Género Y Sexualidad
carivaldez23 de Abril de 2015
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Para comprender el concepto de género, es necesario primero diferenciarlo del de sexo. El sexo
alude a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, y el género a la construcción social
que cada cultura realiza sobre la diferencia sexual. Bajo esta premisa, el género es entendido como
un producto social y no de la naturaleza, que se define tanto por las normas que cada sociedad
impone sobre lo femenino y masculino, como a través de la identidad subjetiva de cada persona y
de las relaciones de poder particulares que se dan entre hombres y mujeres en una cultura determinada.
Así, el sexo se hereda y el género se adquiere a través del aprendizaje y la socialización.
La frase histórica de Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se llega a serlo” sirve para ilustrar
el concepto de género, frase que también puede ser aplicada a los hombres al decir “no se nace
hombre, se llega a serlo”.
Al contrario de nuestro sexo, que es un dato biológico, las definiciones de género cambian de
generación en generación, y de cultura en cultura, y también dentro de diferentes grupos socioeconómicos
o étnicos.
Es muy importante comprender que si bien hay características sexuales universales que diferencian
a hombres y mujeres, estas no deben traducirse en que unos y otras sean valorados de maneras
desiguales, es decir, que se produzcan inequidades de género.
Las ideologías de género casi siempre están cargadas de estereotipos que dictan lo que es apropiado
e inapropiado para cada uno/a, limitando de esta manera su capacidad de aprendizaje y
crecimiento. Los estereotipos de género, entendidos como ideas construidas y reproducidas culturalmente
en base a las diferencias de género, han operado históricamente en nuestra sociedad
instalando mandatos de género para ser cumplidos por hombres y mujeres. También han delineado
los territorios y espacios que les corresponden a unos y otras, limitando con esto las posibilidades
y potencialidades que todos tenemos en tanto seres humanos, y generando inequidades basadas
en el género que afectan especialmente las mujeres.
Los mandatos de género dictan que los hombres, para convertirse en tales, deben ser responsables,
proveedores, conquistadores y demostrar autoridad. De parte de las mujeres se espera que
manejen de manera apropiada el espacio privado, siendo buenas madres, cariñosas y generosas,
entre otras características que se le atribuyen a lo femenino. Quienes desobedecen estos mandatos
generalmente reciben sanciones sociales. Así, por ejemplo, cuando en una familia hay roles
tradicionales invertidos, a los hombres se les rotula de “macabeos” o “dominados”, mientras a las
mujeres que son exitosas y agresivas en el plano laboral se les tilda de “ahombradas”.
Existen muchos otros ejemplos que dan cuenta de la manera en que los mandatos y estereotipos
de género operan en nuestra sociedad. Para poder superarlos es necesario analizar los mecanismos
a través de los cuales se aprenden y así comprender que no se trata de realidades inmutables, de
la naturaleza, sino que son construcciones sociales que sí pueden variar. Vivir bajo el supuesto de
que hombres y mujeres nacemos con la obligación de realizar determinadas tareas y quedar excluidos/
as de otras hace que las inequidades de género que existen en diversos planos se perpetúen:
inequidades en salarios, en los puestos de trabajo, en la distribución de tareas, en el acceso a
recursos, en el ejercicio y consecuencia de las violencias, etc.
En el origen de muchas inequidades que están presentes en nuestra sociedad, así como en los
comportamientos
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