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Evolución Del Consumidor Mexicano

antonioalvarez173 de Marzo de 2013

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La evolución del comportamiento del consumidor mexicano. Como efecto de la globalización

Eva Conraud Koellner : evac@quijote.ugto.mx

Profesora de la licenciatura en Comercio Internacional de la Universidad de Guanajuato

Resumen

Como consecuencia de la apertura comercial de México con la firma de 12 tratados de libre comercio desde los años noventa, el consumidor mexicano está cambiando hacia un modelo cada vez más parecido al modelo norteamericano. Sus rasgos culturales tradicionales compiten con los efectos de la globalización y se observa una evolución en su proceso de decisión de compra hacia un comportamiento cada vez más exigente en cuanto a diversidad, calidad e información del producto disponible en el mercado. Como resultado de este análisis, determinaremos quince puntos clave para describir al nuevo consumidor mexicano.

Palabras claves: consumidor mexicano, globalización, proceso de compra

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), al igual que los demás tratados firmados a nivel mundial, es consecuencia del problema de sobrecapacidad en el contexto de creciente competitividad entre principales economías capitalistas, y funge como incentivo para la expansión comercial hemisférica y global, que conlleva a la globalización, entendida como un proceso de “internacionalización económica” (Saxe-Fernandez, en Corral y Díaz-Durán, 2002). A fin de participar en la internacionalización económica, México adoptó regímenes de apertura y desregulación para atraer a inversionistas extranjeros, bajo la gestión de Carlos Salinas de Gortari. Hoy en día, México cuenta con 12 tratados de Libre Comercio, 6 acuerdos de complementación económica y 23 Acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de las Inversiones.2

Sin embargo, las mismas empresas multinacionales, la extensión de franquicias de cadenas norteamericanas, los precios del petróleo, las guerras, la televisión por cable, la concepción de la moda acentúan la pérdida de soberanía del mexicano sobre su forma de actuar y pensar para ceder frente a un modelo común de ciudades.

Aunado a la globalización económica, política o informático, surge también la globalización de la sociedad. La Organización Mundial para las Migraciones (OMM) estimaba en su informe del año 2008 3 que en aquel momento existían 214 millones de inmigrantes en el mundo, equivalente al 3.1% de la población mundial. Ya no existe país, persona o lugar que no sea afectado por el fenómeno de la interculturalidad. Poco a poco, vemos como la globalización, alias la occidentalización del mundo empieza a diseminar modelos culturales del occidente. Al entrar en la aldea global, los pueblos colonizados, como en este caso México, son vistos y juzgados exclusivamente a través de las categorías de conocimiento y de la experiencia de los occidentales (Flores, en Corral y Díaz-Durán, 2002) y originan de forma paulatina una distorsión de las tradiciones, valores y creencias de los pueblos. Por ejemplo, el primero de noviembre en México, Día de los Muertos, compite peligrosamente contra las fiestas de Halloween. En teoría, el modelo de globalización fomentado por Norteamérica admite la pluralidad del mundo y de las tradiciones, en la práctica la niega a veces al momento de difundir su modelo de sociedad y de producción como las únicas deseables para la condición humana.

El nacionalismo mexicano se refleja el día de hoy en sus comportamientos rituales, al oír los himnos nacionales y canciones populares, al apoyar a la Selección Nacional, al gustar de platillos regionales, en las tradiciones que se salvan del naufragio impuesto por la modernización (Monsiváis, en Corral y Díaz-Durán, 2002). El nacionalismo mexicano oscila entre el orgullo y el desamparo frente a la imposición de un modelo de comportamiento norteamericano y occidental, resentido aun más después del 11 de septiembre del 2001.

De alguna manera vemos al mexicano frente a la imposición del modelo norteamericano con una actitud de sometimiento, reflejado en algunas prácticas del gobierno mexicano a un conjunto de decisiones del norteamericano.

Vemos que la globalización a la norteamericana y al occidental es inevitable, tanto para el mexicano que para los demás países y observamos como la globalización va modificando los niveles culturales, diversifica la información, y permite el seguimiento de fenómenos importantes. Poco a poco, la globalización articulará los pueblos entre ellos de forma única y homogénea.

Pero también estar globalizado quiere decir estar más y mejor informado de muy distintos hechos, y provoca reacciones similares frente a la premier de una película (Harry Potter), al interés mórbido de visualizar la muerte de Saddam Hussein, a la elevación de celebridades al rango de santos modernos (princesa Diana), a modelos de juegos para los niños (Nintendo), al modelo de niña bonita (Barbie).

La globalización ha desencadenado una variedad de fenómenos nuevos como la diseminación de nuevas tecnologías con un tremendo impacto sobre la economía, la política, la sociedad, la cultura y las formas cotidianas de vida, provocando un cambio radical de la noción del tiempo y del espacio. La tecnología es como la religión de fines de siglo XX y principios del siglo XXI. En las nuevas generaciones sentarse frente a una computadora para chatear, contestar y enviar correo electrónico releva de una adicción a una droga legalmente aceptada y hasta impuesta desde los modelos educativos.

Esta interacción entre lo local, lo regional, lo nacional y lo global, sugiere analizar la evolución del comportamiento del mexicano, y si esta lo está llevando a parecerse cada vez más a un modelo de consumidor de países globalizadores, como los Estados Unidos por ejemplo. Habrá que determinar que tanto esta reivindicando el consumidor mexicano su propio modelo de consumo, o si, como su historia lo ha mostrado, se someterá al modelo de consumo norteamericano.

Cultura mexicana tradicional

En la sociedad mexicana, la dinámica del comportamiento de la familia es diferente incluso a la de otros países de América Latina, independientemente del ciclo de vida en el que se encuentre (niño/adolescente; adulto joven; soltero; pareja joven; madurez; nido vacío; viudez), el proceso, desde la decisión y hasta la realización de la compra es responsabilidad del ama de casa. Aunque ella es la que toma las decisiones, sus gustos y necesidades siempre quedan subordinados, en primer lugar a las demandas familiares y en segundo al gasto (Ramírez, 2007).

Los hijos ejercen un alto poder de influencia sobre los hábitos de compra, recreación y dinámica de la familia. Es por ello que son sometidos por parte de los fabricantes a un fuerte bombardeo promocional y publicitario. En el segmento infantil de la población mexicana, el mercadólogo encuentra un terreno fértil para llegar al realizador de las compras, el ama de casa.

A diferencia de otras culturas, el hombre mexicano es un consumidor menos participativo en cuanto a las compras que se realizan dentro del hogar, pues incluso algunas adquisiciones de artículos de uso personal son decididas y realizadas por el ama de casa. Su comportamiento es diferente en lo que se refiere a la compra de servicios o bebidas en donde él tiene mayor injerencia.

Por lo que generalmente queda fuera de las responsabilidades del hogar. No sólo la mayoría de las decisiones de compra recaen sobre la mujer, sino también la educación y crianza de los hijos. A cambio, este proveedor material exige atenciones y muestras de agradecimiento de los miembros de la familia (Ramírez, 2007).

En la sociedad mexicana, la influencia que ejerce la familia sobre el patrón de consumo, no sólo se limita al núcleo como tal, papá, mamá e hijos, sino también a la familia extensa; por ejemplo suegros, hermanos o cuñados. Para el mexicano es de suma importancia tener la aprobación familiar y sentirse aceptado. Le preocupa mucho “el qué dirán”, situación que se acentúa en sociedades más cerradas como por ejemplo en la provincia, y se manifiesta aún más en las clases sociales bajas, ya que no es raro encontrar casos en que una familia, cohabita con sus parientes cercano (Ramos, 2008).

Enmarcando a la influencia familiar está el factor cultural, que comprende los valores, percepciones, deseos y comportamiento básico de un miembro de la sociedad, mismos que son aprendidos a través de la familia. En México hay valores culturales sumamente arraigados, como ejemplo lo que ya se mencionó de la importancia de la familia, los roles masculino/femenino, la influencia de los hijos, que han sido transmitidos de generación en generación hasta nuestros días. Hay que conocer y dimensionar dichos valores para facilitar la comunicación con el consumidor.

Referente a la influencia que tiene la economía y la ocupación de los individuos sobre los patrones de conducta, en México encontramos que debido al nivel de desarrollo del país, con dificultades económicas y de grandes diferencias sociales, los productos sensibles a cambios de precio tienen que ser muy dinámicos en cuanto a sus estrategias de adaptación en aras de no tener fuertes caídas; un ejemplo es ofrecerlos en empaques que sean más accesibles. El consumidor recurre a otras marcas no por deslealtad sino por necesidad y, en algunos casos, según el producto, abandona la categoría. En países con consumidores tan castigados, estos factores son el paradigma del brand equity, se valora la marca pero no puede

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