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CARACTERISTICAS DEL NIÑO DEFICIENTE MENTAL..


Enviado por   •  23 de Diciembre de 2016  •  Informes  •  2.494 Palabras (10 Páginas)  •  406 Visitas

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EL NIÑO DEFICIENTE MENTAL.

CARACTERISTICAS DEL NIÑO DEFICIENTE MENTAL.

Se entiende por deficiencia mental la capacidad restringida de aprender. El grado de impedimento varia de unas personas a otras. Muchos de los deficientes son educables; se les considera capaces de adquirir conocimientos académicos por medio de una instrucción especializada. Pueden ser útiles a la sociedad si disponen de alguna modalidad de supervisión que compense sus limitadas posibilidades de raciocinio.

El deficiente mental puede aprender a cuidar de si mismo, pero es incapaz de independizarse por completo. Actúa perfectamente en un clima de protección, en un taller protegido. Solo un bajo porcentaje de los que padecen esta desventaja dependen totalmente de otras personas.

La deficiencia mental puede ser consecuencia de cualquier factor que cause una disfunción cerebral – infección, toxinas, lesión, carencia prolongada de oxígeno, etc. – o impida su desarrollo normal, por ejemplo, los factores genéticos del síndrome de Down, etc.

DIFICULTADES DE PERCEPCIÓN.

El niño tiene dificultades para interpretar adecuadamente las experiencias sensoriales; aunque sea físicamente capaz de percibir las cosas, carecen de sentido para él. Si padece una lesión en el área cerebral que interpreta el sonido, podrá escucharlo con nitidez, pero será incapaz de comprender su significado o de asociarlo con otras sensaciones. De igual manera, un niño con visión normal no podrá reconocer e interpretar las sensaciones visuales a causa de la lesión cerebral en el área relacionada con esta función.

El niño que padece dificultades de percepción se trastorna fácilmente cuando recibe unas directrices. Es importante darle órdenes escuetas, hablarle despacio, acompañando las palabras con gestos que le ayuden a comprender el significado de lo que escucha.

PERSEVERANCIA.

El muchacho repite una y otra vez preguntas que ya le fueron contestadas. Tal vez ejecuta una acción cuando carece ya de sentido.

COMPORTAMIENTO IMPULSIVO.

Muchos de los débiles mentales están libres de inhibiciones y tienen dificultades para controlar sus impulsos. Tales sujetos padecen accesos repentinos de comportamiento violento cuando se sienten frustrados en el juego o se produce un cambio imprevisto en sus costumbres. De ordinario, no resulta difícil calmarlos. Basta con proponerles una nueva actividad. Responden bien a la rutina y precisan de disciplina constante a fin de aprender un comportamiento socialmente aceptable.

TRASTORNO MOTRIZ.

El niño con parálisis cerebral tiene dañada el área motórica de su cerebro (que controla los movimientos del cuerpo y determina la tensión de los músculos). Quizá evidencie uno o varios de los síntomas siguientes: pobre coordinación motriz con falta de estabilidad y torpeza, movimientos involuntarios que van desde las sacudidas musculares apenas perceptibles hasta las contorsiones, que afectan con especial intensidad a los dedos de las manos, a las muñecas y a los dedos de los pies; debilidad anormal de sus músculos (miembros fláccidos); tensión excesiva de sus músculos (que origina espasmos con frecuencia). Estas anomalías de la tensión muscular y del movimiento pueden dar lugar a ojos estrabicos o quizá, dificulten la masticación, deglución y articulación adecuadas.

Es claro que, cuando algunas áreas del cerebro han sufrido daños, otras zonas cerebrales pueden verse también afectadas. Por consiguiente, el niño que haya padecido parálisis cerebral presentara, tal vez, síntomas de sordera, trastornos en la visión, dificultades de percepción o deficiencia mental.

Las familias que tienen hijos en estas condiciones deberían someterlos a revisión médica cada dos años; de esta forma sabrían exactamente en qué situación se encuentran. Dado que más de la mitad de los niños afectados por parálisis cerebral tienen inteligencia “normal” o superior a la “normal”, seria falso concluir que el niño que presente alguno o varios de los síntomas apuntados es deficiente mental.

Esta presunción falsa haría que los padres de un niño con inteligencia “normal” adoptaran una postura de desesperanza. Quizá llegarían a abandonar al niño a su suerte en lugar de planificar un programa adecuado de rehabilitación.

Marie Killilea escribió una historia aleccionadora, Karen, en la cual se habla de una niña afectada por parálisis cerebral, que supero algunas de sus deficiencias físicas gracias a los años que su familia trabajo con ella en un programa arduo de ejercicio intenso. Cuando era muy pequeña, Karen daba la impresión de ser deficiente mental, ya que se desarrollaba muy lentamente. Esto se debía, sin embargo, a graves problemas físicos.

Su madre advirtió que la mirada de la niña era demasiado despierta para una deficiente mental y, bajo la guía de especialistas en el campo de la parálisis cerebral, elaboro un programa de rehabilitación para su hija.

El ejercicio diario –uno de los elementos esenciales de la rehabilitación– exige gran fuerza de voluntad. Por este motivo, muchos padres se desaniman con frecuencia.

La historia de Karen podría servir de estímulo a las familias que se desanimaron e interrumpieron sus esfuerzos en favor de un niño que se encuentre en la misma situación que ella; seria, en cambio, nefasta para aquellos que se sienten frustrados cuando intentan obtener resultados similares de un niño demasiado afectado física y mentalmente para responder a un programa similar.

Karen no era deficiente mental. Por consiguiente, no debe ser puesta como modelo para el niño que si lo es. Este no puede obtener los resultados que un niño “normal” conseguiría con el programa de rehabilitación al que ella se sometió. Los padres del niño con parálisis cerebral y deficiencia mental se desanimarían y se culparían a sí mismos de los pobres resultados obtenidos; pensarían que no siguieron el programa de ejercicios con la intensidad adecuada.

A los niños con parálisis cerebral deberían ofrecérseles todo tipo de oportunidades a fin de que puedan desarrollar todas sus posibilidades. Es trágico que un niño con inteligencia “normal” se vea condenado a una vida puramente vegetativa por el simple hecho de haberse visto privado de un plan de rehabilitación. Es igualmente lamentable que una familia dedique años de terapia intensiva a un niño que carece de posibilidad de desarrollo.

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