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Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  5.606 Palabras (23 Páginas)  •  246 Visitas

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INTRODUCCIÓN

“Estoy absolutamente convencido que ninguna riqueza del mundo puede ayudar a que progrese la humanidad. El mundo necesita paz permanente y buena voluntad perdurable.” (Albert Einstein)

El tema de mi trabajo se basa principalmente en cómo lograr un crecimiento tanto económico como personal apoyándonos en valores éticos, en una primera parte explicaré como es que la ambición hace que las personas quieran superarse pero al mismo tiempo las puede transformar totalmente, comenzaré por hablar de los profesionistas y su desenvolvimiento laboral siguiendo con el utilitarismo explicado por los teóricos J. Bentham, James Mill y J. Stuart Mill. Así mismo hablaré de la teoría moral de Piaget y Kohlberg que nos explica como se forman los valores en los seres humanos, como bien lo cité al principio, no es la riqueza la que hace progresar, sí no los valores, las buenas voluntades, que como personas aplicamos a nuestras vidas para ser mejores no sólo económicamente sí no también socialmente.

DESARROLLO

La ambición es el deseo ardiente de poseer riquezas, fama, poder u honores. Puede tratarse también como ambición, el deseo de obtener algo en grande, de tal manera que como seres humanos, podemos fijarnos metas ambiciosas, refiriéndonos con esto al hecho de querer lograr superar las expectativas, sobresalir del resto de las personas. La ambición es lo que nos mueve y motiva día a día, el deseo por superarse y llegar mucho más lejos y lograr nuestros objetivos que para algunos pueden resultar imposibles, sin embargo para la persona ambiciosa todo es posible con determinación, esfuerzo y dedicación. Provee la motivación y determinación necesaria para lograr objetivos y metas en la vida. En ocasiones, se suele confundir la ambición con la avaricia, mediante la cual, una persona avariciosa podría dañarse a si mismo o a los demás para conseguir lo que desea. La ambición en contraste, tiene que ver con el deseo de ser mejor.

Pero, convengamos que ejercer la ambición no siempre es algo que se pueda hacer con mucha cautela ni diplomacia. Generalmente presupone una demanda de energía, respuestas, gusto por el poder, agresividad e innovación, actitudes que pueden desagradar a mucha gente, sobre todo en nuestros países.

La ambición en la verdad merece una mejor reputación. La historia confirma que la ambición está más orientada hacia una acción buena que hacia una mala.

La única energía humana que mueve a las personas, que las hace avanzar y que direcciona sus esfuerzos para realizar una cosa, es la ambición. Las personas ambiciosas son impulsadas por un poderoso deseo de cambiar las cosas a su alrededor, y también su propio destino durante el proceso. Donde los otros observan obstáculos, ellas ven una oportunidad. Ignoran lo viejo y tienen coraje para explorar lo nuevo. Piensan en grande y se llenan de entusiasmo con las innovaciones y maneras diferentes y mejores de hacer las cosas. Batallar por una idea es una de las características comunes de todos los ambiciosos. Otra, no menos importante, es mirar hacia adelante y ver cosas que otros no ven.

La visión es, probablemente, uno de los sentidos más aguzados, como un surfista que reconoce de lejos la mejor ola y genera una forma de salvarla mucho antes que la mayoría de sus contendores. Los ambiciosos abren la mano de un presente seguro y promisorio en pos de un futuro incierto. A los ambiciosos les agrada correr riesgos, cambiar lo cierto por lo incierto. Pero es necesario reconocer que el exceso de ambición, como en todas las cosas, es siempre peligroso y la moderación es sinónimo de inteligencia.

Ícaro representa a la ambición como ciega, imprudente y peligrosa. Pero la ambición equilibrada, al contrario, es compuesta de un propósito constante y gobernada por el buen sentido y por fuertes valores. De preferencia valores que mantengan el coraje, la perseverancia y, sobre todo, la ética. Aquellos que ultrapasan los límites de la honestidad, corren un serio riesgo de ver su carrera naufragar.

En el ámbito personal o profesional, nuestras relaciones son gobernadas por los valores y por las creencias que adquirimos a lo largo del tiempo. Ese criterio también nos ayuda a trazar una línea entre la conducta mora y la inmoral. Los ambiciosos deben aferrarse a esos valores para no ser vulnerables a la corrupción.

Es claro que todos queremos más: más dinero, más poder, más reconocimiento. Al final, el deseo de crecer es el combustible que alimenta la ambición. El asunto es identificar los límites para obtenerse lo deseado. Pero una buena ambición requiere algo más que eso. El ideal es que el éxito sea alcanzado de una manera que beneficie e inspire a los otros. O sea el buen ambicioso necesita de una causa de valor que lo guíe por medio de la adversidad. Algo que enriquezca la vida y dé a la persona un sentido, un significado. La mayoría de los profesionales no piensa cómo su trabajo puede contribuir en un sentido más amplio, más ambicioso. La ambición es una de las características de los emprendedores. Muchos de ellos consiguen transformar la arrogancia en altruismo. Pero otros, al contrario, sucumben a las ganancias, a la megalomanía y al autoritarismo, fallas humanas comunes que representan el lado más oscuro de la ambición. Muchas veces las personas se tornan tan seguras de su superioridad que no se dan cuenta de que nadie consigue obtener éxito solo, y acaban aislando a sus seguidores. Ignoran consejos y no aceptan fácilmente comentarios ni sugerencias. Prefieren mandar a oír, y dominar por la fuerza de la autoridad, en vez de por la fuerza de las ideas. Conviven mal con la competencia ajena. Se sienten amenazados por las opiniones de los otros, principalmente si ésta difiere de las de ellos.

En líneas generales, la ambición es algo poderoso, capaz de promover una rápida escalada o una caída brusca. Alcanzar la cima o llevarse una caída con ella. El hecho es que la ambición funciona como un motor, un resorte propulsor del crecimiento.

Un claro ejemplo de ésta ambición son los empresarios. La sociedad actual ha otorgado un papel clave a los empresarios, encargados de generar empleo y riqueza, por lo que todo nuestro sistema de vida se basa en gran medida en ellos. Inculcando desde ámbitos como la patronal el espíritu emprendedor para apoyar y estimular la creación de nuevas empresas. La administración publica o agentes como los sindicatos han de asegurar que todo se realice de la mejor forma posible, pero partiendo de la base de que ellos no crean nuevas empresas, simplemente colaboran para que otros las creen. Los emprendedores suelen trasladar sus sueños personales al ámbito profesional, ofreciendo lo máximo de cada uno para

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