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Es auténtico el texto de Mateo capítulo 16


Enviado por   •  29 de Mayo de 2013  •  Tutoriales  •  2.916 Palabras (12 Páginas)  •  253 Visitas

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¿Es auténtico el texto

de Mateo capítulo 16?

Téng

Intro

anse en cuenta –y reléase– la “Referencia ductoria” de página 43.

Esta objeción podría darse por respondida en la respuesta anterior, pero creo que es tan importante que podemos agregar algunos datos valiosos. Me ha sido expresada de varios modos, por ejemplo, el siguiente:

Estimado hermano en Cristo: Hojeando un viejo tratado de religión, leí un acápite que decía que muchas sectas o “iglesias” creen que el versículo 18 y 19 del Cap. 16 del evangelio de Mateo fue un añadido posterior para justificar el poder del Papa y la Iglesia Católica. ¿Qué tanto de cierto hay en ello? ¿Es parte del manuscrito original? ¿Pudo haber alguna modificación en alguno de los evangelios y justo en éste en especial?

Los especialistas en la Sagrada Escritura han estudiado mucho el tema. Me baso para responder esta consulta en lo que señalan Leal, Del Páramo y Alonso, en su Comentario a este pasaje1. Ha habido quienes afirmaron que los versículos 17-19 del capítulo 16 de Mateo han sido interpolados en el evangelio, a fines del siglo II, o hacia los años 110-120, o tal vez en tiempo de Adriano (117-138), en la Iglesia romana. Harnack cree que sólo han sido interpoladas las palabras “y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. El texto original diría: “Y las puertas del hades no te vencerán”, por cuyas palabras

1 Cf. La Sagrada Escritura, Texto y Comentario por profesores de la Compañía de Jesús, BAC, 1964, tomo I, pp. 183-184.

se prometería a Pedro solamente la inmortalidad (según este autor). Pero estas afirmaciones están en contra de todos los códices y versiones antiquísimas, de los autores más antiguos de la cristiandad, que unánimemente leen el texto como lo ha leído siempre la Iglesia. Por otra parte, el color semítico marcadísimo que tienen estos versículos no pudo tener un origen romano, como afirman estos críticos.

Otros autores no tienen dificultad en admitir que efectivamente estas palabras las escribió San Mateo, pero pretenden que no las dijo Cristo. Reflejarían, en cambio, el concepto que ya la Iglesia primitiva de Jerusalén se formó de San Pedro y de su relación con la Iglesia. Efectivamente, Pedro, como primer vidente de Cristo resucitado (cf. 1Co 15,5) y como primer predicador de la resurrección (cf. Hch 2,14ss), tuvo, desde un principio, en la mente de los primeros cristianos, un lugar privilegiado y fue considerado como el jefe de toda la comunidad. Esta concepción –dicen estos autores– la habría dejado plasmada San Mateo, poniendo en boca de Cristo las palabras dirigidas a San Pedro en esta sección.

Esta teoría, que, como se ve, deja en mal lugar la probidad y fidelidad histórica de Mateo, se funda en principios apriorísticos y en hipótesis arbitrarias, como es, principalmente, el suponer gratuitamente una evolución de los hechos y palabras de Cristo en el término de unos pocos años, es decir, cuando aún vivían testigos oculares de los acontecimientos. Supone además, falsamente, que el origen y el progreso de la religión y doctrina cristiana estuvo librado al arbitrio de la fantasía popular, y, finalmente, echa por tierra el verdadero concepto y valor de la tradición apostólica. De todos modos, los mismos que sostienen que ha sido tardíamente interpolada en el evangelio, están obligados a reconocer que ya la conoce San Justino (antes

del 165, fecha de su muerte) como perteneciente al episodio de Cesarea2.

Esta teoría de la interpolación está hoy prácticamente desechada, tanto por argumentos externos como internos. Externamente, por el testimonio unánime de los códices, de las versiones antiguas, y de la cita de los Padres; la unanimidad de las fuentes en favor de la autenticidad no autorizan la versión del texto interpolado; el que lo afirma lo hace gratuitamente y sin testimonios antiguos a su favor. Desde el punto de vista de la crítica interna, lo demuestran el carácter semítico de varias expresiones que se encuentran en esos versículos, que indican el origen palestinense de la tradición que preservó este logion, ya que muestra que fue entregado en lengua aramea antes de ser traducido al griego. Estas expresiones semíticas son: a) Simon Bar Iona; b) carne y sangre: expresión semítica para decir hombre mortal, dejado a sus fuerzas; c) Padre... que está en los cielos; d) Tú eres Pedro y sobre esta piedra: palabra que en la lengua aramea corresponden perfectamente: Kêfa-Kêfa; e) llaves del reino de los cielos... será desatado en los cielos: los judíos usaban esta palabra para evitar el nombre sacro de Dios; f) atar-desatar: expresión usada por los rabinos. Pero incluso hay que decir que no se trata sólo de algunas palabras semitas sino “toda la misma estructura del pasaje (...). Tan claro es esto, que el mismo Bultmann dice: ‘No veo que las condiciones de su origen hayan podido ser realizadas más que en la comunidad primitiva de Jerusalén’. El pasaje hace ver que no es redactado, por esta razón, en un medio ambiente romano, como se pretendía”3. Veamos más en detalle algunas de las expresiones más característicamente semitas.

2 Cf. Profesores de Salamanca, Biblia Comentada, II. Evangelios, BAC, Madrid 1964, p. 379. El tomo dedicado a los Evangelios está a cargo de Manuel de Tuya, O.P.

3 Cf. Tuya, op. cit., p. 380.

(a) El nombre de Pedro. Dos cosas se dicen sobre el nombre del apóstol Pedro, que nos señalan la inconfundible autenticidad del texto.

La primera es la expresión “hijo de Jonás”, expresión sabrosa, pues era uso muy judío dar después del nombre de las personas, máxime cuando se quiere fijar bien la precisión y exactitud de la misma, el nombre de su padre, expresado en la palabra ben –hijo de– o en la forma aramaica usada aquí: bar (se pueden ver otros ejemplos en Is 1,1; Jer 1,1; Ez 1,1, etc.). Señala Manuel de Tuya4 que la expresión bar Yóna (paloma), era nombre no raro en Israel (cf. 2Re 14,25; Jon 1,1). Algunos pensaron, siguiendo a San Jerónimo, que la forma Yona sería un diminutivo del nombre Yohanan (Juan), ya que posteriormente Pedro es llamado hijo de Juan (cf. Jn 21,15). Pero los autores semitistas no suelen admitir el diminutivo de Juan, pues no se encuentra usado como tal; más bien se piensa que el nombre de Juan, patronímico de Simón, podría ser un sobrenombre griego escogido por su semejanza con el verdadero nombre hebreo. El hecho que aquí nos interesa es su profundo valor aramaico, y por tanto, nos hace ya inclinarnos a rechazar el carácter interpolado

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