ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

DERECHO DEL TRABAJO VII. ASOCIACIONES MUTUALISTAS


Enviado por   •  8 de Octubre de 2013  •  4.981 Palabras (20 Páginas)  •  374 Visitas

Página 1 de 20

INTRODUCCION

Esta palabra es pródiga en acepciones, similitudes y sinonimias, hasta el punto de que en algunos diccionarios económicos y sociológicos se la identifica con cooperativismo, colectivismo, solidarismo y reciprocidad. Así, en el Diccionario de Sociología, de P. Fairchild (México 1949) se la define «en su acepción económica estricta, movimiento cooperativo para formar sociedades de ayuda mutua» y en sentido lato, «reconocimiento de la interdependencia recíproca y de la tendencia a la ayuda mutua manifiestas en cualquier forma de colectivismo y de manera más particular, como sostienen los anarquistas filosóficos, rasgo innato del mundo orgánico».

En su etimología, mutuo proviene del latín mutüus y «aplícase a lo que recíprocamente se hace entre dos o más personas, animales o cosas» (Diccionario de la RAE, ed. 1970). Mutual, es lo «mutuo, recíproco»; mutualidad, el «régimen de prestaciones mutuas que sirve de base a determinadas asociaciones» y mutualista, «perteneciente o relativo a la mutualidad».

En un sentido amplio del m. podemos convenir que éste es inherente a la sociabilidad humana, ya que sólo mediante una recíproca interdependencia de prestaciones de toda índole es imaginable aquélla. En esta versión primigenia, el m. se daría espontánea e instintivamente en las primeras agrupaciones humanas. Empero y al margen de este m. primario, la acepción que en estos momentos nos interesa es la del m. institucionalizado, desarrollado a través o por medio de asociaciones mutuales, de mutualidades. En este sentido, es en el campo de la previsión social en donde el desarrollo de estas instituciones ha sido más espléndido y también aquí se advierte la equivocidad del concepto. Un clásico del Derecho del trabajo, Pérez Botija, denominará a las mutualidades laborales españolas «cooperativas de previsión» (Derecho del trabajo, Madrid 1952).

2

ANTECEDENTES

RESEÑA HISTÓRICA DEL MUTUALISMO

Las enfermedades, las tragedias y la muerte han llevado al hombre a asociarse, a solidarizarse con el otro, a ayudarse mutuamente. Por esa razón, los agricultores de las riveras del rio Nilo en Egipto, en el año 3000 antes de Cristo, se unieron para ayudarse en las inundaciones periódicas causadas por el río. Y esta organización es el antecedente histórico más antiguo que se tiene del mutualismo y de las diferentes formas de economía solidaria que luego ideó la humanidad.

Históricamente y llegando a las mutualidades institucionalizadas, las primeras manifestaciones que podemos acusar son las collegia y sodalitia romanas que florecieron tanto en la metrópoli como en las colonias, muy particularmente en España y que perviven hasta la Alta Edad Media, existiendo numerosos testimonios de ellas durante la monarquía visigótica. En la Edad Media, época en que el catolicismo imprime de su esencia toda la organización político-social del mundo europeo, aparece perfectamente estructurada la cofradía donde la prestación de carácter previsor se establece ya preceptivamente. Su sistema financiero, si así puede llamarse, es bien simplista. Las aportaciones son fijas y periódicas por parte de los cofrades o asociados, pero las cofradías se nutren también de donativos y del importe de pequeñas sanciones que se imponen a los cofrades por falta de asistencia a las reuniones o por otras del mismo leve carácter.

En la antigua Grecia los artesanos se agruparon con el fin de prestarse servicios de tipo económico, social, religioso, dentro de los cuales se incluían los funerarios y los seguros. En Roma, surgieron los “Collegios o Fraternidades” con carácter religioso, que defendían los intereses de las viudas de los mercenarios, que morían en las guerras.

También en Roma se conformaron organizaciones cuyos fines eran los de prestar ayuda a los afiliados, ante riesgos de enfermedad y muerte. Grupos que se regían por estatutos y ordenanzas en los cuales se establecía el régimen y el gobierno, especificándose cargos similares a los que hoy conocemos como de presidente, tesorero y otros. Se estipulaba que si por algún motivo se disolvía la organización, los bienes que tuvieran pasaban al Estado y no podían ser distribuidos entre los afiliados, siendo esto el antecedente de lo que hoy se conoce como organización sin ánimo de lucro.

En Europa aparece durante la edad media, la guilda (de origen alemán), agrupaciones de comerciantes y artesanos con fines cívicos y de ayuda mutua, inspirados en el principio de la solidaridad.

Entre los siglos XV y XVIII, estas asociaciones tuvieron como objetivos el apoyo, el socorro a las personas con dificultades y la defensa de los intereses gremiales, al igual que cumplían funciones de capacitación.

En España aparecieron las “COFRADÍAS”(asociación piadosa), cuyo objetivo era la ayuda mutua. Durante el siglo XVIII fueron sustituidas por los MONTEPÍOS de origen italiano, que prácticamente eran bancos de caridad.

Los beneficios, las prestaciones que se derivan de estas cofradías mutualistas no están taxativamente determinadas y se presta el necesario auxilio atendiendo a las circunstancias de cada caso y al estado económico del cofrade. Tal auxilio reviste las formas más variadas: trabajo de los demás cofrades para suplir al del impedido, en su beneficio o en el de sus familiares; entregas de dinero; asistencia sanitaria -algunas cofradías llegan a contar con hospitales propios- y socorro por invalidez y vejez o enfermedad.

La Hermandad (v.) sigue cronológicamente a la cofradía como organización mutual de previsión (s. XVI y XVII). En el s. XIX aparecen mutualidades ya sin trasfondo religioso, inspiradas en la «filantropía» de moda y racionalmente organizadas, lo cual no libró a muchas de ellas de fracasar económicamente, superviviendo los montepíos oficiales gracias al apoyo estatal. Afectadas estas mutualidades por las exigencias del liberalismo doctrinario (nada entre el hombre y el Estado) desaparecieron en gran. número las que no subsistieron precariamente, para volver a resurgir el movimiento mutualista en nuestro siglo

La filosofía y la práctica mutualista inspiraron durante la época de la revolución industrial el surgimiento de las ideas socialistas, del cooperativismo y del sindicalismo y más tarde propiciaron las políticas de seguridad social que han puesto en práctica los estados. Por ello, se puede afirmar, que el mutualismo es el origen común que tienen todas las formas de economía solidaria que hoy existen.

3

DESARROLLO

PRINCIPIOS DEL MUTUALISMO

El mutualismo hace parte de la economía solidaria que corresponde al grupo de empresas que se organizan para ayudar mediante la prestación de servicios sin ánimo de lucro. Cada modalidad de empresa solidaria tiene su misión propia y sus propósitos específicos que le determinan su modo de funcionamiento, y los cuales constituyen sus principios.

Los principios que guían las mutuales se derivan de su devenir histórico y del papel que buscan cumplir hacia el futuro.

PRINCIPIOS HUMANÍSTICOS

PRINCIPIOS ECONÓMICOS

PRINCIPIOS ADMINISTRATIVOS

1. Ayudar en las dificultades y educar para la solidaridad. Las mutuales buscan soluciones a los riesgos de la vida, a través de la ayuda mutua y la colaboración con el que sufre.

5. Crear un fondo común no devolutivo. Los asociados pagan cuotas de sostenimiento, para contribuir al fondo mutual que se utiliza en pagar los auxilios y la administración.

9. Promover la autogestión comunitaria. Las mutuales son manejadas por sus dueños o asociados, quienes son a la vez aportantes y usuarios. Una mutual es una empresa de la comunidad.

2. Mejorar la condición humana. Las mutuales nunca promueven la guerra, la violencia o la agresividad, sino la tolerancia, la solidaridad, la ayuda, la fraternidad, el amor. Buscan promover la bondad entre los humanos.

6. Servir sin ánimo de lucro. No significa que todos los servicios que presten las mutuales tengan que ser gratuitos. Se trata de mantener un patrimonio o bienes comunes que son irrepartibles y se utilizan en servicios para los asociados.

10. Reconocer la dignidad del hombre. Cada persona vale como ser humano sin distingos de raza, sexo, riqueza, clase social o política. En las mutuales cada asociado tiene los mismos deberes y derechos.

11. Apoyar al trabajador y a su familia. Las mutuales fueron creadas por trabajadores, por ello deben promover el trabajo y ayudar a quienes derivan su sustento de éste.

12. Crear riqueza colectiva. Los excedentes que se van obteniendo no se reparten sino que se utilizan en servicios comunes que beneficien a todos los asociados.

13 Educar. La manera de cambiar al ser humano es formándolo para que desarrolle sus capacidades, a través del trabajo honrado y del servicio a su familia y a la comunidad.

14. Hacer democracia. El mutualismo reconoce los derechos humanos y promueve la participación de los asociados en la dirección y vigilancia de la mutual.

15. Eficiencia y honestidad. Es decir, honradez y capacidad en los directivos de las mutuales para el manejo de los fondos comunes.

16. Hacer cultura de la previsión de riesgos. La vida trae dificultades, y las mutuales deben crear conciencia sobre la necesidad de prevenirlas.

4

OBJETO SOCIAL:

En teoría se puede decir que las mutuales y las cooperativas pueden prestar iguales servicios, pero las diferencias son las siguientes:

- Las cooperativas para organizar las personas parten de una actividad económica, como el ahorro, el crédito, el consumo, el mercadeo, el transporte, etc. Y sirviendo una actividad económica pueden derivar servicios de seguridad y protección, como auxilios funerarios, ayudas para enfermedad, entre otros.

- Para las mutuales lo básico es la búsqueda de protección de riesgos, aunque se iniciaron con auxilios funerarios se requiere que amplíen sus servicios de salud, auxilios de protección de riesgos, educación, deporte, recreación y ahorro y crédito entre los asociados, porque la ley no les permite hacer captaciones del público como sí lo pueden hacer las cooperativas. En resumen, el objetivo básico de las mutuales es la previsión y la seguridad de sus asociados.

CARACTERÍSTICAS

Toda asociación mutual debe reunir las siguientes características:

- Que funcione de conformidad con los principios de autonomía, adhesión voluntaria, participación democrática, neutralidad política, religiosa, ideológica y racial, solidaridad, ayuda mutua e integración

- Que establezca contribuciones económicas a sus asociados para la prestación de sus servicios.

- Que el patrimonio y el número de asociados sea variable e ilimitado.

- Que realice permanentemente actividades de educación mutual.

- Que garantice igualdad de derechos y obligaciones de los asociados.

- Que sean organizaciones sin ánimo de lucro, por eso: establecen la no devolución de las contribuciones de los asociados y la irrepartibilidad del remanente patrimonial en caso de liquidación y destinan todos sus excedentes a la prestación de servicios de carácter social y al crecimiento de las reservas y fondos.

- Que su duración sea indefinida.

- Que promueva la participación e integración con otras entidades que tengan como finalidad promover el desarrollo integral del hombre.

OBJETIVOS

El objetivo general de la asociación mutual es prestar ayuda recíproca frente a los riesgos y necesidades de la existencia, mediante la prestación de servicios de previsión que aseguren una vida agradable para las personas. Una mutual puede prestar los siguientes servicios:

- Asistencia médica y odontológica.

- Asistencia farmacéutica.

- Subsidios e intermediación de seguros.

- Ahorro

- Crédito.

- Actividades culturales, educativas, deportivas y turísticas.

- Auxilios exequiales.

- Otros servicios que se puedan incluir dentro del ámbito de la seguridad social y que tengan como meta la promoción y dignificación de la persona humana.

5

La mutual prestará sus servicios preferencialmente a sus asociados y beneficiarios, pero podrá extenderlos al público no afiliado, siempre en razón del interés social o bienestar colectivo.

Debe tenerse en cuenta que las mutuales deben administrarse como empresas costeables por las cuotas de los asociados, no deben producir pérdidas. Por ello, requieren una planeación y una administración muy rigurosas y cada nuevo servicio que se vaya a prestar debe someterse a un estudio previo de factibilidad.

No es fácil desde el principio asumir todos los servicios enumerados, el desarrollo de la mutual irá mostrando la forma de irlos diversificando y ampliando.

Las mutuales que en la actualidad funcionan como fondos para auxilios funerarios, deben tener en cuenta que los nuevos servicios que establezcan, deben costearse con aumentos de las cuotas o con los excedentes que se vayan generando. Es necesario repetir, que el ser sin ánimo de lucro no significa que se deban dar servicios gratuitos o con pérdida para la entidad.

Cuando la mutual no está en capacidad de ofrecer directamente un servicio puede hacer convenios con entidades de la misma naturaleza o del sector cooperativo.

El servicio de ahorro y crédito, según lo establecido en el decreto 1480/89, únicamente se podrá prestar a los asociados y observando las disposiciones especiales sobre la materia.

6

EL MUTUALISMO EN MEXICO

A mediados del siglo XIX, en un contexto signado por la desarticulación de los gremios, el retroceso de políticas proteccionistas de la industria y el paulatino avance de la mecanización de la producción, el fenómeno asociativo emergió como una alternativa destinada a socorrer a los trabajadores de la ciudad de México. Con el fin de defender la continuidad y la pervivencia de los saberes y las habilidades adquiridos y apelar a la ayuda mutua como una forma de atenuar la vulnerabilidad de sus condiciones de vida y de trabajo, los artesanos crearon un tejido institucional de sociedades mutualistas que proveyeron a sus miembros de un conjunto de experiencias centrales para la identificación de intereses y la formación de una cultura laboral. En este proceso merece destacarse el impulso que el poder público brindó a estas organizaciones, a las cuales consideraba capaces de fomentar la moralización, el disciplinamiento y el bienestar de los sectores artesanales.

A medida que la centuria avanzaba, la profundización de la industrialización, el avance del internacionalismo proletario y la necesidad de legitimidad de los gobiernos nacionales alentaron el marcado incremento de las sociedades de ayuda mutua. Asimismo, el mundo del trabajo organizado no puede comprenderse sin atender a las implicaciones de la promulgación del derecho de asociación que, incorporado a la Constitución de 1857, imposibilitó el vínculo directo del asociacionismo laboral con el estado (a diferencia de los antiguos gremios), situación que transformó la relación de los artesanos y los obreros capitalinos con el poder público.

En este contexto, el objetivo de este artículo consiste en estudiar la interlocución entre el universo mutualista y el poder público en la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XIX. Esta vinculación se reconstruirá a partir de dos niveles de análisis: por un lado, examinaremos el surgimiento de las sociedades de ayuda mutua, a comienzos de la década de 1850, destacando la preocupación del estado en la promoción de este fenómeno, y por otro, procuraremos desentrañar las instancias que fueron sellando la subordinación del mutualismo al poder público atendiendo, particularmente, a la capitalización política que los gobiernos liberales hicieron de esta asimilación y al impacto que la misma tuvo en el derrotero de los trabajadores organizados.

Estas líneas de investigación pretenden contribuir a la discusión sobre el asociacionismo laboral mediante un abordaje que privilegia dos momentos clave: sus inicios en los años de 1850 y su consolidación y transformación hacia las décadas de 1870 y 1880, recorte temporal que posibilitará establecer cambios y continuidades en las prácticas y discursos de las sociedades mutuales y de su relación con el poder público. En tal sentido, a lo largo de este trabajo está presente la intención de restituir lo político a lo social, en el supuesto de que la interrelación de estas vertientes de la historia permitirá una mejor comprensión de la actuación de las clases trabajadoras a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX.

SOCIEDADES DE AYUDA MUTUA Y DISCIPLINAMIENTO

El surgimiento de las asociaciones en la década de 1850

A mediados del siglo XIX, comenzaron a proliferar sociedades de trabajadores, principalmente de artesanos, enmarcadas por lo general en los principios del socorro y la ayuda mutua. Estas asociaciones que se formaron en el México republicano e independiente, en particular desde los primeros años de la década de 1850, respondían a un nuevo contexto signado por los cambios que trajeron aparejados la paulatina desarticulación y la pérdida de atributos monopólicos de los gremios y la libertad de trabajo, sancionadas por la legislación imperial y más tarde por distintos decretos. Dichas normativas modificaron en buena medida las relaciones laborales: los maestros perdieron control sobre el mercado de trabajo y de productos manufacturados que quedaron al arbitrio de la concurrencia; el dominio que poseían sobre la sanción del saber pasó en gran parte al poder de las escuelas de artes y oficios y se establecieron jerarquías artesanales al margen de la corporación gremial. En ese contexto, y frente a las dificultades de los artesanos locales para sortear la competencia extranjera de productos manufacturados, la falta de crédito y la escasez de capital que afectó a este sector del trabajo durante toda la primera mitad del siglo pasado, las autoridades asumieron un papel de fomento y protección a la industria nacional. Esta política tendiente a alentar la introducción de capitales y maquinaria apropiada para la industria y proteger la producción local se expresó en la creación de organismos tales como el Banco de Avío a mediados de la década de 1830 y la Junta General de la Industria Mexicana, en 1842, cuyo órgano Ejecutivo fue la Dirección General de Industria, así como en la sanción de aranceles elevados y en algunos casos en la prohibición de determinadas importaciones.

Este periodo, que abarca aproximadamente los años de 1837 a 1846, considerado por los estudiosos como el de mayor proteccionismo en México, se modificó hacia mediados de la década de 1840, y especialmente, después del fin de la guerra con Estados Unidos, cuando se abandonaron los niveles anteriores de protección a la industria y se puso en marcha un proceso de liberalización del comercio y el trabajo. Fue en este contexto de retroceso del proteccionismo en donde se frenó asimismo la política de fomento industrial, cuando tuvo lugar el surgimiento del fenómeno asociativo. De alguna manera, se transitaba desde la "ayuda" y "protección" implementada desde el gobierno a una desprotección oficial que fomentó la asociación y la autoprotección de los trabajadores calificados. Así, y desde los primeros años de la década de 1850 se inició el desarrollo, en la capital y en distintos estados de la República mexicana, de un tejido institucional de organizaciones artesanales ajustadas por lo general a los parámetros de la ayuda mutua.

7

Aunque las asociaciones se constituyeron generalmente bajo el fin central de la ayuda mutua, el abanico de objetivos que se plantearon fue extenso y variado. En buena parte, el contexto de su surgimiento fomentaba el rango de actividades que

Mediante estas sociedades se proyectaba disminuir en la medida de lo posible las angustias por las cuales atravesaban estos grupos que carecían de los recursos suficientes para afrontar las necesidades de la vida y en los momentos de mayor aflicción se encontraban sin socorros de ningún tipo. Para El Siglo Diez y Nueve, dentro de estos grupos se encontraban los artesanos que utilizaban todo su presupuesto en la manutención periódica de su familia y quedaban por lo tanto desprovistos de reservas para afrontar los gastos extraordinarios que podían derivar de enfermedades o accidentes.

El Siglo Diez y Nueve proponía transformar las cofradías y hermandades en sociedades de socorro mutuo y sugería que en esa tarea debía intervenir el gobierno dando seguridad a sus capitales y permitiendo la reforma de sus reglamentos

Cambios y continuidades en el discurso mutualista

Más adelante, en lo que podríamos denominar la segunda etapa del mutualismo, bajo el amparo del derecho de asociación sancionado con la Constitución de 1857 y el Código Civil de 1871, las sociedades mutualistas crecieron significativamente. Ya volveremos sobre las implicancias de este reconocimiento en el próximo apartado; nos interesa señalar ahora cómo entre 1876 y 1890 se duplicó el número de sociedades mutuales que pasaron de las 31 registradas para el periodo 1853 y 1876 a más de 60 Después de superado el conflicto civil conocido como guerras de Reforma, en el cual se enfrentaron las dos tendencias más importantes en el México decimonónico, liberales y conservadores, y con el triunfo de la primeros, los sucesivos gobiernos entendieron que el asociacionismo era un instrumento de moralización y promoción de los valores y principios liberales, y del fomento de una disciplina laboral. En efecto, esta concepción favorable a las sociedades de artesanos, junto con distintas iniciativas dirigidas a impulsar la educación, la destreza artesanal y los hábitos de trabajo industrial, pervivió a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, desde el Segundo Imperio, pasando por la República Restaurada, hasta llegar al Porfiriato

Hacia mediados de la década de 1880, el avance de la industrialización impulsó la degradación de los oficios, impactando en los saberes y las destrezas adquiridas. En este sentido, el deterioro de las condiciones laborales promovió entre los trabajadores manuales la articulación de repertorios de confrontación, poniendo a prueba su capacidad de resistencia e introduciendo importantes novedades en el discurso y la práctica mutualista. Progresivamente, la cooptación política, la intervención del poder público en los conflictos laborales entre obreros y patrones y

Esta moralización y disciplinamiento del trabajador mediante la vida asociativa se complementaba con la instrucción en los principios y prácticas republicanas. En muchos aspectos, la práctica mutualista era considerada un recurso pedagógico, en la medida que se la veía como una escuela de orden, civismo y alfabetización, puesto que el obrero.

Por otra parte, el lenguaje mutualista trató de inculcar la obediencia a la estructura gubernamental y el rechazo de la violencia como forma de protesta. Los acontecimientos políticos de índole internacional, particularmente aquellos vinculados con los sucesos liderados por el anarquismo, fueron reseñados y duramente cuestionados por la prensa de los trabajadores, que abogó por erradicar cualquier manifestación que implicara el uso de la violencia. En contraposición proponía "la huelga en último caso; pero la huelga organizada y pacífica, la huelga que hace que el patrón y el operario discutan y combinen sus intereses, no la huelga con estrépito […] adonde, por último, el capital y el trabajo, estando tan

La prensa obrera consideraba que la tradición mutualista había logrado extinguir de los obreros "ese odio inveterado a los españoles y ese rencor reciente a los franceses" La armonía entre trabajadores y propietarios incluía la existente entre los mexicanos y los representantes de las colonias extranjeras. Hay que recordar que un elevado número de propietarios de fábricas eran de origen español o francés, principalmente, o, en su defecto, descendientes de inmigrantes por ello, el discurso presente en la prensa obrera se preocupó por remarcar la fraternidad que debía primar entre ambos actores laborales, la cual, en el contexto mutualista, implicaba la armonía entre el capital y el trabajo y la promoción de un ideal que refería que en las fábricas "no hay amos ni siervos […] sino socios, sino amigos"

UNA RELACIÓN DESTINADA A PERDURAR: LOS ARTESANOS Y EL PODER PÚBLICO

Entre el derecho de asociación y las elecciones presidenciales

La relación entre el poder público y el mundo artesanal, en la segunda mitad del siglo XIX, encuentra en la promulgación de la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1857 un punto de inflexión insoslayable. Por primera vez el derecho de asociación, como derecho natural del hombre, fue reconocido constitucionalmente

En este contexto, a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, las elecciones se convirtieron en un espacio propicio para promover la interlocución entre el mundo artesanal y el poder político

8

El apoyo de los artesanos a Comonfort debe ser comprendido teniendo en cuenta las mutuas necesidades y beneficios políticos que para los trabajadores y para el gobierno significaba una eventual alianza, sin perder de vista que, para el mundo artesanal organizado, la preservación del derecho de asociación y la libertad de industria y de trabajo dependían, en 1857, de la continuidad de los liberales en el

El Código Civil y el impacto de la lógica facciosa en el mutualismo

El derecho de asociación, incorporado a la Constitución de 1857, fue reglamentado en 1871 con la promulgación del Código Civil. A través de esta codificación, las mutuales y las cooperativas —amparadas en la figura del contrato de sociedad— alcanzaron legitimidad jurídica y fueron reconocidas como sociedades civiles y particulares. Los socios poseían derechos y obligaciones semejantes, resolvían sus asuntos por "mayoría de votos" y, en caso de fallecimiento, los herederos tenían "derecho al capital y utilidades que al finado correspondan".

El Código Civil reglamentó y fundamentó contractualmente la normativa constitucional vinculada con el derecho de asociación. De esta forma, en 1871 a la vez que las sociedades mutualistas alcanzaron un estatuto jurídico, confirmaron la circunscripción de su radio de acción a la esfera civil

La carencia de atributos políticos de las asociaciones laborales impulsó a sus dirigentes a buscar alianzas con las instancias gubernamentales, optando por el entendimiento y la dependencia frente a las autoridades. De esta manera, se gestó la sujeción de las mutualidades al poder público que, como fue señalado, se expresó por primera vez en las elecciones presidenciales de 1857, se afianzó a lo largo de la República Restaurada y se profundizó en el Porfiriato

Más allá de los intentos de revitalización asociacionista, la postración del mutualismo fue el síntoma más evidente de la conmoción revolucionaria que sacudió al país fracturando y desarticulando a las principales organizaciones del asociacionismo laboral. No menos importante fue el impacto de la lucha partidista que caracterizó el derrotero político nacional hasta principios de los años ochenta y arrastró a la dirigencia artesanal a alianzas y posicionamientos que profundizaron el debilitamiento de la estructura laboral y postergaron, una vez más, la interlocución

1886: la institucionalización del vínculo entre el poder político y el asociacionismo laboral

En diciembre de 1884 el regreso de Porfirio Díaz a la presidencia de la nación implicó la superación de la lucha partidista y la progresiva consolidación de su régimen político. La contienda facciosa se fue diluyendo frente a la construcción hegemónica del poder porfiriano; asimismo, el fortalecimiento unívoco de la figura del general tuxtepecano repercutió de forma sustancial en la esfera mutualista que se vio obligada a enrolarse detrás de su figura a fin de volver a vincularse con el poder público.

Los nuevos objetivos estipulados por la Convención Radical se centraban en "propagar la idea entre las clases trabajadoras, de que se hace necesario que tomen una parte activa en las cuestiones públicas: primero manteniendo la paz que tanta sangre ha costado conquistar, y después, uniéndose al gobierno para caminar de acuerdo con él; estudiar las necesidades del obrero, iniciar su remedio, impulsar la industria y aconsejarle todo aquello que sea en su beneficio" La reestructuración programática y la renovación de la dirigencia de la convención radical, acaecida a fines de 1886, implicó el viraje institucional de esta organización que a partir de esa fecha se consolidó como el referente político laboral de un importante segmento de la clase trabajadora. Desde ese año, y en razón de su estrecha vinculación con el Congreso Obrero, asistimos a una redimensión de la articulación entre el poder político y los trabajadores de la ciudad de México.

La convención radical obrera se convirtió en el brazo del poder porfiriano en el mundo laboral. Asimismo, posibilitó y canalizó la participación política de las clases trabajadoras organizadas, legalmente desvinculadas de la esfera política. Podemos decir que la falta de derechos políticos del mutualismo fue aprovechada y pretendió ser compensada por el gobierno de Díaz, a partir de 1886, con la instrumentación de este club. La CRO, a la vez que habilitaba un canal privilegiado de comunicación e interacción entre el mundo del trabajo organizado y el poder público, garantizaba a la administración porfiriana la sujeción de este importante segmento de las clases trabajadoras, ayudando a frenar cualquier intento de radicalización o reversión en el carácter oficialista del mutualismo, organizado en el Congreso Obrero. Asimismo, este control institucional sirvió al régimen porfiriano como un efectivo agente de propaganda y movilización pública de los trabajadores. En síntesis, la asimilación de La convención radical puede ser interpretada como una estrategia que, aprovechando la debilidad política del mutualismo, se presentaba a los ojos de la dirigencia artesanal como una instancia compensadora, instrumentada para subsanar una limitación legal pero que en definitiva no fue otra cosa que la institucionalización de la sujeción política del universo mutualista al poder público.

9

CONCLUSIONES

A medida que el estado mexicano avanzaba en su proceso de construcción, los gobiernos liberales promovieron la organización mutualista como una instancia clave para lograr la moralización y el disciplinamiento de las clases trabajadoras y, eventualmente, capitalizar política y electoralmente la participación de estos sectores. En la percepción de las elites gobernantes, las sociedades representaban instituciones propicias para la conformación y la consolidación de un estado y una sociedad moderna, laica y republicana. Este impulso fue cuestionado por los sectores conservadores, quienes preferían rescatar el valor de los antiguos gremios y cofradías, vinculados de manera estrecha con la religión y los principios de la caridad cristiana.

La sanción de la Constitución en 1857 y la promulgación en 1871 del Código Civil fueron clave para la definición de las prácticas del mutualismo. En efecto, los márgenes de acción de las asociaciones quedaron circunscritos al terreno exclusivo de lo civil, circunstancia que limitó los ámbitos de actuación de estas sociedades a las esferas económica y social y restringió su vinculación y participación en la arena política. Apoyándose en esta debilidad y deseosos de contar con bases de consenso y legitimidad política, los gobiernos liberales aprovecharon y promovieron el impulso asociacionista, y a través de los líderes buscaron establecer vinculaciones con el mundo laboral organizado. El apoyo artesanal a la candidatura presidencial de Comonfort en 1857 sintetiza esta mutua necesidad de vinculación.

A mediados de la década de 1880, con el avance de los procesos de industrialización, el mutualismo reformuló su lenguaje en dos sentidos. Por un lado, se afirmó como una forma de atenuar los conflictos de clases y, en esa dirección, se convirtió en una instancia destinada a promover la armonía entre obreros y propietarios, circunstancia que implicaba básicamente la reconciliación entre españoles y mexicanos y permitía atenuar los sentimientos de hispanofobia presentes entre las clases populares. Por otro lado, el éxito de la canalización política de los conflictos laborales, que implicaba la intervención de las autoridades públicas y alejaba a los trabajadores de la confrontación directa con los patrones, colaboró en la definición del carácter y las luchas del asociacionismo laboral durante el periodo en estudio.

...

Descargar como  txt (32.5 Kb)  
Leer 19 páginas más »
txt