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DE LAS OBLIGACIONES DEL PRÍNCIPE EN LO CONCERNIENTE AL ARTE DE LA GUERRA


Enviado por   •  6 de Octubre de 2013  •  Exámen  •  1.008 Palabras (5 Páginas)  •  375 Visitas

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CAPÍTULO XIV

DE LAS OBLIGACIONES DEL PRÍNCIPE EN LO CONCERNIENTE AL ARTE DE LA GUERRA

El príncipe no ha de tener otro objeto, ni abrigar otro propósito, ni cultivar otro arte, que el que enseña, el orden y la disciplina de los ejércitos, porque es el único que se espera ver ejercido por el que manda. Este arte encierra utilidad tamaña, que no solamente mantiene en el trono a los que nacieron príncipes, sino qué también hace subir con frecuencia a la clase de tales a hombres de condición. privada. Por una razón opuesta, sucedió que varios príncipes, que se ocupaban más en las delicias de la vida que en las cosas militares, perdieron sus Estados. La primera causa que haría a un príncipe perder el suyo, sería abandonar el arte de la guerra, como la causa que hace adquirir un reino al que no lo tenía, es sobresalir en ese arte. Se mostró superior en ello Francisco Sforcia, por el solo hecho de que no siendo más que un simple particular, llegó a ser duque de Milán, mientras que sus hijos, por haber renunciado a las fatigas e incomodidades de la profesión de las armas, de duques que eran, pasaron a ser simples particulares.

Entre las demás raíces del mal que acaecerá a un príncipe si por sí mismo no ejercita el oficio de las armas, debe contarse el menosprecio que habrán concebido contra su persona, lo cual es una de aquellas infamantes notas de que debe preservarse siempre, como se dirá más adelante al hablar de aquellas otras que pueden serle útiles. Entre el que es guerrero y el que no lo es, no hay ninguna proporción. La razón y la experiencia nos enseñan que el hombre que se halla armado no obedece con gusto al que está desarmado, que el amo desarmado no se encuentra seguro entre sirvientes armados. Con el desdén que late en el corazón del uno y la sospecha que el ánimo del otro abriga, no es posible que lleven a cabo juntos buenas operaciones.

Amén de las demás calamidades que se atrae un príncipe que no entiende nada de la guerra, existe la de no ser estimado de sus soldados, ni poder fiarse de ellos. El príncipe no debe cesar de ocuparse en el ejercicio de las armas, dándose a ellas más en los tiempos de paz que en los de guerra, y pudiendo hacerlo de dos modos: el uno, con acciones, y el otro, con pensamientos. En cuanto a sus acciones, debe no solamente tener bien ordenadas y ejercitadas a sus tropas, sino también ir a menudo de caza, con la que, por una parte, acostumbra su cuerpo a la fatiga, y por otra aprende a conocer la calidad de los sitios, el declive de las montañas, la entrada de los valles, la situación de las llanuras, la naturaleza de los ríos y de los lagos, y éste es un estudio en que debe poner la mayor atención. Porque conocimientos semejantes le son útiles por dos conceptos. En primer lugar, dándole a conocer el país, le sirven para defenderlo mejor, y, además, cuando

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