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El Proceso De Auto-identificación Homosexual

nataliiaa28 de Noviembre de 2012

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Introducción

Es una opinión común y tal vez bien establecida, que el comportamiento homosexual va en aumento. Aunque algunos datos estadísticos dan la impresión de estar trucados, es muy probable que sea así. En la mayoría de las publicaciones se ofrece una prevalencia de homosexualidad de alrededor del 10%. No deja de ser curioso la coincidencia del dato estadístico respecto de cualquier país --en todos ellos se da la misma tasa de prevalencia-, sino también el hecho --nada despreciable- de que en la mayoría de esas publicaciones nada se dice de cómo se ha elegido la muestra, del número de personas encuestadas, de los criterios que se han seguido para establecer si una persona es o no homosexual, etc.

Ante estas dificultades, es lógico que el lector se muestre un tanto dubitativo y llegue a suponer que algo de ello es ficción, como consecuencia de la publicidad de los grupos más interesados, por afectados por estos comportamientos.

Sea como fuere, el hecho es que no sabemos a qué atenernos ante estos datos. ¿Cómo dar razón de estos hechos? ¿Qué puede haber causado ese "incremento" casi exponencial del comportamiento homosexual en la sociedad actual? ¿Cómo asumir e integrar este nuevo problema en la cultura fragmentaria en qué vivimos?

En realidad, nada se puede contestar a las anteriores preguntas hasta que no dispongamos de un mejor conocimiento de la historia natural de este tipo de comportamientos (Zeitlin, 1986). Nada sabemos, por ejemplo, acerca de cómo han podido llegar a comportarse del modo en que lo hacen o sentirse atraídos por las personas del mismo sexo por las que se sienten atraídos. Ignoramos también cómo llegaron a adoptar el "estilo de vida" que suele caracterizar a las personas que manifiestan una conducta homosexual (Green, 1985).

Las líneas que siguen no responderán a las anteriores cuestiones planteadas, pero al menos tratarán de esbozar una hipótesis, relativamente comprobable, acerca del modo en que se ha generado en esas personas este supuesto cambio de identidad, al menos en lo relativo a su género y comportamiento sexual. Las hipótesis que a continuación se establecen tienen como único fundamento la experiencia clínica de las personas que, descontentas con su actual orientación sexual, han consultado y demandado la ayuda del especialista para tratar de superar su problema. Se trata por tanto, de personas que han decidido, libremente, poner fin o tratar de aliviar sus sufrimientos, como consecuencia de su comportamiento homosexual.

Se advierte aquí, que el autor de esta colaboración al establecer las siguientes hipótesis sólo se ha servido de las historias de los pacientes asistidos hasta el año 1987. Si ha procedido así es por una mera cuestión de una más fácil disponibilidad de los datos relativos a esas historias, sin que ello suponga que renuncie a comunicar la totalidad de su experiencia clínica en este asunto en otras futuras publicaciones, como ha decidido hacer.

Principales hitos y etapas en el proceso de auto-identificación homosexual

¿Es la adolescencia una etapa crítica, como se ha sostenido, donde aparece o se empieza a manifestar la conducta homosexual? ¿Cuál es el recorrido experimentado por el adolescente hasta la eclosión de tal comportamiento? ¿Acontece éste súbitamente, sin conexión alguna con su anterior trayectoria biográfica? ¿Sería oportuno rastrear, mediante el adecuado seguimiento evolutivo, las diversas vicisitudes por las que atravesó el desarrollo de su sexualidad? En ese caso, ¿qué factores de riesgo pueden identificarse y apresarse, de manera que puedan contribuir a establecer un programa preventivo de la conducta homosexual?

A continuación se pasa revista a algunos de los principales hitos que, tal y como han sido observados, jalonan en algunas personas el proceso evolutivo a cuyo término comparece la determinación de auto identificarse como homosexual o lesbiana.

Se advierte al lector tales hitos no son constantes en las personas con conductas homosexuales, como la secuencia aquí descrita tampoco es "obligada" para la mayoría de ellas. Algunas de las etapas que se señalan en este recorrido, han sido atisbadas también por otros autores. Su exposición aquí no pretende sino arrojar un poco de luz sobre lo que está en el envés y en el pasado de ciertos comportamientos homosexuales: experiencias, creencias y expectativas que tienen un cierto poder configurador de su afectividad y del moldeamiento de su conducta.

Primera etapa: La sensibilización respecto de la conducta homosexual

En el aprendizaje de la homosexualidad, hay casi siempre una primera etapa de sensibilización. Los intereses que, en la temprana edad, el niño y la niña tienen como personas no suelen coincidir con los intereses que la sociedad les atribuye, diferencialmente, a cada uno de ellos en función de sus respectivos géneros.

Supongamos que a una chica fuerte, con poderosa contextura ósea y muy deportista lo que le gusta es correr con el balón entre las piernas, regatear y, sobre todo, meter goles en la portería contraria. Sin embargo, esa actividad es atribuida social y culturalmente a los niños; de aquí que el comportamiento de esa niña sea mal interpretado en su contexto sociocultural. Esta disonancia en el modo en que la conducta de la niña es interpretada por su contexto es posible que ponga en marcha o active una compleja y lamentable aventura biográfica de funestas consecuencias para ella en el futuro.

La identidad de género, es decir, el género masculino o el femenino, tal y como se entienden hoy en nuestra sociedad, no parecen estar demasiado fundamentados en criterios rigurosos, estables y consistentes, en que todos o la mayoría estemos de acuerdo. Acaso por esta razón es por lo que numerosos autores hablan hoy de la "flexibilidad de género". Con este concepto no quiere significarse que el género sea tan plástico o que el concepto de género sea tan borroso y opaco que pueda servir para la descripción de cualquier comportamiento, sea éste homosexual o no.

Este concepto apunta más bien a indicar lo que antes se ha señalado: que hay una cierta ambigüedad en los rasgos atribuidos que configuran las constelaciones de lo masculino y lo femenino. De hecho, ¿podría hoy afirmarse que una chica que monte en bicicleta es menos femenina que una que monte a caballo o que otra que juegue al frontón?, ¿podría sostenerse, de acuerdo con una escala de masculinidad -que fuera rigurosa, objetiva y relativamente consensuada-, si un chico de quince años, es más masculino que otro de la misma edad, en función de ciertos rasgos en su modo de comportarse? ¿En función de qué rasgos?

No, a lo que parece no están suficientemente establecidos --y mucho menos, esculpidos- esos rasgos definidores. A pesar de lo cual, no obstante, se hacen atribuciones que califican a muchos comportamientos respecto de la identidad de género. Pero como los criterios no están demasiado claros -en realidad, casi nunca lo estuvieron- tales calificaciones socioculturales pueden ser muy injustas y erróneas.

Por contra, también sería injusto sostener la hipótesis contraria, es decir, afirmar que dado que el género es un concepto muy vago y ambiguo, ninguna afirmación sobre lo masculino y lo femenino puede establecerse.

Si en esta etapa de sensibilización, en que se encuentra un chico o una chica, los padres, tutores, compañeros, profesores o cualquier persona que para ellos sea relevante, califican los rasgos que permiten diferenciarlos de otros chicos o chicas como impropios de su género, comenzarán a sentirse todavía más inseguros de sí mismos, en lo que respecta a su identidad de género.

Si se marcan en exceso las diferencias que se dan en su comportamiento, respecto de sus iguales del mismo género, lo que aparecerá en ellos será una cierta conciencia de que son diferentes.

Conviene no olvidar lo arraigado que está esa especial sensibilidad --casi susceptibilidad- que tan bien caracteriza a los adolescentes. En ocasiones, esa sensibilidad aumenta hasta casi lo patológico respecto del "qué dirán" los demás en relación a su cuerpo y su forma de vestir, etc. Es decir, los adolescentes experimentan un gran temor ante la posibilidad de "hacer el ridículo".

Sobre esta percepción magnificada de lo que es aparentemente diferencial en relación con los iguales, se acabalgarán sentimientos de extrañeza y duda, que les llevará a experimentarse como diferentes a los demás.

Otras veces, la percepción de esa diferencia esta fundamentada no en la opinión o calificación de los otros, sino en la comparación que el joven establece entre ciertos rasgos de su comportamiento y los de sus iguales. A esa comparación -casi siempre, muy poco puesta en razón-, siguen luego atribuciones mal articuladas pero muy poderosas, por cuanto contribuyen a inferencias erróneas acerca de su propia identidad de género. Y todo esto se produce como por azar y sin que apenas intervenga una cierta presión social.

En esta etapa no es tanto que en el contexto social se califique de "diferentes" sus rasgos comportamentales. Es, simplemente, el propio juicio del joven el que comparece como más intensamente determinante, hasta el punto de llegar algunos a confesarse a sí mismos: "Yo soy diferente".

Se cierra así esta primera etapa de sensibilización que, en ocasiones, puede superarse espontáneamente pero que, otras veces, comienza a marcar y teledirigir a ese niño o niña hacia una posición en la que es muy difícil luego la "autoconstrucción" de sus respectivas masculinidad o feminidad.

Segunda etapa: La confusión y primeras

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