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El juego y el jugar

Pablo HereñúMonografía3 de Agosto de 2019

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El juego y el jugar.

Introducción

En el siguiente trabajo, en primer lugar, se analizará al juego y al jugar desde diferentes visiones y perspectivas de distintos autores, quienes se centrarán en algún tema referido al mismo.

Luego, tratar de explicar cómo el juego, una de las configuraciones de movimientos pertenecientes a la Educación Física, es utilizado como un recurso didáctico en busca de la enseñanza de distintos contenidos que no tienen mucho que ver con el propio jugar. Y cómo es perjudicado por el potencial utilitario que los docentes le han encontrado al juego y lo han llevado hasta la intimidad de la misma clase, diferenciándolo del juego que por ejemplo se puede dar en el recreo.

Por último, se analizará específicamente el juego sobre dos de las corrientes pertenecientes a la Educación Física como lo son la físico-deportiva y la psicomotriz, mencionando la relación que existe, donde los deportes y la gimnasia, toman al juego como un recurso didáctico para enseñar.

Desarrollo

Pavía expone que desde su experiencia la perspectiva de un jugador es condición indisputable para avanzar en la búsqueda de una definición de juego; y que “forma”, como el juego, y “modo”, como la manera jugar, construyen dos variables fundamentales para comenzar a comprender el juego. Acepta que en nuestro ámbito socio cultural jugar significa primariamente participar de un juego, no ve inconveniente en aceptar que quienes participan en ellos están, al menos literalmente,  jugando. Lo que si le interesa discutir es si lo hacen de un modo lúdico o no; y es el sujeto quien adopta un modo, a través del sentido que le adjudica a una acción identificada por construcción histórica, social y cultural, con el nombre genérico de juego. “Cuando la forma juego y el modo lúdico de jugar coinciden linealmente, el enunciado “estoy jugando” expresa armoniosamente dos cosas: la plena conciencia de que se está participando de una actividad aceptada social y culturalmente como juego, tanto como que se lo ha tomado como tal. La misma observación permite registrar que también hay ocasiones en las cuales una actividad aceptada social y culturalmente como juego es practicada “de verdad”, para nosotros, de un modo “no lúdico”. En estos casos, el enunciado “estoy jugando” expresa la certeza del sujeto de que está participando de una actividad denominada juego, pero como es “en serio”, en ella no se juega”. (Pavía, V. 2006: 45).

Por otra parte Mantilla afirma que los conceptos de juego y jugar aparecen clara o implícitamente relacionados, de hecho dice que están contenidos el uno en el otro, pero su interés es señalar las ventajas, no solo, teóricas y metodológicas que implica distinguir el juego del jugar.

Destaca que también el jugar se experimenta al margen de la participación directa en el juego, es igual  a decir, que se es objetivamente un jugador pero no se juega, por lo tanto;  opina que también siendo espectadores accedemos a la experiencia del jugar, particularmente cuando el espectador se apropia subjetivamente de lo allí representado y vive la representación, la experimenta a sabiendas de que es una realidad ficticia, que no tiene consecuencias reales para sí. (Mantilla, L. 2000).

Siendo la intención del autor subrayar la importancia de diferenciar “el juego, del jugar”, es necesario definir qué entiende por cada uno: el juego, opina que es un esquema socio-cultural propicio para la representación, que construye una propuesta de acción para ser realizada por grupos pequeños (aunque los espectadores pueden ser muchos); y que el jugar es realizar y sobre todo experimentar la representación que propone el juego. Ambos implican necesariamente una emoción individual.

Cita que, juego y jugar, son objetos de interpretación y de control social, de ahí su historicidad y la eficaz y común reglamentación social que determina su carácter de apropiados o prohibidos para grupos de edades y sexos diferentes, pero también para los distintos grupos étnicos o racionales.

En conclusión, con las palabras del autor, en el juego y a través del jugar, se da una relación simbólica con el espacio, con el tiempo, con los objetos y con los otros jugadores.

Así, el que juega participa activamente en la construcción objetiva del juego, se sitúa en una esfera intermedia entre su subjetividad y el mundo exterior. (Mantilla, L. 2000)  

En el texto de Caillois “Sobre la naturaleza del juego y su clasificación” el autor cita a Huizinga y expone su definición de juego: “El juego es una acción u ocupación voluntaria que se ejerce dentro de ciertos límites preestablecidos en el tiempo y el espacio y de acuerdo con unas reglas aceptadas libremente, pero que obligan a una estricta observancia; que encuentra su finalidad en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de ser “algo distinto” de la vida normal.” (Caillois, R. 1976: 37). A partir de esta definición se puede decir que el juego es una actividad libre, ya que no se puede obligar a un jugador a que participe sin que el juego deje de ser inmediatamente lo que es, además es una actividad delimitada dentro de límites de tiempo y espacio; y reglamentada ya que se desarrolla bajo reglas impuestas por los propios jugadores. Con respecto a la libertad del juego Pavía explica que para jugar es necesario poseer permiso y confianza ya que según él, jugar implica jugar-se, por lo tanto la posibilidad de entrar y salir, cuando uno lo desea, del juego mucho tiene que ver con el grado de confianza en que nada malo puede suceder ya que se trata de un juego y permiso para disfrutar del momento de irrealidad que permite al jugador equivocarse, total siempre se podrá decir: “estoy jugando”. (Pavía, V. 2006)

En relación a las reglas de los juegos, la autora Lucía Mantilla los divide en dos grandes grupos. “Aquellos cuyas reglas permanecen ocultas, que constituyen códigos abiertos y que llamaremos juegos de reglas implícitas; y aquellos donde las reglas son objetivas, que constituyen códigos cerrados y llamaremos juegos de reglas explicitas (…) Los juegos de reglas implícitas son modelos de signos expresivos y los juegos de reglas explicitas modelos de signos lógicos.” (Mantilla, L. 2000: 33).

No hay juego sin reglas, hasta el juego más simple como el que se improvisa solitariamente con las baldosas de la vereda mientras caminamos (no pisar las líneas) ya implica la presencia de una ley de juego al menos. (Scheines, G. 1985).

Al comenzar el desarrollo de este trabajo se dijo que, dentro del juego encontramos dos variables fundamentales para comprender el juego, que son la forma y el modo. La forma pertenece al orden estricto de la actividad, hace referencia al término juego como sustantivo, mientras que el modo pertenece al sujeto jugador (uso de la palabra juego como verbo conjugado) (Pavía, V. 2006). La forma es el conjunto de características que hacen que un juego se diferencie de otro, es la apariencia singular de un juego específico la cual empuja a los jugadores a respetar las situaciones que se dan dentro de ese juego. La forma de cada uno está compuesta siempre de dos partes, la estructura profunda y menos explícita que hace que un juego mantenga su esencia, si se producen cambio dentro de esta estructura ese juego será otro. Y por otra parte la estructura externa y más explícita la cual puede estar sujeta a cambios relacionados con los intereses de los jugadores de negociar aspectos determinados de un juego los cuales se podrán modificar sin alterar la estructura profunda que define al juego como tal.

Al contrario que la forma la cual digamos que es simple reconocer al observar un juego, el modo no se identifica tan fácilmente. Esto se debe a que el modo es propio del jugador, es la manera que este adopta dentro de la situación de juego. Esa libertad de poder elegir como se para cada uno dentro de un juego está fuertemente influenciada por el contexto social e histórico donde cada individuo se desarrolla. Además está emparentado con la actitud y el deseo de ese sujeto de participar o no de esa actividad. En la disposición personal para  jugar de un modo determinado se conjugan componentes cognitivos y afectivos, individuales y colectivos, que tanto posibilitan como condicionan a ese modo elegido por cada jugador.

El análisis del modo incita a preguntarse menos que es el juego y más que es jugar; menos que se puede enseñar a través de él y más que hay que saber para invitar a jugar de un modo determinado. (Pavía, V. 2006).

A partir de estas reflexiones que plantea Pavía se intentará explicar cómo la corriente físico-deportiva y la corriente psicomotriz utilizan al juego como un recurso didáctico, en búsqueda de alcanzar distintos objetivos agregándole al juego un sentido utilitario con el cual pierde su característica esencial ya que el verdadero juego no persigue otro fin que el juego mismo. Cada vez que una actividad se vuelve útil, se subordina como medio a un fin, pierde el carácter de juego.

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