lienzo, vieron la efigie y conocieron su origen sobrenatural. Fueron en busca de las aparecidas sin que ninguno diera con ellas y entonces comprendieron el misterio...A mayor abundamiento, la noche siguiente, orando un fraile se le apareció Santa Catalina virgen y mártir, de quien era muy devoto y le reveló, cómo la donante había sido la Santísima Virgen acompañada de Santa María Magdalena y de ella misma, pues ambas eran protectoras de la Orden y debían intervenir en cuantos favores el cielo le dispensaba.

Su efigie tiene una expresión mezclada de majestad y de humildad... en su semblante se retrata madurez de hombre y de alegría infantil, y tiene suave palidez, indicio de mortificación corporal, y tranquilidad de alma. Pero sobre todo parece respirar bondad. Muchos artistas han querido copiarla sin acierto... La estatura de la efigie mide poco más de cinco palmos. En la mano derecha tiene un libro y en la izquierda una azucena. El rostro es algo afilado y la nariz aguileña; los cabellos son en gran parte canos y los restantes, así de la barba como de la cabeza, tiran a rubios; los ojos son serenos y, de doquier que se miren, corresponden al espectador, infundiendo temor santo. Los vestidos no cubren el talón, sino que aparece todo el pie, con calzado negro.

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