Factores Socioculturales Y Su Relación Con Las Prácticas Pedagógicas
dairsafranco7 de Abril de 2014
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Factores Socioculturales y su Relación con las Prácticas Pedagógicas
La escuela, y el sistema educativo venezolano en su conjunto, han de ser considerados como instancias de mediación cultural de los significados, sentimientos y conducta de la comunidad social y del desarrollo particular de las nuevas generaciones debido al vínculo directo que se establece entre la educación, la cultura y el entorno social, de cuya unión se derivan consecuencias que repercuten directamente en los procesos de enseñanza aprendizaje y condicionan todo el proceso educativo, el cual es entendido según Villalpando (1976), como “Un fenómeno social realizado por los hombres, susceptible de ser conocido, e identificado…” (p. 64).
Así mismo, este autor destaca los elementos que se encuentran presentes en cualquier escenario educativo, entre los que ubica, en primera instancia, a la naturaleza concreta del sujeto que se educa (niño, adolescente, joven), hasta la naturaleza personal del sujeto que educa (docente), pero incluye también dentro del proceso educativo otros elementos como la convivencia y el fenómeno social que representa. Desde esta perspectiva, el objetivo de la interacción que se produce entre estos elementos es que el educador vincule al educando con ciertos contenidos y bienes culturales.
En esta reflexión sobre la educación se toma a la pedagogía como la ciencia que estudia el fenómeno, explicando integralmente lo que representa como realidad, proceso y fenómeno constatable. Así, en la relación Educación – Sociedad, Sociedad – Educación, ambas dimensiones se encuentran sujetas tanto a los efectos cambiantes del mundo, así como, a las diferentes interrelaciones que se producen, como consecuencia de la diversidad de factores socioculturales que están inmersos en el proceso: la familia, la economía, nivel cultural, crecimiento tecnológico, y medios de comunicación, entre otros.
En este sentido, la Pedagogía Intercultural se asume como centro de reflexión que tiene como caso específico la educación. De ahí que la atención y tratamiento concedidos a las diferencias culturales en el plano educativo oscilen, según diversos enfoques, entre la negación misma de tales diferencias hasta su valoración como recurso educativo y social. Al respecto, Aguado (2003), señala que:
La cultura transmitida por el sistema educativo es elaborada desde un determinado patrón sociocultural de referencia; los alumnos pertenecientes a dicho grupo “juegan con ventaja” en el acceso y uso de los recursos escolares frente a los alumnos más alejados de ese patrón de referencia…(p. 4).
Esto exige entonces, que los docentes tengan claro cual es el patrón sociocultural de referencia donde está inmerso para que pueda saber como transmitir esa cultura. En tal sentido, Martínez (1998), establece los indicadores que definen los patones socioculturales. Entre estos indicadores están los siguientes:
- El cambio social y los desarrollos humanos en el dominio de la tecnología y la ciencia están incidiendo a una velocidad superior a la del cambio en los currículos educativos y en las formas de hacer pedagógicas.
- La rigidez de la administración en materia educativa, la lentitud en la puesta en práctica de innovaciones pedagógicas y la actitud conservadora de la mayoría de la población docente, son obstáculos que dificultan la adecuación de la escuela al cambio social y tecnológico.
- La dinámica social, las formas actuales de vida cotidiana y los cambios en el ámbito de las relaciones afectivas y de la vida en pareja plantean nuevas situaciones de riesgo en la infancia y la adolescencia y en sus ámbitos familiares.
Las situaciones antes descritas forman parte de las tantas limitaciones que rodean al proceso de enseñanza y aprendizaje, aspectos que se evidencian en el trabajo del docente dentro del aula, pues los agentes socio ambientales tanto internos como externos que caracterizan al grupo estudiantil a su cargo son muy variados y complejos, lo cual afecta la dinámica del proceso educativo, algunas veces quedando grandes vacíos en el mismo, generando de esta manera debilitamiento en la calidad de la enseñanza.
En tal sentido, muchos de los problemas de los sistemas educativos entre los que cabe destacar: la deserción escolar, altos índices de repitencia, poca integración de padres y representante, son una consecuencia de la falta de comprensión sobre el modo en que se encuentra organizada la sociedad actual. De allí, que sea ésta una de las razones por las cuales, repetidamente, se ha afirmado la necesidad de dar una dimensión política a la formación continua de los profesores y la forma de organización de las instituciones escolares.
Bajo estas perspectivas, la escuela como institución puede definirse como organización social compleja con finalidades educativas que posee un potencial de transformación que incluye a los docentes como partícipes que guían los espacios educativos y que deben equilibrar factores generales, como son: las características de los alumnos y de su familia, las expectativas de los padres, el entorno social y geográfico y las exigencias establecidas en el currículo escolar.
Cabe destacar, que concebido desde esta perspectiva el profesional de la docencia requiere poseer una sólida formación pedagógica, autónoma y gerencial, que sea mediadora e investigadora y que le permita promover hacia la comunidad la autogestión de su propio desarrollo. De allí que las instituciones escolares, a través de los docentes, tienen como principal objetivo responder a las demandas y al progreso social en su nivel de vida. No obstante, el crecimiento de centros poblados en el país, sin un adecuado nivel cultural, social y económico ha incrementado la desigualdad, generando una economía informal y un crecimiento acelerado de la pobreza critica.
Lo antes expuesto evidencia un marcado desajuste entre los objetivos que se plantea la educación escolar y la realidad social que vive el individuo. Al respecto el M.E. (1993), acota que:
Las instituciones educativas operan como un sistema cerrado, divorciado de las necesidades y expectativas del medio social .El precario desarrollo de las investigaciones socio-antropológica y propiamente educativas sobre la realidad local, comunal e inclusive, sobre las particulares de nuestra nacionalidad es una limitación para estrechar el vínculo entre la escuela y el resto a la sociedad. La carencia de un marco de referencia exhaustivo, ha privilegiado una visión homogénea y centralista de los problemas. (p. 19).
En el planteamiento anterior se señala el desequilibrio que se presenta entre la escuela y el entorno. Por otra parte, la desvinculación con respecto a los cambios económicos, políticos y sociales del país aleja a los centros educativos de su papel protagónico en el cambio social y en la contribución de una adecuada interacción escuela- comunidad, lo que reportaría grandes beneficios, que resultan imposiciones de lograr con esa cultura escolar actual que se aleja cada vez más de la realidad del campo educativo.
Según Romero (1997), la cultura de la escuela es entendida como el “resultado de la interacción social de los diferentes componentes de la comunidad educativa que tuvo acceso a un grupo social con rasgos culturales diferentes”. (p. 69). En este sentido, la participación de sus miembros construye la realidad educativa a formarse y por ello el docente, parte protagónica del quehacer educativo, debe pasar dentro de su práctica pedagógica, por un proceso de comprensión de saberes, observaciones y construcción de experiencias en colectivo. De igual manera, puede encontrar grandes conflictos, con inercias históricas o con tendencias contrarias a las demandas exteriores.
Ante tales situaciones el educador puede tener varias opciones: adaptarse a la cultura de la mayoría; inhibirse ante los problemas o participar en el proceso de cambio por medio de la transformación cultural. En este orden de ideas, Berger (1993), acota que el docente es: “Actor por ser responsable de la acción y autor por ser interprete del libreto educativo (p. 49). Es decir, actor porque dispone de cierta flexibilidad y autonomía profesional que le permite interpretar los programas y asumir el rol de manera personalizada, innovando situaciones de aprendizaje y de interacción; y autor porque supone un proceso de elaboración y construcción del sentido de la obra que se realiza y de la forma como se interpreta la misma, de los recursos que exige la organización del trabajo en el aula y la relación que debe establecer con el entorno.
Desde esta perspectiva, el rol del profesional de la docencia representa, dentro del ámbito escolar, el motor para ir hacia la transformación cultural de la escuela, lo cual es un indicador de que el docente tienen la necesidad de asumir la función de líder que le corresponde para cumplir la misión y visión de la organización educativa. Esto lleva a Fuguet (2000), a señalar que el docente debe guiarse por el nuevo perfil que lo pone en un papel protagónico de cambio social, de liderazgo, de actor- autor o creador de los cambios y las transformaciones. Este liderazgo es la base para un nuevo enfoque paradigmático del docente que lo compromete a ser un hombre con visión futurista, un individuo versátil, multiuso, líder con capacidad de modelaje ante los estudiantes y la comunidad y congruente en las acciones de pensar, sentir y actuar.
Esto indica que las exigencias para con el profesional de la docencia son cada día mayores, pues dentro del proceso que le toca dirigir juegan un papel determinante distintos
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