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Enviado por   •  31 de Octubre de 2012  •  706 Palabras (3 Páginas)  •  238 Visitas

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1.2 EL TONO DE LAS PALABRAS.

El tono de voz revela más cosas de las que pensamos, dice más que el mero significado de la palabra. Muchas veces y, aunque no lo notemos, cuando decimos algo enviamos dos mensajes: uno con la palabra y otro con el tono en que se dice. Observa, por ejemplo, cuando le preguntas a alguien que si esta enojado y te contesta con un “no” enfadado, o cuando alguien te dice “por favor” con un tono de reclamo, impaciencia y una dura mirada, actitud que mucho cambia la intención de la palabra en comparación de alguien que te dice “por favor” con una voz de halo calmado y suave, que acompaña con una seductora mirada de dulce expresión. Tu mismo podrás poner esto a prueba la próxima vez que digas “por favor” y notes los muy diferentes resultados que obtienes cuando la dices con uno u otro tono.

La verdadera “forma” de la palabra no la tiene su significado, sino la esencia con la que esta cargada, es decir, la verdadera intención con la que se dice. Si pones atención a las personas cuando te cuentan algo, cuando te quieren enseñar, pedir o inventar, incluso a los cantantes cuando dicen sus canciones, notaras que, así como detectas cuando alguien no te esta diciendo la verdad o te quiere engañar, o su palabra te aburre o es incoherente, confusa y no te “dice” realmente “algo”, también hay personas cuyas palabras en verdad transmiten, te inspiran, te dan fuerza, te hacen sentir bien y seguro: te convencen. Y es que cada una de sus palabras parece estar conectada con algo más profundo que su mero significado, logran lo que se llama “la magia o el poder de la palabra”, conmueven, transforman: crean.

La convicción en la palabra

Sentir lo que decimos para poderlo transmitir no es realmente un secreto, el problema es que, cuando se nos enseñó a hablar, muchos comprendimos que era más importante lo que se decía, que el cómo se decía. Darle más importancia a las palabras que a la intención con las que estas se pronuncian hace en verdad una gran diferencia en los resultados de lo que decimos, sobre todo cuando se trata de pedir, enseñar o convencer. La verdadera alma de las palabras se llama emoción, decir algo puede ser un bonche de sonidos o ruidos si no nos hacen sentir “algo”. Una palabra vacía es lo mismo que un cuerpo sin corazón. Hablar no debería de ser algo nada más para zangolotear la lengua, sino la acción para nutrir el sonido de espíritu, y darle vida.

¿Cómo lograr que la palabra sea poderosa?

Hay dos importantes pasos que tomar en cuenta para lograr conectar la palabra con la intención que realmente queremos enviar, y hay que acentuar que en esta ocasión no sólo intentamos decir cómo ser un buen orador ni las fórmulas para saber persuadir, convencer y mover el ánimo a conveniencia del orador, sino se intenta crear

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