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ENSEÑANZA SOBRE LA ALABANZA


Enviado por   •  12 de Enero de 2014  •  5.641 Palabras (23 Páginas)  •  500 Visitas

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ENSEÑANZA SOBRE LA ALABANZA

Lectura bíblica: Sal. 22:3; 50:23; 106:12, 47; 146:2; He. 13:15

La alabanza constituye la labor más sublime que los hijos de Dios puedan llevar a cabo. Se puede decir que la expresión más sublime de la vida espiritual de un santo es su alabanza a Dios. El trono de Dios ocupa la posición más alta en el universo; sin embargo, Él está “sentado en el trono / Entre las alabanzas de Israel” (Sal. 22:3). El nombre de Dios, e incluso Dios mismo, es exaltado por medio de la alabanza.

David expresó en un salmo que él oraba a Dios tres veces al día (Sal. 55:17). Pero en otro salmo, él dijo que alababa a Dios siete veces al día (119:164). Fue por inspiración del Espíritu Santo que David reconoció la importancia de la alabanza. Él oraba tres veces al día, pero alababa siete veces al día. Además, él designó a algunos levitas para que tocaran salterios y arpas a fin de exaltar, agradecer y alabar a Jehová, delante del arca del pacto (1 Cr. 16:4-6). Cuando Salomón concluyó con la edificación del templo de Jehová, los sacerdotes llevaron el arca del pacto al interior del Lugar Santísimo. Al salir los sacerdotes del Lugar Santo, los levitas situados junto al altar tocaban trompetas y cantaban, acompañados de címbalos, salterios y arpas. Todos juntos entonaban cantos de alabanza a Jehová. Fue en ese preciso momento que la gloria de Jehová llenó Su casa (2 Cr. 5:12-14). Tanto David como Salomón fueron personas que conmovieron el corazón de Jehová al ofrecerle sacrificios de alabanza que fueron de Su agrado. Jehová está sentado en el trono entre las alabanzas de Israel. Nosotros debemos alabar al Señor toda nuestra vida. Debemos entonar cantos de alabanza a nuestro Dios.

I. EL SACRIFICIO DE ALABANZA

La Biblia presta mucha atención a la alabanza. El tema de la alabanza se menciona con frecuencia en las Escrituras. Salmos, en particular, es un libro en el que abundan las alabanzas. De hecho, en el Antiguo Testamento, el libro de Salmos es un libro de alabanza. Así pues, muchas alabanzas son citas tomadas del libro de Salmos.

Sin embargo, el libro de Salmos contiene no sólo capítulos dedicados a la alabanza, sino también capítulos que hacen referencia a diversos sufrimientos. Dios desea mostrar a Su pueblo que aquellos que le alaban son los mismos que fueron guiados a través de diversas tribulaciones y cuyos sentimientos fueron lastimados. Estos salmos nos muestran hombres que fueron guiados por Dios a través de las sombras de la oscuridad; hombres que fueron despreciados, difamados y perseguidos. “Todas Tus ondas y Tus olas / Pasan sobre mí” (42:7). No obstante, fue en tal clase de personas en quienes el Señor pudo perfeccionar la alabanza. Las expresiones de alabanza no siempre proceden de aquellos que no tienen problemas, sino que proceden mucho más de aquellos que reciben disciplina y son probados. En los salmos podemos detectar tanto los sentimientos más lastimeros como las alabanzas más sublimes. Dios echa mano de muchas penurias, dificultades e injurias, a fin de crear alabanzas en Su pueblo. El Señor hace que, a través de las circunstancias difíciles, ellos aprendan a ser personas que alaban en Su presencia.

La alabanza más entusiasta no siempre procede de las personas que están más contentas. Con frecuencia, tales alabanzas surgen de personas que atraviesan por las circunstancias más difíciles. Este tipo de alabanza es sumamente agradable al Señor y recibe Su bendición. Dios no desea que los hombres le alaben sólo cuando se encuentren en la cima contemplando Canaán, la tierra prometida; más bien, Dios anhela que Su pueblo le componga salmos y le alabe, aun cuando anden “en valle de sombra de muerte” (23:4). En esto consiste la auténtica alabanza.

Esto nos muestra la naturaleza que Dios le atribuye a la alabanza. La alabanza es, por naturaleza, una ofrenda, un sacrificio. En otras palabras, la alabanza proviene del dolor y de los sufrimientos. Hebreos 13:15 dice: “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de El, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan Su nombre”. ¿En qué consiste un sacrificio? Un sacrificio es una ofrenda, y una ofrenda implica muerte y pérdida. El que presente una ofrenda debe sufrir alguna pérdida. Toda ofrenda, o sacrificio, deberá ser entregada. Tal entrega implica sufrir pérdida. El buey o el cordero que usted ofreció, le pertenecían; pero cuando usted los entregó, cuando los elevó en calidad de ofrenda, los sacrificó. El hecho de ofrecer algo no indica que habrá ganancia; más bien, significa que se sufrirá una pérdida. Cuando una persona ofrece su alabanza, ella pierde algo; ella está ofreciendo un sacrificio a Dios. En otras palabras, Dios inflige heridas; Él quebranta y hiere a la persona, pero, a su vez, dicha persona se vuelve a Él ofreciéndole alabanzas. La alabanza ofrecida a Dios a costa de algún sufrimiento, constituye una ofrenda. Dios desea que el hombre le alabe de esta manera; Él desea ser entronizado por esta clase de alabanza. ¿Cómo obtendrá Dios Su alabanza? Dios desea que Sus hijos le alaben en medio de sus sufrimientos. No debiéramos alabar a Dios sólo cuando hemos recibido algún beneficio. Si bien la alabanza que se ofrece por haber recibido un beneficio sigue siendo una alabanza, no puede considerarse una ofrenda. Una ofrenda, en principio, está basada en el sufrimiento de alguna pérdida. Así pues, el elemento de pérdida está implícito en toda ofrenda. Dios desea que le alabemos en medio de tales pérdidas. Esto constituye una verdadera ofrenda.

No sólo debemos ofrecer oraciones a Dios, sino que es menester que aprendamos a alabarle. Es necesario que desde el inicio de nuestra vida cristiana entendamos cuál es el significado de la alabanza. Debemos alabar a Dios incesantemente. David recibió gracia de Dios para alabarle siete veces al día. Alabar a Dios cada día es un buen ejercicio, una muy buena lección y una excelente práctica espiritual. Debemos aprender a alabarle al levantarnos de madrugada, al enfrentar algún problema, al estar en una reunión o al estar a solas. Debemos alabar a Dios al menos siete veces al día; no dejemos que David nos supere al respecto. Si no aprendemos a alabar a Dios cada día, difícilmente participaremos del sacrificio de alabanza al cual se refiere Hebreos 13.

A medida que desarrollemos el hábito de la alabanza, tendremos días en los que nos será imposible reunir las fuerzas necesarias para alabar. Puede que hoy, ayer y anteayer hayamos alabado a Dios siete veces al día, y que le hayamos alabado con la misma constancia la semana pasada o el mes anterior. Pero llega el día en que simplemente nos es

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