Corresponsabilidad De La Educación.
kardiel74 de Marzo de 2013
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El tema de la educación representa un gran reto dentro de nuestra sociedad desde el principio de los tiempos. El Capítulo II referido a la Corresponsabilidad de la Educación, desde su artículo 17 al 23, define claramente las garantías que ofrece el Estado.
El Estado ha aprobado las modificaciones a la Nueva Ley Orgánica de Educación, a fin de involucrar a la familia, la escuela y la comunidad en general y democratizar la enseñanza en el sentido de la coparticipación de los diferentes actores que deben estar inmersos en este proceso. Estudiantes, familia, comunidad y escuela.
Siendo que la educación representa un papel clave en el desarrollo de los habitantes de cualquier país y en consecuencia en la sociedad en la que se desenvuelven, pues el conocimiento abre el abanico de oportunidades para mejorar su calidad de vida y los convierte en capital humano fundamental para el progreso más allá de su entorno personal.
Considerando que la educación estaba bajo la responsabilidad exclusiva de los docentes y la Institución Educativa. Posteriormente se insta y motiva a padres y representantes a ser partícipes del proceso educativo de los hijos, hijas y representados a fin de cumplir con los lineamientos de Integración de la nueva educación en nuestro país.
En representación de la escuela y como facilitador, orientador y líder docente, nos corresponde asumir una gran responsabilidad que con gusto aceptamos y sabemos que ya el docente no es el mero “dador” de conocimientos vaciados a la mente de estudiantes pasivos. En el tiempo actual la acelerada marcha de las tecnologías, el desarrollo y los medios de información, exigen la formación de un individuo capaz de tener el criterio para determinar y establecer cuáles son sus prioridades y estar preparado para ser inmerso en el campo laboral cuando termine su fase de preparación académica.
Con esa letra hecha Ley se puede dar con los cambios para hacer caminos de Patria. Como docentes podemos contribuir a la integración con las fuerzas que actúan en las comunidades, desempeñando un trabajo liberador en función del progreso y desarrollo desde lo pequeño local a lo nacional, ejerciendo a partir de la escuela auténtica ciudadanía.
La Corresponsabilidad de los diferentes sectores, no solo debe ser responsabilidad de cada uno sino deben estar enlazados para funcionar de manera sincronizada junto con el proceso educativo de los estudiantes y es el docente el agente que debe servir de enlace entre ellos.
Por ejemplo, la corresponsabilidad social, se concreta en un compromiso consensuado entre la administración local, las entidades y los diversos colectivos de la ciudad, es otro de los principios básicos que orientan su gestión. Desde las políticas educativas también hay una adaptación a estrategias culturales en, por ejemplo, desarrollo de hábitos culturales, comprensión de nuevos lenguajes, conocimiento del entorno, formación permanente y otros.
De la mano del concepto de Responsabilidad Social, en su concepción original, ha surgido también el concepto de Responsabilidad Social vinculado a la Educación. Al respecto dice Leticia Soberón Mainero: “Responsabilidad”: propia del adulto libre. Ejerce su libertad asumiendo las consecuencias de los actos. “Social”, es decir, grupalmente, como generación de adultos, no sólo cada uno individualmente. Hoy diríamos “en red”, lo que en algunas culturas es el concepto de “pueblo”: es una co-responsabilidad. “En la educación”, es decir, en el terreno que atañe a la formación de las nuevas generaciones, los niños y los jóvenes que desearíamos sean libres, sabios, sepan amar y sean felices desarrollando sus capacidades. Educarlos es también favorecer que aprovechen del mejor modo posible las ventajas de la cultura que les ha precedido”.
Se observa cómo la responsabilidad de las instituciones formadoras de profesores está traspasada por el problema de los fundamentos de la profesión y de su potencial capacidad para incidir más o menos eficazmente, no sólo en la calidad de los aprendizajes, sino en el abatimiento de problemas tradicionales de la región latinoamericana, uno de los cuales ha sido el de la insuficiencia del número de docentes para el cubrimiento de las necesidades educativas. En este sentido, se percibe la lucha de dos tendencias contrapuestas, que pugnan ya sea por la necesidad de la formación del profesor como pedagogo que sabe poner en diálogo la pedagogía con distintas disciplinas escolares, o ya por dilatar el campo y el número de los enseñantes mediante la inclusión, mas o menos sistemática, de profesionales versados en saberes específicos, desde los cuales harán contrapeso más eficaz al avance paulatino de los conocimientos en la actualidad y a la falta de buenos aprendizajes de saberes específicos que preparen al estudiante de manera mejor al mundo del trabajo, de la ciencia y la tecnología, en ultimas, el mundo de la sociedad del conocimiento.
El otro ambiente o escenario en el que se define la responsabilidad social de la formación de docentes en las instituciones formadoras está dado, precisamente, en la revalorización de la profesión docente a partir de la promoción de educadores cualificados pedagógica y disciplinarmente. Esta intención, sin embargo, no basta por sí sola para mejorar el estatus de la profesión. Antes bien, se complementa con acertadas políticas educativas que eleven el nivel de calidad de vida de los docentes y su reconocimiento social. Ese reconocimiento pasa por la defensa de la especificidad del fundamento del que hacer docente, que no puede ser otro que el de la pedagogía como saber fundante de su acción.
El tercer escenario en el que se juega la responsabilidad de las instituciones formadoras de docentes está dado por el valor agregado que los profesores deben contribuir a generar en sus alumnos: los aprendizajes. La crisis de la escuela como institución primaria de socialización ha sido en el fondo, una crisis de aprendizajes. Con intensidad se ha argumentado cómo las competencias exigidas para la sociedad del conocimiento requieren de una transformación de los aprendizajes escolares, tradicionalmente anclados en la memorización de contenidos. Frente a ello, se pone como un imperativo la eficacia de los sistemas educativos, que debe responder a diversas demandas entre las cuales, siguiendo a Abrile de Vollmer (1994), se pueden resumir en la formación de ciudadanos y ciudadanas capaces de convivir en sociedades marcadas por la diversidad; formar recursos humanos que respondan a los nuevos requerimientos del proceso productivo y a las formas de organización del trabajo resultantes de la revolución tecnológica; capacitar al conjunto de la sociedad para convivir con la racionalidad de las nuevas tecnologías, transformándolas en instrumentos que mejoren la calidad de vida.
Por ello, las instituciones formadoras de formadores deben capacitar a los futuros docentes de forma tal que puedan dar cuenta ante la sociedad y ante sí mismos de su que hacer teórico-práctico, y puedan trabajar modelos de enseñanza que les permitan a sus jóvenes aprender a aprender, es decir, a enfrentarse con contenidos o situaciones determinadas y considerarlas como situación de formación. Como lo plantea Bruce, el resultado más importante de la educación quizá sea, en el largo plazo, la creciente capacidad de los estudiantes de aprender con más facilidad y eficacia en el futuro, tanto por los conocimientos y habilidades adquiridos como por el dominio que han logrado de los procesos de aprendizaje (Bruce, 2002: 105)
El cuarto escenario en el que se juega la responsabilidad de las instituciones formadoras de docentes se da en su ineludible compromiso en la construcción de nación y de cultura política. Esta es una responsabilidad que se mueve entre la paradoja de ser tal vez el más grande reto para las instituciones, pero lamentablemente, en medio de esfuerzos económicos poco significativos de los estados para con la educación. Sin embargo, las exigencias de la sociedad para la educación no por ello disminuyen o se hacen sentir menos, antes bien, demandan con más intensidad la formación del maestro como un líder social con capacidades de socializar mediante el conocimiento, fuente de riqueza y de poder que goza hoy de una alta valoración social. Pero ello no debe hacer perder de vista a los agentes de la educación, sobre todo a las universidades formadoras de docentes, que el conocimiento debe ser para la construcción de lo público, por lo que la incidencia de estas instituciones en torno a las políticas educativas es otro tipo de responsabilidad social.“ (Luis Morales Torres 2006)
Del mismo modo la corresponsabilidad de la familia, la implicación de los padres en la vida de los centros no solamente es necesaria sino que resulta imprescindible. Para ello es aconsejable buscar puntos de encuentro entre los profesores y los padres, entre los centros como institución y las familias. Debiera existir en los centros un documento en el que se recogiesen las relaciones entre familias y centros educativos, documento que anualmente fuera revisado y evaluado como un aspecto más de la vida de los colegios.
Que los padres participan en la educación de sus hijos es evidente, de una u otra forma, transmiten normas, valores, hábitos y actitudes. De otra parte, los centros buscan el desarrollo íntegro de la personalidad de los alumnos, y esto no puede conseguirse al margen de lo que ocurre en la familia; de ahí que escuela y familia deban entenderse y relacionarse. Entendemos por participar en la vida de los centros
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