La Cuestión Escolar: Críticas Y Alternativas
GABRIELCOLLI22 de Julio de 2013
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La cuestión escolar: críticas y alternativas
Jesús Palacios
La lectura de este texto nos introducirá en dos corrientes de la educación occidental: primero, la Escuela tradicional que aún subsiste y a continuación, un movimiento renovador llamado Escuela nueva o activa.
Esta lectura dará ocasión de poner en práctica la estrategia de hacer comentarios al margen para tomar posesión de su contenido. Si trabajas en el archivo Word podrás resaltar las ideas principales para copiar tu selección y pegarla en el andamio cognitivo: “Comparando modelos”. Inténtalo, será una buena experiencia.
Algo sobre la Escuela tradicional
Situémonos en el siglo XVII. Los colegios-internados de aquellos años fueron una de las causas del éxito de los jesuitas. Estos internados tenían una finalidad: ofrecer a la juventud una vida metódica, lejos de las turbulencias y problemas de la época y de la edad. Snyders ha caracterizado de manera precisa el objetivo que el internado se proponía: «El papel del internado es el de instaurar un universo pedagógico que estará marcado por dos rasgos esenciales: separación del mundo y vigilancia constante del alumno en el interior de este recinto» La vida externa es considerada peligrosa, es temida como fuente de tentaciones; los jóvenes que están en el internado son débiles, y sienten atracción por el mal. Es necesario, por tanto, no sólo aislar la vida del internado de la del mundo, sino también vigilar constantemente al alumno para que no sucumba a sus deseos y apetencias naturales.
Estos fines encuentran su perfecta expresión en el contenido de la enseñanza que se transmite y en la forma en que se realiza la transmisión. Por lo que al contenido de la enseñanza se refiere, su característica más acusada es el retorno a la antigüedad, retorno en el que queda definida su separación del mundo exterior del momento, o mejor, su oposición a él: «Puesto que en la vida corriente se vive en romance, en la escuela se debe vivir en latín», como lo señala Snyders. La vida del internado se desarrolla en un mundo ficticio, que es una lección de moral permanente, en la que los ideales de la antigüedad lo llenan todo. Por el contrario, las materias «relativas al mundo», aquellas en las que el estudiante se ponía en contacto con la naturaleza y la vida, ocupan un lugar muy restringido o simplemente son relegadas a los días de vacación. La lengua escolar era el latín; en latín se desarrollaban las clases y en latín se obligaba a hablar a los alumnos durante el recreo; hablar la lengua materna era, según Jouvency, un grave pecado. La culminación de esta educación era el dominio del arte de la retórica, arte a cuya adquisición se dirigía todo el plan de estudios. P. Mesnard, que ha estudiado a fondo la pedagogía de los jesuitas entre 1550 y 1750, lo expresa así: «El fin que los jesuitas se proponen es lanzar, a la salida del colegio, unos jóvenes cultivados que posean a fondo lo que Montaigne y Pascal llaman "el arte de disertar", esto es, capaces de sostener en sociedad una discusión brillante y concisa acerca de todos los temas relativos a la condición humana, y todo ello para provecho de la vida social y como defensa e ilustración de la religión cristiana»
No es difícil imaginar las duras exigencias que este contexto imponía a los alumnos. La clausura del internado requiere una constante renuncia y sacrificio por parte de los alumnos que deben vivir en la humildad, el desprendimiento y el sacrificio. Un eficaz sistema competitivo entre los estudiantes mantenía la exigencia y el esfuerzo. [...]Grados, victorias, premios, academias, y otros mil procedimientos inventados y renovados siempre por el profesor, reavivan incesantemente el espíritu humano» .
No hace falta insistir mucho sobre el papel que el maestro cumple en estos internados: él es quien organiza la vida y las actividades, quien vela por el cumplimiento de las reglas y formas, quien resuelve los problemas que se plantean: el maestro reina en este universo pedagógico; esta es «la condición para que una vigilancia integral pueda pretender una conversión de los deseos del alumno».
Los intentos de reforma y cambio no se hicieron esperar. Dentro del mismo siglo XVII, Comenio pone los cimientos de la reforma pedagógica publicando, en 1657, su Didáctica Magna o Tratado del arte universal de enseñar todo a todos. Detengámonos un momento en el análisis del ideario pedagógico de Comenio y Ratichius, a los que se suele considerar como fundadores de la pedagogía tradicional que persistirá durante siglos.
La Escuela tradicional significa, por encima de todo, método y orden. El título del capítulo XIII de la Didáctica Magna de Comenio es bien explícito: «El orden en todo es el fundamento de la pedagogía tradicional»; siguiendo este orden, enfatizado también por Ratichius que insistía siempre en la necesidad de no estudiar más de una cosa a la vez y de no trabajar más que sobre un tema al día, los resultados serán los mejores; tal es la confianza que Comenio da este título al capítulo XVI de su obra: «Cómo hay que enseñar y aprender para que sea imposible no obtener buenos resultados».
La tarea del maestro es la base y condición del éxito de la educación; a él le corresponde organizar el conocimiento, aislar y elaborar la materia que ha de ser aprendida, en una palabra, trazar el camino y llevar por él a sus alumnos. Snyders ha descrito con detalle esta función primordial: «El maestro es quien prepara y dirige los ejercicios de forma que se desarrollen según una distribución fija, según una gradación minuciosamente establecida. Para que el conocimiento esté adaptado a la edad y a las fuerzas de los alumnos y para evitar perder tiempo y malgastar esfuerzos, el maestro en la clase no deja de tomar iniciativas y desempeñar el cometido central. Él es quien separa cuidadosamente los temas de estudio para evitar la confusión y quien los reparte en una gradación tal que lo que se ha aprendido antes aclara lo que se aprenderá después, lo refuerza, lo confirma. El estudio se hace más fácil y más fecundo en la medida en que la acción del maestro ha preparado el trabajo, ha marcado las etapas».
La noción de programa y el empleo racional y metódico del tiempo se hallan en primer plano. La clase y la vida colectiva son minuciosamente organizadas, ordenadas y programadas. El manual escolar es la expresión de esta organización, en él se encuentra graduado y elaborado todo lo que el estudiante tiene que aprender: nada debe buscarse fuera si se quiere evitar la distracción y la confusión. El método de enseñanza, por otra parte, será el mismo para todos y se aplicará escrupulosamente en todas las ocasiones. Dentro de este método, el repaso tiene asignado un papel fundamental; repaso entendido como repetición exacta y minuciosa de lo que el maestro acaba de decir. Así lo postula Comenio: «Después de haber explicado la lección, el maestro invita a los alumnos a levantarse y a repetir, siguiendo el mismo orden, todo lo que ha dicho el maestro, a explicar las reglas con las mismas palabras, a aplicarlas con los mismos ejemplos».
La escuela se constituye así en un mundo aparte, al margen de la vida diaria, en un recinto reservado y preservado del mundo exterior. De hecho, se recomendaba que las escuelas se establecieran en lugares tranquilos, alejados del estrépito y las distracciones de la vida cotidiana.
Hemos indicado el papel primordial del maestro. A él le corresponde guiar y dirigir la vida de los alumnos, llevarlos por el camino trazado por él. El maestro es el modelo y el guía: a él se debe imitar y obedecer; tal y como Comenio lo recomienda, deben acostumbrarse a hacer la voluntad de otras personas más que la suya propia, a obedecer con prontitud a sus superiores; deben acostumbrarse, en definitiva, a someterse por entero a su maestro. En este marco, el papel de la disciplina y el castigo es fundamental. Tome la forma de reproches y reprimendas o la de castigo propiamente físico, se trata de estimular constantemente el progreso del alumno. Ratichius está convencido de la eficacia del castigo pues éste obliga a trabajar a los alumnos, los cuales, aunque al principio lo hagan por temor, acaban tomando gusto a su trabajo y encontrando placer en él. Comenio, por su parte, está convencido de que el alumno se dará cuenta de que el castigo se le impone por su bien y que no es sino una consecuencia del «afecto paterno con que le rodean sus maestros». Uno y otro están, en fin, convencidos de que la disciplina y los ejercicios escolares son suficientes para desarrollar en los alumnos las virtudes humanas fundamentales.
Hay que señalar, finalmente, el avance que Ratichius y Comenio significan en determinados aspectos. Señalemos dos: en primer lugar postulan una escuela única, exigen la escolarización de todos a cargo del Estado, sean chicos o chicas, sean pobres o ricos, dotados o deficientes. En segundo lugar, Ratichius y Comenio se oponen a que los estudiantes aprendan a leer en latín y no en la lengua materna; uno y otro exigen que las primeras frases que el alumno lea y los primeros conocimientos que adquiera estén enunciados en la lengua materna y que se apliquen a objetos que le sean familiares y no a ejemplos sacados de grandes autores. Ratichius murió en 1635; Comenio, en 1670. La educación tradicional siguió, tras ellos, definiéndose y desarrollándose. El siglo XVIII, profundizó la crítica que a la educación de los internados habían dirigido Ratichius y Comenio, pero no nos interesa detenemos en ello, nuestro objetivo es definir la pedagogía tradicional. Vamos a acabar estas consideraciones centrándonos en la forma en que en nuestra época ha sido organizada
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