Currículo, didáctica y evaluación

Currículo, didáctica y evaluación

Sin duda alguna, vivimos una época de grandes cambios. No seremos nosotros, seguramente, los llamados a evaluar con pertinencia dichos cambios. Pero tenemos en nuestra historia el acontecer de cambios radicales en el mundo que pueden acercarnos a una cierta comprensión de las vicisitudes, incertidumbres, anhelos y esperanzas que agitan al ser humano ante tales transformaciones. Basta pensar en lo que pudo haber significado en su época el tránsito del Medioevo al Renacimiento o el paso a la Revolución Industrial para tener una idea de lo que conllevan estos cambios. Hoy, entre los viajes espaciales, el desarrollo de la informática y las comunicaciones, el avance de las ciencias y la aparición de una nueva economía globalizada, vivimos un mundo de cambios tan acelerados que las instituciones corren el riesgo de quedar rezagadas en sus tentativas por responder a las necesidades cada vez más urgentes de un nuevo ser humano. El debate, como es natural, alcanza a las universidades, ámbitos del conocimiento y de reflexión crítica constante. Antes, eran estas las encargadas de propiciar los avances, los cambios; hoy, están compelidas a aceptar los retos de unos cambios que provienen de otras áreas de la actividad humana.

Conceptos como los de competencia, calidad, calidad total, procedentes del mundo de la economía y empresarial son acogidos y sometidos a estudio y eventual aplicación en el seno de las universidades, en un intento por modernizase y seguir siendo las vanguardias del conocimiento y la formación de seres humanos.

Los autores presentan el problema desde las perspectivas de las últimas conclusiones del sistema enseñanza-aprendizaje, es decir, la formación de un nuevo profesional, capaz de saber ser, saber conocer, saber convivir y saber hacer. Para ello se introduce el tema de las competencias en el proceso curricular, que debe abarcar los aspectos docentes, de investigación y administrativos. Si bien el presente estudio aboga por la aplicación de un sistema de competencia en todas las áreas de la actividad universitaria, no deja de señalar, con acertado criterio, las críticas hechas a este sistema. Los conceptos de competencia aplicados en el campo empresarial no pueden ser trasladados mecánicamente al recinto universitario, porque los criterios de ganancia y competitividad que imperan en la empresa privada como metas de su accionar no son los mismos que deben aplicarse a las universidades, cuyos objetivos son los de formar seres humanos integrales. Asimismo ocurre con el concepto de calidad, del cual, indudablemente, la universidad no puede carecer, pero no de un modo reduccionista que implique la exclusión sino, como arguyen los autores, el reto es “consolidar un enfoque de competencias en la educación superior que tenga como base no sólo el contexto laboral-empresarial sino también el contexto social y disciplinario investigativo desde el pensamiento complejo...”

Así, advirtiendo las posibles fallas y dificultades en la aplicación

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