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DIDACTICA Y SU SENTIDO

ANABELLACADILE20 de Agosto de 2014

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FLACSO

Clase Nº 5

EL CONTEXTO DEL DEBATE ACTUAL SOBRE EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN

Síntesis

Como vimos en las clases anteriores, el currículum es un producto histórico y social, cruzado por profundos debates. Esto quiere decir que las respuestas a nuestras preguntas no pueden ser únicas, unívocas, ni eternas. La definición de los contenidos curriculares y los modos de enseñar se realizan en determinadas coordenadas de tiempo y lugar. En su procesamiento, intervienen diferentes sujetos, instituciones y grupos de interés —autoridades, comunidades académicas, medios de comunicación, congregaciones religiosas, docentes, padres, alumnos—, motivados por diversas y, a veces, contradictorias visiones acerca del sentido de la educación.

Pensar una propuesta curricular para las escuelas del cono sur del continente americano, en las primeras décadas del siglo XXI, requiere, por lo tanto, situar la educación en el contexto social en que se desenvuelve y del cual forma parte, y revisar las discusiones y debates en torno del currículum que promueven los cambios de esta época.

En esta clase, nos proponemos realizar un análisis somero de los escenarios sociales, políticos, económicos y culturales donde los niños y jóvenes de nuestros países desarrollan sus vidas personales, laborales y ciudadanas y con los que la escuela de la modernidad entra en diálogo. Al mismo tiempo, repasaremos algunas de las principales corrientes contemporáneas que conducen a la revisión de las bases del currículum y de la escuela moderna, tal como las hemos presentado en la clase anterior. La ponderación de dichos

escenarios y debates nos permitirá explorar un concepto que puede dar sentido y orientar el currículum: el de ciudadanía como horizonte posible para una sociedad cada vez más cambiante. Examinamos esta idea sabiendo de la existencia de una multiplicidad de pensamientos y propuestas que intentan intervenir en la relación entre la educación y la sociedad. Entre ellas, podemos mencionar las escuelas democráticas que propone Michael Apple, las escuelas multiculturales en las que piensa José Antonio Jordán, las escuelas por la paz que presenta el Plan de Escuelas Asociadas a UNESCO o las escuelas saludables que promueve la Organización Mundial de la Salud.

Interrogantes

¿Cuáles son los rasgos principales de las transformaciones de fin de siglo?

¿Cuáles son algunos de los debates actuales en el campo del currículum?

¿Cuál es el sentido que puede orientar hoy la educación en general y el currículum en particular?

¿Cuánto y cómo debe la formación de los alumnos dar cuenta de los escenarios sociales actuales?

El contexto del debate actual sobre el sentido de la educación

Este curso transcurre y se desarrolla en un contexto de profunda crisis en nuestras sociedades. Crisis económica con su correlato de agudización del desempleo, dificultad para satisfacer las necesidades básicas y recesión. Crisis política manifiesta en la inestabilidad y descreimiento en las instituciones del Estado, en la sensación de vaciamiento de la representatividad de las instituciones políticas y en la anomia en los comportamientos sociales. Crisis social visible en los fenómenos de desintegración de los lazos

colectivos, exclusión y violencia. Crisis cultural vivida como ahogo e incertidumbre, sin perspectivas y repleta de dificultades para articular nuevos proyectos y vislumbrar nuevos sentidos.

Un nuevo modelo de acumulación

Si bien la noción de crisis remite al “tiempo corto” y o la coyuntura, la misma se inscribe en una fase histórica más amplia que puede rastrearse varias décadas atrás. Un punto de partida convencional es la crisis del petróleo, en 1973, que puso fin a los "años dorados del capitalismo". Desde entonces, se desequilibró el ordenamiento económico y social conocido bajo la denominación de economía keynesiana o Estado de Bienestar. El aumento de los costos de producción por la continua alza de los salarios y los impuestos tendía a disminuir la tasa de ganancia de las empresas. El aumento del petróleo frenó el crecimiento y provocó el auge de la inflación. Esta última fue también resultado de las políticas monetarias expansivas tendientes a compensar los crecientes déficit fiscales.

En este contexto se fue configurando un nuevo modelo de acumulación económica. Se suplantó y disminuyó la demanda de mano de obra mediante la introducción de nuevas tecnologías; se procuró disminuir el costo fiscal, cuestionando al estado de bienestar y la intervención del Estado en la economía; se disminuyó el costo de materias primas e insumos mediante la apertura económica y la globalización. Las nuevas políticas neoliberales combinaron un liberalismo económico ortodoxo con el conservadurismo social. Las consecuencias fueron la subordinación del gasto social a la mejora de las estructuras

productivas y el desmantelamiento del modelo de protección laboral y social de la segunda posguerra.

La llamada Tercera Revolución Industrial significó la introducción en la producción de profundas innovaciones tecnológicas y organizativas. Orientadas inicialmente al mundo de la producción, impregnaron y modificaron todas las dimensiones de la vida social. Su insumo básico es el microprocesador. Su uso fundamental fue el desarrollo de las tecnologías de información, aplicadas a la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones, la automatización y la biotecnología. La aplicación de la computación se generalizó a la industria, los servicios y la vida cotidiana. En las industrias más avanzadas proliferaron la robótica, las máquinas —herramientas con control automatizado y numérico—, que reemplazaron total o parcialmente a la lógica de la producción segmentada y la cadena de montaje características del taylorismo y el fordismo. La generalización de la automatización en la producción implicó un incremento exponencial de la producción y la productividad. Los precios de los bienes y servicios disminuyeron por la reducción de costos y el aumento de la oferta. Surgieron nuevos productos y servicios. Muchas organizaciones y personas obtuvieron un acceso rápido a información pertinente y oportuna, en tiempo real (on line). Todo ello modificó pautas y modalidades de consumo, y generó nuevas conductas y hábitos culturales.

Las nuevas tecnologías impactaron decisivamente en la estructura productiva y en las condiciones laborales. Implicaron un enorme ahorro de mano de obra en tareas

tradicionales. Grandes contingentes de trabajadores fueron expulsados del sector secundario. Las industrias que no pudieron reconvertirse al nuevo modelo de producción y gestión tendieron a desaparecer. Se inició un proceso de desindustrialización. Como contrapartida, se incrementó notablemente la actividad en el sector de servicios: en particular en los sectores del comercio, los servicios a las empresas, los servicios personales, los servicios financieros y los servicios de salud, así como aparecieron nuevos servicios de información y de telecomunicación.

La reconversión de las industrias y las nuevas actividades en el sector terciario crearon nuevos empleos y nuevas demandas en la calificación de los trabajadores. El conocimiento y la información adquirieron en el nuevo paradigma productivo la centralidad que la energía barata y la cadena de montaje fordista tenían en el modelo anterior. Fueron desplazados los poseedores de viejas calificaciones. La introducción de la automatización reemplazó a muchos mandos intermedios. Se produjo una proletarización de algunas funciones técnicas, cuyo saber se trasladó del trabajador a la máquina. Por otra parte, se recalificaron algunos trabajadores de la producción destinados al control de las nuevas tecnologías. Así se hizo cada vez más difícil la inserción laboral de las personas de baja calificación, aunque la mayor parte de los nuevos empleos son indiferenciados y no cualificados. Además, creció la exigencia de mayores calificaciones educativas y profesionales para acceder a los trabajos mejor cualificados. Se generó, por lo tanto, un mayor

dualismo en las jerarquías laborales, entre trabajadores descalificados y trabajadores altamente calificados. Para decirlo de otra manera, hubo una fragmentación del mercado de trabajo, dado que en los puestos se comenzó a requerir altas calificaciones, lo que conformó un mercado pequeño y altamente competitivo.

Al mismo tiempo, hubo un aumento de la homogeneidad en la organización de las empresas más dinámicas. Las jerarquías tradicionales en la organización del trabajo perdieron relativa importancia y en su lugar se fortalecieron redes de relaciones cooperativas entre equipos de trabajadores, que desempeñan tareas más amplias y complejas. Cada uno de estos equipos funciona con gran autonomía y asumiendo alta responsabilidad. En estos procesos se interconectan tareas de creación, control y ejecución que requieren conocimientos técnicos, teóricos y empíricos. Estas formas de organización del trabajo requieren una mano de obra mucho más calificada, capaz de adaptarse con más facilidad a los permanentes cambios, con mayor creatividad y con más capacidad de iniciativa propia. Sin embargo, no debería olvidarse —en particular en las sociedades latinoamericanas— que las industrias y servicios que incorporan plenamente el modo de producción y organización aquí descripto, (conocido como postfordismo) no abarcan más que a una parte restringida de la actividad económica y del mercado de trabajo.

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