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DIDACTICA DE LA EVALUACION.


Enviado por   •  16 de Marzo de 2014  •  13.295 Palabras (54 Páginas)  •  381 Visitas

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Lectura Selecta Nº 1

DIDACTICA DE LA EVALUACION.

HACIA UNA NUEVA CULTURA DE LA EVALUACION EDUCATIVA

Santiago Castillo Aredondo

Sin embargo, hay que reconocer, lamentablemente, que en la práctica diaria de muchas aulas y de muchos centros, la evaluación sigue siendo la hora del examen, el día del examen o la semana de exámenes. No se trata de denunciar o responsabilizar a nadie de esta situación. Es un cambio de la conceptualización de la evaluación, en particular, y de la didáctica, en general, que debe ir calando en todos los responsables más directamente implicados: Inspección, directores de centros escolares, profesores, alumnos, padres… Sólo cuando se produzca este cambio de mentalidad se irá abriendo paso a una nueva cultura evaluadora.

La nueva cultura evaluadora lleva consigo cambios muy significativos por parte de los docentes, sobre todo. Cambiar la concepción y la práctica de la evaluación, lleva necesariamente a cambiar también la concepción de su enseñanza a favor de un mejor aprendizaje del alumno. Plantear la evaluación como centro neurálgico, vertebrador y regulador del proceso de enseñanza-aprendizaje; da mayor participación en su desarrollo al alumno; exigirle mayores cuotas de responsabilidad en la ejecución de la evaluación de sus propios aprendizajes (autoevaluación), son algunos de los cambios más trascendentales y necesarios que se han de producir para poder alumbrar la nueva cultura evaluadora. Estos cambios, lentos y profundos, en ningún caso deben entenderse como pérdida de autoridad profesional o académica del profesorado. Al contrario contribuirán a revitalizar sus funciones, adaptándolas a una situación de acción pedagógica y de actuación didáctica, donde modificamos los modos, las estrategias y el método de acción para lograr que los alumnos consigan sus aprendizajes de forma más eficiente y satisfactoria. Los niveles de exigencia y los objetivos se mantienen; cambiamos las actitudes y los modos de proceder, para mejorar el proceso y el resultado del quehacer didáctico.

Mucho se ha escrito los últimos años acerca de la incorrecta utilización de la evaluación poniendo de manifiesto los puntos negros (entre otros: Santos Guerra, 1998; Blanco Prieto, 1994; Álvarez Méndez, 1993, 2001; Fernández Sierra, 1996; Calatayud Salóm, 2000; Trillo Alosnso, 2001). Siempre ha sido más fácil denunciar los errores, aquello que va mal, y plasmar un cuadro en negativo. Ello no nos debe impedir reconocer también los avances conseguidos. Ahora es el momento de actuar en positivo, una vez que tenemos el diagnóstico de los males que afligen la aplicación de la evaluación. Para mejorar dicha situación presentamos algunas propuestas concretas con el convencimiento de que su aplicación en la práctica diaria de las aulas y los centros, ayudará al profesorado a renovarse, actualizando y reforzando su imagen de docente y educador. La nueva práctica evaluadora ha de ser más abierta, dialogada y participativa, que fundamente y regule la actuación didáctica y pedagógica del profesor; y en la que, a su vez, el alumno asuma su parte de responsabilidad y exigencia.

El futuro de la evaluación educativa, tal como aquí hemos defendido, pasa porque el profesor asuma conceptual y actitudinalmente planteamientos que, como sugerencias de acción didáctica, enunciamos a continuación:

• Pensar y diseñar las actividades de evaluación plenamente integradas en el proceso de enseñanza-aprendizaje. La evaluación no es algo distinto o posterior, sino simultáneo a la enseñanza del profesor y al aprendizaje del alumno.

• No confundir la evaluación con el examen; ni la evaluación continua, con exámenes continuos o más frecuentes. El examen es sólo uno de los muchos instrumentos de recogida de información válida, es poder formular un juicio de valor y es tener la capacidad para tomar las decisiones.

• El objetivo de la evaluación no es sólo poner notas a los alumnos. Antes de llegar a esa fase calificatoria o acreditativa del proceso evaluador, están las fases y funciones: diagnóstica, formativa, reguladora, motivadora, de diálogo, etc., con que la evaluación acompaña a todo el proceso de enseñanza-aprendizaje, y que afecta tanto al profesor como al alumno.

• No hay que defender que las pruebas objetivas son mejores que las preguntas abiertas, y viceversa. Hay que saber seleccionar los instrumentos necesarios que pueden proporcionar la información más adecuada, para cada caso o situación, según cada circunstancia.

• La evaluación no nos sirve, como se viene atribuyendo a los exámenes, para determinar qué estudiantes fracasan y quiénes tienen éxito. La evaluación no se debe quedar ahí, sino que, por el contrario, debe aportar información suficiente que explique por qué se producen resultados en términos de éxito o de fracaso; y sobre todo, que fundamente las decisiones de tratamiento o de mejora a las situaciones de fracaso.

• La evaluación no debe ser responsabilidad exclusiva del profesor. El proceso de evaluación, como el proceso de enseñanza-aprendizaje, es una actividad docente compartida entre el profesor y los alumnos. El alumno, a partir de los estudios de Primaria, ya va siendo responsable de sus actos. Ya es capaz de reconocer sus esfuerzos o su desinterés; sus aciertos o errores, etc. Es educativo poner al alumno frente a sus responsabilidades, también en la evaluación, fomentando para ello la autoevaluación del alumno.

Por último, en un afán de sintetizar las ideas fundamentales hasta aquí expresadas, con la esperanza puesta en un futuro próximo donde una nueva cultura de la evaluación signifique una enseñanza de más calidad, proponemos diez claves que contribuirán, sin duda, a conseguirlo.

DIEZ CLAVES PARA UNA NUEVA CULTURA DE LA EVALUACION EDUCATIVA

I Descartar la evaluación como instrumento o situación con la que hacer valer la autoridad del profesor. El profesor debe dar a la evaluación una importancia similar a la que dé a la enseñanza y al aprendizaje

II Cuando hablamos de evaluación nos podemos referir al alumno, al profesor, al centro, al sistema educativo y al entorno.

III La acción evaluadora, como es resto de la acción didáctica, necesita que se le dedique tiempo, no sólo para su ejecución, sino con anterioridad para su diseño y planificación; y, posteriormente, para su rápida corrección e información.

IV La evaluación no es el punto final. Deber ser una actitud permanente que debe acompañar la acción

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