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Evaluacion

kennyom12 de Junio de 2012

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DR. FILIBERTO BELTRÁN NÚÑEZ

LA EVALUACIÓN

El tema de la evaluación es bastante complejo, más aún si se contemplan la diversidad. En

su realización influyen aspectos relativos a concepciones y prácticas de muchos años,

demandas específicas de los padres de familia o exigencias administrativas, entre otros.

Todo ello puede afectar de manera positiva o negativa para que la evaluación sea una

herramienta que beneficie los procesos de enseñanza y aprendizaje.

La evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje es un medio indispensable para

indagar de manera cabal los factores que inciden en el desarrollo de los aprendizajes de

todos los alumnos, considerando la diversidad de sus características. En este sentido

(Casanova, 2000), nos dice que el proceso mismo de evaluación nos permite ahondar en la

comprensión de aquellos aspectos que posiblemente estén relacionados con las dificultades

para aprender de algunos de nuestros alumnos.

A través del tiempo, la evaluación ha sido interpretada como sinónimo de “medida”.

Afortunadamente, en la actualidad, gracias al avance de la psicología evolutiva y de la

psicología del aprendizaje, esta concepción ha ido cambiando hacia una clara

intencionalidad de aprovechar al máximo la evaluación para optimizar los procesos

educativos. En este sentido, la evaluación es concebida como parte integrante de la

dinámica de los procesos de enseñanza y de aprendizaje, y sirve como base orientadora del

quehacer docente a lo largo de su actuación.

A pesar de estas nuevas formas de concebir la evaluación, en el esquema educativo regular

predomina la calificación numérica y el uso de exámenes como los criterios de mayor peso

para evaluar los aprendizajes del alumnado y para decidir su promoción aunque este

principio ha empezado a cambiar. Por otro lado, PRONAP (2001) menciona que, no es

criticable la utilización de exámenes, lo cuestionable es que se constituya en la “única”

forma de evaluar. La utilización del examen como “el único criterio evaluador” es una

práctica social, ya que también se

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utiliza en los ámbitos laboral y profesional. En el terreno educativo esto plantea una

problemática: el avance en las concepciones de la evaluación no se refleja en las prácticas

de los educadores.

Por tanto, el problema no radica sólo en adoptar un nuevo concepto de evaluación y estar

de acuerdo con el mismo, sino que implica cambiar las prácticas que se llevan a cabo en las

aulas e intervenir, en muchos casos, en supuestos asociados con la enseñanza, con el

aprendizaje y con la evaluación.

Si entendemos la evaluación genéricamente como “... una actividad consustancial a

cualquier tipo de acción encaminada a provocar modificaciones en un objeto, situación o

persona” (Mirás y Solé 1990, p.419), entonces la evaluación educativa debe ser considerada

como un elemento más de los procesos de enseñanza y aprendizaje que está al servicio de

los mismos.

Por lo tanto, en este momento se busca conceptualizar la evaluación como una actividad

que permita intervenir y perfeccionar el desenvolvimiento del proceso educativo, tal como

se plantea en la definición de Casanova (1995, p. 54):

“La evaluación aplicada a la enseñanza y el aprendizaje consiste en un proceso sistemático

y riguroso de recogida de datos, incorporado al proceso educativo desde su comienzo, de

manera que sea posible disponer de información continua y significativa para conocer la

situación, formar juicios de valor con respecto a ella y tomar las decisiones adecuadas para

proseguir la actividad educativa mejorándola progresivamente”.

En esta definición se plantea que, al llevar a cabo un proceso sistemático y riguroso de

recogida de datos desde el comienzo del proceso educativo, es posible detectar el error o

aquellas dificultades de aprendizaje en el momento en que se producen. De esta manera, es

posible la aclaración de determinadas cuestiones no comprendidas adecuadamente, de

modo que el alumno pueda continuar avanzando en su formación sin demora por conceptos

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mal adquiridos, procedimientos no utilizados o actitudes negativas del grupo o frente al

trabajo.

El error o las dificultades que se manifiestan durante el proceso no deben tener efectos

sancionadores, ni de éstos se debe derivar una calificación negativa. Antes bien, deben

considerarse como una llamada de atención para superar una disfunción del aprendizaje y

no como un elemento para emitir un juicio de valor negativo. Al destacar que la evaluación

permite al docente detectar las dificultades y reorientar el proceso, se está poniendo el

acento en su carácter formativo y en la posibilidad de realizar los ajustes pedagógicos; es

decir, planear las adecuaciones curriculares de acuerdo a las características diversas del

alumnado. El propósito más importante de la evaluación no es demostrar, sino perfeccionar

(Stufflebeam y Shinkfield, 1989, p. 175).

3.2.1. Objeto de la evaluación

Como hemos mencionado, tradicionalmente la evaluación se ha centrado en medir las

competencias del alumnado, es decir, su rendimiento, con fines casi únicos de acreditación

y promoción. Esta visión limitada de la evaluación ha venido cambiando con el paso del

tiempo. En la actualidad se enfatiza que la evaluación debe conservar su carácter

pedagógico, cuyo objetivo central sea que el docente pueda retroalimentar su propia

práctica. Es decir, la evaluación debe estar orientada a la comprensión de los procesos de

enseñanza y de aprendizaje y de los factores implicados en ellos, a fin de poder tener una

influencia sobre los mismos.

De esta manera, decimos que la evaluación se interesa por los resultados del aprendizaje,

pero también por los factores que influyen en el curso de las situaciones educativas. Este

enfoque reclama un análisis de los procesos de enseñanza y de aprendizaje y hace

referencia a una evaluación amplia de carácter holístico y comprensivo. Solamente a partir

de este análisis el educador puede obtener un mayor conocimiento del proceso de la

interacción educativa, y entonces tomar decisiones congruentes para influir positivamente

en el curso de su proceso.

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3.2.2. Finalidad de la evaluación

Un aspecto importante a tener en cuenta es la claridad en los propósitos que han de

evaluarse. Desde la perspectiva de la integración es importante identificarnos con un tipo

de evaluación formativa, como la más congruente para una práctica docente que pretenda

ajustarse a las necesidades educativas que presenta el alumnado durante los procesos de

enseñanza y aprendizaje.

Casanova (1995) destaca las características de este tipo de evaluación y su relación con las

diferentes modalidades. De esta manera, presentamos diferentes tipos de evaluación y sus

características, en el entendido de que puede ser de gran utilidad reflexionar sobre sus

implicaciones en la práctica evaluativa en general y, sobre todo, en el marco de la

educación inclusiva. De manera general, la evaluación puede ser definida a partir de las

finalidades que se persiguen, del momento o temporalidad en que se realiza, de quiénes la

realizan o del punto de referencia a partir del cual se lleva a cabo. A continuación

señalamos algunas características de estos tipos de evaluación que tienen que ver con la

función o finalidad principal, ya que la evaluación puede recibir diferentes nombres

(regulativa, prospectiva, formativa, iluminativa, sumativa, etc.). Sin embargo, según la

autora citada, las finalidades sumativa y formativa son las más importantes, pues están

presentes en cualquier modalidad de evaluación, de ahí la necesidad de tener claro su

sentido, sobre todo para la evaluación de los aprendizajes de alumnos con necesidades

educativas especiales, asociadas o no a una discapacidad.

Finalidad sumativa de la evaluación

La finalidad sumativa de la evaluación consiste en determinar el valor de un producto final,

o de procesos considerados ya terminados; no pretende mejoras de forma inmediata, sino

valorar de manera definitiva.

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La importancia de la evaluación sumativa es indiscutible para cualquier programa

educativo. Sin embargo, lo que sí parece cuestionable es que se le considere como la única

fuente de la evaluación educativa y como el único tipo de información para tomar

decisiones acerca del proceso educativo. Este problema puede ser planteado en términos de

que no solamente importa saber “qué se aprende”, sino también “cómo se aprende”, lo cual

implica tener una visión más amplia acerca de la evaluación, esto es, considerar la

dimensión formativa, los procesos de enseñar y de aprender.

Dado que la evaluación sumativa está orientada a la realización de un juicio sobre un hecho

concluido, no es adecuada para evaluar el desarrollo

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