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La Terapia En Niños


Enviado por   •  2 de Junio de 2014  •  1.083 Palabras (5 Páginas)  •  216 Visitas

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Terapeuta: llamado “facilitador”, funciona como un “alter ego”, situándose en el punto de vista del cliente. Aceptación y respeto son propios de la personalidad del terapeuta. En primer lugar aceptación de si mismo, y luego aceptación incondicional del cliente. “Mi esperanza es llegar a ser en el grupo, en forma paulatina, un participante y un facilitador a la vez” (Rogers 1970). Puede actuar como facilitador con alguna persona, pero también va descubriendo algún aspecto nuevo de sí mismo. Crea un clima de seguridad, aceptación y escucha. “El hombre, dice Rogers, es positivo por naturaleza, y por ello requiere respeto absoluto, especialmente en cuanto a sus aspiraciones de superación (Di Caprio, 1976). De ello se desprende que está contraindicado para el psicoterapeuta realizar todo tipo de conducción o dirección sobre el individuo; todo tipo de diagnóstico o interpretación, porque ello constituiría un atentado contra las posibilidades del sujeto y contra su tendencia a la actualización. Se exige, o mejor dicho, se recomienda, situarse en el punto de vista del cliente, asumir su campo perceptual y trabajar en base a ello como una especie de alter ego. Incluso la palabra "cliente" es asumida de una manera especial: el cliente es aquella persona que responsablemente busca un servicio y participa del proceso terapéutico de la misma manera; aquella, conciente de su capacidad de desarrollo no utilizada, que no va "en busca de ayuda" sino que trata de ayudarse a sí mismo. Esta actitud frente a la dignidad del paciente, la aceptación incondicional y el respeto que se le tiene cobran una importancia tal que se les consideran factores que favorecen u obstaculizan (de faltar) la adquisición del enfoque centrado en el cliente. Aceptación y respecto deben estar enraizados en la personalidad del terapeuta, formar parte esencial de su ser, y ello pasa, antes que nada, por aceptarse a sí mismos. (Vásquez Olcese) En la terapia rogeriana, no se usan términos rotulatorios como paciente, enfermo, curación, diagnóstico. Términos que encasillan y dejan a la persona de manera pasiva frente a lo que le sucede. Aquí el rol es el de asumir que puede conocer sus propios recursos para salir adelante. “No se puede manejar eficazmente lo que no se percibe conscientemente”. De allí la necesidad de ampliar el concepto de sí mismo del cliente, su self, y de incluir en él todo (o casi todo) lo que vivencia. Pero no se pretende hacerlo actuando sobre él sino, como dice Kinget, "acompañándolo" en la experiencia, brindándole las condiciones requeridas y dándole seguridad (Rogers y Kinget, 1971). Para ello es necesario un buen entrenamiento. Vásquez Olcese refiere respecto a la terapia rogeriana, que las actitudes del terapeuta deben ser trasmitidas de manera indirecta, impregnadas en las comunicaciones pero no formuladas abiertamente en ninguna de ellas. A veces esto no es comprendido planamente y por esta razón algunos asumen que la actitud centrada en el cliente consiste en ser pasivos e indiferentes, en "no entrometerse". Pero ello de plano es incorrecto y, más aún, es nocivo, porque la pasividad de hecho es asumida como rechazo; además, suele terminar por aburrir al sujeto al ver que no recibe nada. El enfoque plantea más bien que el terapeuta debe ayudar a clarificar las emociones del cliente, ser un facilitador en el proceso de hacerlas consientes, y por ello manejables y no patológicas. Pero no asumiendo

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