El currículo como motor de las transformaciones educativas

El currículo como motor de las transformaciones educativas.

Jesús Aníbal Castro.

El presente ensayo hace un breve recorrido de las ideas expuestas por  Zabala (2016) en su libro “Diseño y desarrollo curricular”, donde enfatiza la teoría que para adelantar una verdadera renovación en los procesos de enseñanza aprendizajes en las escuelas en pro del mejoramiento de la calidad educativa, se hace indispensable hacer un replanteamiento de la forma como se concibe el currículo, “El conocimiento disciplinar específico ha sido durante muchos años el criterio principal de elaboración de los currículos escolares” (Pozo, 1996: 1). El docente como corresponsable de las transformaciones al interior de las instituciones educativas, debe actuar procurando sustentar su trabajo no solo en el dominio disciplinar y didáctico del contenido, sino también, en el conocimiento del contexto social en el que se desenvuelve sus alumnos  

Zabalza (2010) afirma que “hoy resulta imprescindible que el profesorado se <<curricularice>>, haga y piense su trabajo en términos de curriculum porque eso le va a aportar una nueva perspectiva, un nuevo sentido a lo que hace en el aula”. (p. 13). La apropiación por parte del cuerpo docente del currículo, permitirá una mejor orientación de las practicas educativas, ya que “Si el corazón de un aula de clases son los recursos didácticos, el currículo educativo es el esqueleto”, sobre el cual reposa todo el andamiaje, facilitando el tránsito hacia la adquisición de nuevos aprendizajes y el desarrollo de competencias.  

La diacronía del currículo pretende dar respuesta a las innovaciones y tendencias educativas que se han suscitado frente a las exigencias que demanda la oferta laboral, hasta convertirse en un campo disciplinar donde no hay una unificación de criterio en torno a su concepción, teorías y enfoque que lo sustentan, en ese sentido, nos atrevemos a afirmar que existe un mar de conocimiento en torno del currículo, pero un centímetro de profundidad en cuanto a su concreción en el ámbito educativo.

La formación académica-escolar y los currículos no se pueden considerar de forma aislada, aunque existen claras diferencias entre ellos. Si el propósito de la enseñanza es formar a los seres humanos para la participación en la sociedad, entonces requiere de programas que logren revelar el enmarañado sistema de intercambio que tiene lugar en el aula, y sobre la base de una comprensión del presente (Ríos, 2022). Con este fin, es posible extrapolar los disímiles espacios en los que se desenvuelve la vida diaria de los sujetos (Loreto-Franco, J., et al. (2021). Para intervenir entre las intencionalidades y las acciones concretas, en el ámbito escolar concurre mecanismos que permite modelos constituidos para llevar la realidad del contexto al aula, como sugiere Buitrago (2012), aludiendo al diseño curricular.

En Colombia, el Ministerio de Educación Nacional (MEN), quien es el encargado de formular y adoptar las políticas, planes, programas y proyectos que orientan al sector hacia el cumplimiento de los fines y objetivos de la educación previstos en la ley. Las normas que definen, regulan y dan pautas para el diseño del currículo de los establecimientos educativos del país son: la ley 115 de 1994, el decreto 1860 de 1994, la resolución 2343 de 1996 y el decreto 1290 de 2009.

Además del marco legal, el MEN dispone de unos referentes de calidad y de actualización curricular, los cuales brindan orientaciones generales frente al abordaje en torno a los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero no hay una “ruta a seguir” sobre cómo enseñar ni como evaluar los aprendizajes de los estudiantes. Las instituciones gozan de plena autonomía para la construcción de su propio currículo, por cual se encuentran tantos currículos como escuelas existan; muchos de estos son copias o adaptaciones, que no responden al contexto ni a las necesidades educativas de los estudiantes.

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