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Gerencia De Calidad


Enviado por   •  22 de Enero de 2014  •  2.047 Palabras (9 Páginas)  •  260 Visitas

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UNIVERSIDAD TECNICA ESTATAL DE QUEVEDO

FACULTAD DE CIENCIAS EMPRESARIALES

CARRERA DE GESTIOEN EMPRESARIAL

GERENCIA DE CALIDAD

ALUMNO:

Luna Vélez Daniel Ernesto

PARALELO:

2do “B” Gestión Empresarial

DOCENTE:

Ing. Enrique Vásquez

AÑO LECTIVO:

2013-2014

¿QUE PATRONES CULTURALES IMPULSARON EL DESARROLLO DE JAPON?

¿POR QUÉ JAPÓN?

¿Por qué logró Japón el éxito económico que se les resistió a otras grandes economías asiáticas, como China o la India? En general, ¿por qué escapó Japón al destino de la mayor parte de países no occidentales: pasar a engrosar las filas del Tercer Mundo? La respuesta a estas preguntas puede descomponerse en tres partes: el positivo legado dejado por el periodo Tokugawa, la exitosa experiencia de arranque de la industrialización registrada durante la época de la restauración Meiji, y el espectacular crecimiento económico vivido después de 1945. Cada uno de estos tres elementos marcó un nuevo paso en el camino japonés hacia el desarrollo económico de Japón y sirvió de base para avances posteriores.

La Revolución Meiji.

La Revolución Meiji constituye el punto de arranque de la formación de la moderna sociedad capitalista. Algunos autores la inscriben en la línea de la Revolución Francesa, ya que logró acabar con el régimen señorial y feudal, posibilitando la unidad nacional del país. Pero, a su vez, se desvió del significado histórico del caso francés, al desembocar en la instauración de una monarquía absoluta y no en una democracia liberal.

La historia de la Revolución Meiji plantea dos tipos de problemas: uno que hace referencia a la transición del feudalismo al capitalismo y, por otra parte, un problema referente a la estructura histórica específicamente japonesa que convierte a la Revolución Meiji en un “arquetipo” de la revolución burguesa.

A diferencia de la Revolución Francesa, la Revolución Meiji se llevó a cabo “desde arriba”. A menudo se han atribuido sus causas a presiones externas, que obligaron a la apertura de Japón. Pero, por sí solas, estas fuerzas exteriores no habrían conseguido modernizar una sociedad, sin una evolución económica interna de características capitalistas que se estaba gestando en el interior de la economía feudal de Japón. La Revolución Meiji es un proceso donde convergen tanto la evolución interior como las influencias exteriores.

El inicio de la occidentalización.

Los activistas revolucionarios (jóvenes samurai) reconocieron que, para llevar a cabo su objetivo de salvar al país, era necesario un proceso de occidentalización sistemática. En 1868 muchos habían tenido contacto con el extranjero, algunos hasta habían viajado al exterior. Todos reconocían que la conservación implicaba transformación.

La fuerza motriz para la transformación del Japón era para ellos la occidentalización. Occidente contaba claramente con el secreto del éxito y por lo mismo había que imitarlo a toda costa. Tomar un conjunto de valores e instituciones de otra sociedad representaba un intento del todo sorprendente, traumático y problemático. El intento no podía llevarse a cabo de una manera superficial y poco controlada, sobre todo en una sociedad profundamente distinta de Occidente como la japonesa. Muchos se lanzaron, con exagerada pasión, a su tarea de paladines de la occidentalización. Para algunos, la renovación parecía implicar el abandono de todo lo que fuera japonés, en cuanto consideraban que todo el pasado era bárbaro y atrasado. Las propuestas llegaban hasta la renovación de la raza japonesa, considerada genéticamente inferior, mediante el entrecruzamiento con la “raza superior” occidental, sugerencias basadas en las teorías occidentales del racismo social darwinista, que realmente encontraron un apoyo en las más altas esferas de Japón. Ciertos estilos de la vida de occidente, como el vestuario o la alimentación, fueron menos adoptados que la tecnología, los estilos arquitectónicos y las ideas de Occidente. ¿Acaso la occidentalización no implicaba el abandono de todo lo oriental, incluido el emperador?

El milagro económico.

La guerra dejó a Japón con grandes problemas: unos diez millones de desocupados, gran cantidad de excombatientes que quedaron desmovilizados, destrucción general de viviendas y plantas industriales, una inflación creciente, etc. Las pérdidas materiales debidas a la guerra se han calculado en una cuarta parte de la riqueza nacional. Aún así, no todas las consecuencias eran adversas. El desempleo quería decir que había gran cantidad de mano de obra lista para ser empleada, la guerra había elevado también el nivel de tecnología y de capacidad de la producción de la industria pesada, en el sector de hierros, acero, maquinarias y químicos.

Además de hacer uso de estas ventajas, el Japón contó con la ayuda de EE.UU. En un primer momento, la ayuda estuvo destinada a lograr la autosuficiencia nacional, tomar medidas para poner fin a la inflación (el plan Dodge 1949), sumadas a inyecciones sustanciosas de capital y tecnología avanzada.

Lo que representó un verdadero estímulo para el capitalismo japonés fue la guerra de Corea de 1950. Esta guerra llevó a EE.UU. a invertir veintitrés mil millones de dólares en gastos militares. Las fuerzas de ocupación ordenaron que las fábricas de armamento cerradas fueran puestas en servicio, a plena capacidad productiva, representando un gran estímulo para la producción japonesa. A su vez, EE.UU. impulsó el comercio japonés sobre todo el sudeste asiático y auspició los tratados de reparación bajo los cuales Japón estaba obligado a proveer de artículos y servicios a los países que antes había ocupado. Nada de esto hubiera sido posible sin una regeneración de la propia industria japonesa. A partir de 1946 se crearon en Japón una serie de instituciones económicas, financieras

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