DOCENCIA REFLEXIVA

La reflexión, en el tema de docencia es entendida como la capacidad de analizar nuestro actuar, permitiendo detectar fortalezas y debilidades en función de lo que se debe o no hacer, para tomar decisiones pedagógicas sobre las diferentes alternativas de actuación y así poder transformar la práctica. De esta manera la reflexión en sus tres momentos nos trae grandes beneficios a los docentes; nos da seguridad, accede a elevar nuestra autoestima y hasta nos permite aprender cosas nuevas, con el único propósito de una mejor intervención frente a los preescolares. La capacidad de cada uno de los docentes para realizarla es diferente, pero el diario, es un instrumento que utilizamos siempre y todos los profesores.

Hablar de reflexión docente no solo implica el sentarse a pensar qué fue lo que pasó durante la jornada, qué hice bien o qué hice mal, qué falló de mi actividad y por qué fue así; comprende un trabajo más arduo y cognitivo, pues se necesita del análisis completo de los factores involucrados, de la búsqueda de soluciones y explicaciones a tales hechos, del conocimiento de los niños y de tener claro cuál es nuestro papel ante ellos. Es indispensable dividir el todo de la acción en unidades que permitan un trabajo inteligente, y de cierta forma detallado para proponer estrategias y nuevas ideas. “La reflexión es posible en los momentos en los que somos capaces de recapacitar sobre nuestras experiencias” (Manen, 1998. pp. 111).

La práctica docente no es perfecta, como dice Díez “hay días nublado y días claritos” (1998); lo que nos indica que toda intervención tiene tonalidades y no siempre será igual. La autora nos invita a ser audaces, a atrevernos a hacer las cosas cuando valen la pena en esos “días claritos” y a tener sobre todo, una mente abierta en los “días nublados”. El tener una mente abierta nos lleva a estar dispuestas a escuchar nuevas opiniones; a proponer estrategias diferentes; a estar informadas y preparadas; a pensar en actividades innovadoras que llamen la atención de los niños; a compartir nuestras experiencias y a cambiar nuestra perspectiva si se requiere. Zeichner y Liston (1996) dicen que en la acción reflexiva usamos al mismo tiempo la razón y la emoción.

Un profesor con pasión trata de llevar todo esto a la acción para que no sólo se quede en palabras ni texto. Actúa poniendo al niño como centro; planeando de acuerdo a las exigencias de él; documentándose para tratar de responder de la mejor manera a las mismas; dando libertad de participar y aportar al tema; promoviendo el interés por aprender y brindar el ambiente de confianza para que el niño se sienta seguro y con ganas de integrarse: debe actuar con tacto pedagógico. Un docente apasionado según Day( ) debe desarrollar habilidades y actitudes como el compromiso con el desarrollo de los preescolares, desempeñar el rol de escucha, el ser afectivo y el tener una mente abierta como antes mencioné.

La toma de decisiones fundamentadas es esencial para una educación de calidad, el involucrar a los padres de familia en dichos acuerdos permite un trabajo en conjunto; el que nosotras como futuras docentes debatamos nuestras ideas, que reflexionemos sobre ellas y las compartamos con colegas, nos enriquece. Con esto quiero decir que antes de actuar debemos pensar, y “la mejor manera de pensar, se denomina pensamiento reflexivo” (Dewey, 1998. pp. 21). Nuestro pensamiento como docentes, debe ser de esta manera; es decir, nuestras ideas deben tener un orden y por consiguiente una consecuencia, así como un propósito definido. De esta manera nuestro pensamiento se convierte en un proceso.

Este proceso se genera a partir de la evidencia recabada durante la observación de los niños, según Manen (1998) la reflexión se da en tres momentos en torno a la acción:

• primero, durante la planeación de actividades

...