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CUERPO, ACONTECIMIENTO Y EDUCACIÓN


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2019  •  Apuntes  •  2.239 Palabras (9 Páginas)  •  528 Visitas

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CUERPO, ACONTECIMIENTO Y EDUCACIÓN

FERNANDO BÁRCENA

Desde el punto de vista filosófico, la ambivalencia del cuerpo puede explicarse porque puede ser un objeto de estudio, es decir, una construcción o forma simbólica y al mismo tiempo es un cuerpo que se inscribe en el “espacio de la existencia”, esto es, un cuerpo que puede vivirse como lucha, como nacimiento, como dolor, como placer. El cuerpo es, entonces, un cuerpo equivoco.

Se trata de pensar el cuerpo como un acontecer del pensamiento y como un acontecimiento del existir. ¿Dónde se sitúa la educación en este panorama? La cuestión no seria hacer del cuerpo un objeto a educar en función de una idea o modelo normativo, sino que es el cuerpo mismo, en lo que acontece, quien proporciona dimensiones inéditas para el acontecimiento del aprender.

Si pensamos el cuerpo en el ámbito de la significación, el sentido ya está dado, cerrado, interpretado. Si pensamos el cuerpo desde el sentido, los significados se abren a nuevas interpretaciones, a nuevas posibilidades. En el orden del sentido, el pensar ser abre a lo que viene como acontecimiento.

El cuerpo nos devuelve, como cuestión no cancelada, la pregunta por el sentido. Y la pregunta por el sentido es la pregunta por lo que sigue abierto después de pensado, es decir, lo que permanece como pensable. El sentido solo puede adoptar la forma de una “apertura”.

Nadie sabe lo que puede un cuerpo, decía Spinoza. Bárcena propone pensar nadie sabe lo que fuerza un cuerpo. El cuerpo es lo que fuerza todo pensar si se logra desmontar la imagen dogmática de la verdad.

El cuerpo es uno de esos “signos”, de esas señales que fuerzan el pensamiento y permiten entender la labor filosófica de otro modo. El cuerpo es el afuera del pensamiento, lo que violenta: un acontecimiento para el pensar y un acontecimiento del existir (cuerpo vivido).

Pensar la filosofía de este modo es darse cuenta de que el pensamiento y lo que crea depende de la contingencia de un encuentro, es decir, el acontecimiento de una relación. Y resulta que ese acontecimiento, esa relación y ese encuentro son inexplicables por el concepto y solo se puede dejar lugar al cuerpo como acontecimiento, como espacio o suelo en el que se afirma lo imprevisible o lo inesperado.

EL OLVIDO DEL CUERPO: EL SUJETO SIN CUERPO

La tradición platónica considera el cuerpo como un sepulcro del alma. Desde Platón parece imponerse una lógica disyuntiva según la cual lo positivo y admirable está “arriba”, en lo eterno, y lo “negativo”, abajo en la materialidad de la tierra, de donde proviene el cuerpo. Esto deriva de su tesis de que la filosofía es una purificación del alma y un ejercicio o aprendizaje de la muerte, un aprendizaje que requiere el abandono del cuerpo.

Según Michel Onfray “El platonismo muestra teóricamente el cruel olvido del cuerpo, el desprecio de la carne, la grandeza del alma y la pequeñez de las envolturas carnales..”

Posteriormente, desde que René Descartes excluyera el cuerpo humano del conocimiento, como resultado de la brecha abierta entre la res cogitans (cosa pensante) y la res extensa (cosa que ocupa lugar). La tradición filosófica, en gran parte, elogio a la razón humana olvidando de esta manera al cuerpo. El cuerpo solo se caracterizó por la “extensión” y la “exposición”.

Con Maurice Merleau Ponty se modifica la concepción anterior y se entiende al cuerpo como cuerpo vivido. Afirma que el cuerpo tiene su propia intencionalidad y significación, es conciencia encarnada: hace aparecer un mundo, tiene su propia interioridad y no es un mero objeto entre otros objetos del mundo. El cuerpo es un espacio expresivo, lo que permite hacer y vivir un mundo. Cada uno es su propio cuerpo, pues el alma y la mente no pueden vivir sino por mediación del cuerpo. Porque hay cuerpo, existe el tiempo y el espacio como algo narrable. Hasta en su función sexual, hay en el cuerpo una intencionalidad y un poder de significación personal, la presencia de un yo. El cuerpo es expresión y palabra, es lenguaje. Ahí toma sentido la idea de un cuerpo viviente.

Durante los gobiernos totalitarios y autoritarios como el nazismo se evidencia la experiencia de un cuerpo sin sujeto que deambula como un fantasma en el espacio total sin tiempo que es el campo de concentración. El campo de concentración es el paradigma moderno del espacio de dolor y de la transformación del cuerpo en una figura informe. El “campo de concentración” es un espacio de abandono donde el cuerpo queda dejado a su sufrimiento, a la pasividad y al mutismo inexpresivo.

De este modo, a partir de este recorrido histórico, se puede observar que la historia del hombre es la tragicomedia de una relación con el cuerpo, un cuerpo reducido dos veces, en el idealismo platónico primero y en los idealismos modernos después, donde los cuerpos se troquelan en función de ideales dominantes que los trascienden. La contemporaneidad ha radicalizado la antigua oposición entre alma (mente) y cuerpo haciendo del cuerpo el doble del hombre.

POLÍTICAS DE LA CARNE. EL CUERPO, FÁBRICA DE IDENTIDAD.

El nuevo dualismo de la Modernidad confirma la ambivalencia del cuerpo. Al mismo tiempo que el cuerpo deviene objeto de experimentación y fabricación para el individuo en el escenario social, ofrece la ilusión de cierta expresividad artística e incluso poética. Asistimos, en efecto, a cuerpos-figuras fabricados según cánones de belleza y de salud dominantes. En todos los casos lo que vemos es una “masa de cuerpos”. Donde hay una “masa de cuerpos” lo que tenemos es un montón de cadáveres o unos cuerpos enmudecidos o silenciados.

En las ciudades modernas se moldean, como figuras, los cuerpos naturales en función de una idea. Hay implícita en todo esto una política del cuerpo, todo un conjunto de instrumentos, modos y disciplinas encaminados a la administración y gestión de los cuerpos. Como decía Michel Foucault, en toda sociedad el cuerpo es susceptible de quedar “prendido” en el interior de poderes que le imponen coacciones y obligaciones mediante un amplio abanico de disciplinas encaminadas a volver los cuerpos dóciles, es decir, cuerpos que se valoran, política y económicamente, por su funcionalidad y utilidad. Foucault ya advertía que en Occidente estábamos más preocupados por un saber del cuerpo que por una experiencia del cuerpo.

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