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Niño En Terapia


Enviado por   •  11 de Febrero de 2014  •  5.255 Palabras (22 Páginas)  •  608 Visitas

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Cruzat Olavarrieta, Alicia

alicia.cruzat@uniacc.cl

Presentación:

Título:

“Niño, familia y síntoma: evidencia empírica de la terapia familiar con niños y consideraciones teóricas y prácticas desde el modelo de terapia familiar de Maurizio Adolfi”

RESUMEN:

El presente trabajo pretende revisar la propuesta de la perspectiva sistémica relacional en el trabajo con niños preescolares y escolares, específicamente el enfoque desarrollado por la escuela de roma y su principal exponente Maurizio Andolfi. (1)

Inicialmente se realizará una revisión y reflexión sobre el desafío que ha asumido la terapia familiar sistémica de fundamentar su efectividad y eficacia mediante investigaciones empíricas de su trabajo con sistemas familiares en general y en la intervención con niños y adolescentes sintomáticos en particular. (1)

Estudios de Eficacia y Efectividad de la Terapia Familiar en niños y adolescentes

A partir de las investigaciones de Eysenk, virtualmente todo tipo de psicoterapia ha demostrado ser mejor o más efectiva que el no tratamiento para la mayoría de los trastornos clínicos.(Pinsof & Wynne, 2000)

Ya en los años setenta Luborsky, Singer y Luborsky concluyeron que no existían diferencias en la efectividad en los distintos tipos de tratamiento psicoterapéuticos (Leal, 2007). Sin embargo si se atiende a las características del paciente, se ha desarrollado líneas de investigación que tratan de develar que tipo de tratamiento es mejor para cual tipo de paciente y/o problemática.

En el mundo de la terapia familiar si bien ha existido un fuerte lazo entre teoría y práctica no puede decirse lo mismo entre teoría e investigación (Hawley & Geske, 2000). Por ejemplo, revisando las publicaciones más relevantes del área, un importante número de investigaciones no reportan ni explícita ni implícitamente su sustrato teórico al investigar ( Hawley & Geske, 2000)

A pesar del imperativo ético profesional de investigar el propio quehacer en beneficio de los clientes, la mayoría de la investigación de efectividad en terapia familiar son realizados por profesionales que no son del área y muchas veces los resultados están en un lenguaje incomprensible o poco significativo para quienes trabajan en él (Sprenkle, 2003)

La diversidad teórica y terapéutica al interior del enfoque complejiza aun más el panorama. Es posible distinguir dentro del enfoque de la terapia familiar, teorías o mallas conceptuales que organizan una orientación general y amplia hacia las familias y teorías de rango medio que poseen una malla conceptual y focos más definidos con proposiciones centradas en fenómenos particulares. Finalmente, nos encontramos con teorías de la “terapia” que tienen un foco clínico y generalmente reflejan un modelo terapéutico de intervención. Las teorías de rango medio y de terapia son las que pueden generar más fácilmente hipótesis empíricamente contrastables.

En términos consensuales las investigaciones en terapia familiar se definen como aquellas que observan la eficacia y efectividad en “tratamientos psicoterapéuticos que involucran directamente a los miembros de la familia en adición al paciente índice y/o explícitamente atiendan a las interacciones entre los miembros de la familia”. (Pinsof & Wynne, 1995, Pág. 586)

Eficacia de la Terapia Familiar

Estudios han demostrado que clientes que han recibido terapia familiar mejoran más que aquellas de un grupo control (d=.47), con un tamaño de efecto que es mayor que el observado en tratamientos médicos o farmacológicos. Específicamente se ha encontrado que la terapia familiar es más efectiva que un grupo de no tratamiento o control en muestras de niños o adolescentes índices, con trastornos de conducta, agresión, problemas familiares generales, y resolución de problemas de comunicación al interior de sus familias. (Shadish, et als. 1995; Pinsof & Wynne, 1995)

Existe evidencia que establece que no habría diferencias significativas en los resultados obtenidos por una terapia familiar y una individual. Sin embargo algunos estudios dan cuenta de una leve superioridad de la terapia individual en temáticas como trastorno de conducta en niños y problemas escolares.( Shadish, et als. 1995; Pinsof & Wynne, 1995)

Investigaciones han demostrado que la terapia familiar es mejor que otros tratamientos que no involucran a miembros familiares, en desordenes de conducta y abuso de drogas en adolescentes, anorexia en adolescentes mujeres, autismo infantil, SDA y conducta agresiva en niños.( Pinsof & Wynne, 2000; Pinsof & Wynne, 1995)

Igualmente, se ha demostrado que es más efectiva que el no tratamiento en obesidad adolescente, anorexia en jóvenes en general, trastorno de conducta infantil, obesidad infantil y en la mayoría de las enfermedades crónicas pediátricas en comparación con tratamientos estandar. ( Pinsof & Wynne, 2000; Luigi Onnis 1997; Pinsof & Wynne, 1995)

Mientras más grave o complejo es el trastorno, más se ha constatado que la combinación de tratamientos es más efectiva. Por lo tanto la terapia Familiar no es suficiente tratamiento para desordenes mentales crónicos como la EQZ, desordenes afectivos, adicciones, autismo y otros.

Muchos de los tratamientos estudiados de terapia familiar destinados a jóvenes y niños son derivaciones del Parent Management Training o PMT (13). Este tratamiento, por ejemplo, ha comprobado empíricamente su eficacia en trastornos de conducta externalizantes y SDA/H, trastornos internalizantes, y trastornos generalizados del desarrollo. En general la combinación de tratamientos (por ejemplo terapia familiar más tratamiento individual) muestran en conjunto más efectividad que el PMT sólo (Pinsof & Wynne, 1995) . Existe evidencia que demuestra que para los cuadros internalizantes en general, particularmente las terapias familiares de orientación conductista, son incluso más efectivas que un tratamiento individual (Pinsof & Wynne, 1995)

No se han demostrado efecto iatrogénicos de la terapia familiar en ninguna investigación realizada.

Respeto a la comparación entre diferentes enfoques de la terapia familiar no se han encontrado grandes diferencias en la eficacia de sus resultados. En algunos estudios se ha evidenciado que la orientación conductual presenta alguna superioridad respecto a enfoques eclécticos o no clasificados de terapia familiar.( Shadish, et als. 1995; Pinsof & Wynne, 1995) . Sin embargo se ha planteado que existen importantes diferencias metodológicas que dificultan estas investigaciones comparativas. Variables como características de los pacientes y sus problemas, características del tratamiento (estandarizados o manualizados o no), y la manera de evaluar los resultados están afectando los resultados. Se hipotetiza que mientras más alineados metodológicamente se den las investigaciones que comparan orientaciones distintas en terapia familiar, menos es posible encontrar diferencias significativas en sus resultados.( Shadish, et als. 1995)

Existen muy pocos estudios que aborden la importante temática del costo/beneficio de la intervención. Uno de los pocos estudios al respecto ha encontrado evidencia que demuestra que para EQZ y trastornos severos de conducta en adolescentes, la terapia familiar es más costo efectiva que el tratamiento residencial o por internación (Pinsof & Wynne, 1995)

Variables de la Familia y Efectividad

Si bien se reconoce la importancia de estudiar qué modelos o métodos de terapia familiar son mejores para quién y qué método o modelos se ajustan más a realidades clínicas particulares, existen escasos estudios que den cuenta de qué variables familiares están asociadas a mejores o peores resultados en terapia.( Hampson & Beavers, 1996)

En términos generales, al parecer variables de funcionamiento familiar son más importantes que las demográficas en predecir resultados en esta terapia. (Hampson & Beavers, 1996)

Se ha observado mejores resultados en familias con mejores competencias generales, con rasgos centrípetas, con más sesiones de trabajo y en aquellas que valoran positivamente su relación con el terapeuta. (Hampson & Beavers, 1996)

Algunas familias con más competencias se beneficiarían mejor con pocas sesiones de trabajo, sobre todos aquellas que se evaluaban positivamente a si mismas. Sin embargo, en general, aparentemente superar las seis sesiones de tratamiento incrementa la posibilidad de desarrollar un tratamiento más exitoso (Hampson & Beavers, 1996).

Existiría además, una leve tendencia a que familias numerosas presenten peores resultados en terapia y lo mismo para aquellas con menor ingreso per cápita anual (Hampson & Beavers, 1996)

No existirían características estructurales o culturales que hagan más fácil o difícil el trabajo en terapia familiar.(Hampson & Beavers, 1996 )

Efectividad en terapia Familiar

Respecto a la efectividad en la terapia familiar se ha plantado que el proceso de cambio refleja un “proceso de aprendizaje colaborativo” entre terapeuta y sistema consultante. Se requieren teorías que especifiquen hipótesis acerca de cómo los sistemas clientes aprenden y como lo terapeutas pueden facilitar este proceso (Pinsof & Wynne, 2000). Se ha planteado que aun los estudios de efectividad han estado centrados en los resultados y no en los procesos, es decir la experiencia y conducta del terapeuta y el cliente en la terapia. Se propone una ciencia del aprendizaje familiar, que permita dar cuenta por un lado de la observación naturalista del cambio y el aprendizaje en las familias en el aquí y ahora y longitudinalmente en su transiciones de desarrollo y, a partir de ello, establecer como la familia cambia en terapia. (Pinsof & Wynne, 2000 )

Escuela de roma y su principal exponente Maurizio Andolfi

La Escuela de Roma nace en 1974 con el Instituto de Terapia Familiar de vía Reno en Italia y posee como uno de sus máximos representantes a Maurizio Andolfi.

Salvador Minuchin y el modelo teórico estructural, se constituye en la base teórica a partir de la cual se desarrolla el modelo de la Escuela de Roma.

Las enseñanzas de C. Whitaker, N. Ackerman, J. Haley, M. Bowen, I. Zwerling, y La Perriere, son mencionadas por el mismo Andolfi como fundamentales para su formación.

El presente modelo constituye una sistematización predominantemente práctico - terapéutica de acercamiento a la dinámica familiar.

Planteamiento Teórico terapéutico General:

El centramiento en el individuo al interior de su contexto familiar, una perspectiva evolutiva de entendimiento de los procesos emocionales familiares, y un foco de observación trigeneracional, constituyen los pilares fundamentales de este modelo.

La dinámica familiar es concebida como un ilimitado interjuego entre continuidad y fuerzas homeostáticas o estabilizadoras v/s crecimiento y fuerzas de transformación o diversificación; donde el paso de uno a otro se da con mayor o menor facilidad según la capacidad de la familia para modificar sus funciones en el tiempo y, por ende, de lo flexible o rígida que sea al enfrentar momentos críticos de su evolución.

Cuando el sistema familiar presenta una incapacidad de tolerar las fases de desorganización necesarias (Fuerzas de Transformación) para modificarse a un equilibrio distinto más funcional, y por ende percibe el cambio como amenazador, aparece el síntoma como mitigador del stress resultante y, así mismo, como una metáfora o representación simbólica del estado de inestabilidad y fragilidad del sistema (Andolfi, M. et als., 1985; Andolfi, M. y Angelo, C., 1989).

Los cambios requeridos para enfrentar los movimientos evolutivos de la familia se relacionan con la dinámica de Integración (necesidad de dependencia y cohesión) v/s Diferenciación (separación y crecimiento) de los miembros al interior de ésta. Si la función que cada miembro desempeña en relación a los otros (o “el conjunto de conductas que dentro de ésta relación satisfacen las demandas recíprocas”. Andolfi, M. et als., 1985, pág. 19) se vuelve contradictoria con su función biológica o se hace rígida, se vuelve imposible la participación libre en relaciones de intimidad y se ve entorpecido el proceso de Diferenciación y crecimiento del individuo. Es por ello que la patología en el sistema familiar se comprende como un estado de “coexistencia funcional” de sus miembros, donde se confunde función con identidad y, por ende, no se distinguen los espacios personales.

En cuanto a la estructura del sistema familiar éste es entendido a partir de triángulos o redes relacionales de triángulos superpuestos alrededor de tres generaciones en donde es posible observar cómo los “... vínculos... encauzan... expectativas y necesidades que... (si no son) inicialmente satisfechos al interior de relaciones aisladas, buscan respuesta en relaciones muy distantes de las de origen” (Andolfi, M. y Angelo, C., 1989, pág. 40). Para Andolfi el comportamiento actual de un individuo puede constituir una metáfora relacional o señal indirecta de necesidades e implicaciones emotivas del pasado que encuentran las circunstancias para manifestarse en relaciones presentes. Es decir, carencias o necesidades originales de relaciones significativas previas, buscan ser resueltas en otras relaciones de manera compensatoria (Marca de Necesidad).

En el ámbito terapéutico se modifica la unidad de observación desde la familia como sistema aislado, a la interacción de ésta con el terapeuta, lo cual para Andolfi crea una nueva dimensión, con un tiempo y espacio distinto, un Tercer Planeta o Sistema Terapéutico (Andolfi, M. et als., 1990). La intervención terapéutica pretende trasladar el problema de la familia a dicho sistema.

Mediante la representación o reedición del drama familiar en sesión, se pretende crear un nuevo libreto, una trama alternativa, una historia nueva que permita una recodificación común, una reestructuración de valores y juicios que los miembros de la familia tienen respecto a sí mismos y la realidad y, una redefinición de sus respectivas funciones y espacios personales.

La terapia no es concebida como reparadora o eliminadora de síntomas, ésta pretende, más bien, otorgar una experiencia de “crecimiento personal de grupo” (Andolfi, M. y Angelo, C., 1989, pág. 84). Lo anterior implica vivir y experienciar el síntoma de manera distinta, descubriendo los niveles de conflictividad interpersonal latentes y evitados por la familia por medio de modelos de interacción rígidos y estereotipados.

Los primeros desarrollos estratégicos de la Escuela de Roma se fundamentaron bajo el modelo de la familia rígida (sistemas familiares con pacientes esquizofrénicos). Posteriormente se incorpora a dicho modelo al estudio del Mito familiar en su papel articulador de las relaciones Individuo - sistema familiar, y reflejo del carácter histórico evolutivo de la misma.

La Provocación ejercida por la familia rígida en su mensaje “cámbienos, pero es inútil”, es respondida por medio de una Contraprovocación en la que el terapeuta da razón a las incongruencias de los mensajes, se hace aliado de la homeostasis familiar por medio de una oferta que la secunde y, haciéndose cargo de la rigidez del sistema, posibilita la movilización de las fuerzas transformadoras que la familia posee. Es en este contexto en el que aparece la Negación Estratégica como técnica paradójica en la que el terapeuta niega los movimientos sanadores realizados por la familia y muestra los peligros y riesgos del cambio.

El Mito o “... creencia, bastante bien integrada y compartida por los miembros de la familia, que atañen a cada uno de éstos y a sus posiciones recíprocas dentro de la vida de la familia... (y dan)... un modelo de valor para interpretar la realidad” (Andolfi, M. y Angelo, C.,1989, pág. 104), posee una función protectora de la familia y sobre él cada uno de sus miembros afirma su identidad. El mito al descubrir roles y atribuciones de cada miembro en sus interacciones, forma parte de la estructura familiar y por ende se hace fundamental su consideración al interior de la terapia.

El contexto terapéutico debe ser flexible y lúdico. La introducción de metáforas y objetos metafóricos permite la utilización de un código nuevo en la definición e interpretación de lo que ocurre y, otorga el “como si” necesario para generar modalidades de relación más expresivas, personales y emotivas.

Para este modelo la persona del terapeuta se vuelve clave. Como “director escénico” del drama familiar debe mostrarse coherentemente en su conducta y actitud, y servirse de su Sí mismo para administrar la operación familiar en forma impredecible y desequilibradora.

El terapeuta desafía la función de cada miembro y contiene y apoya al sujeto que la ejerce. Utilizando el triángulo como elemento estructural relacional, diversifica y activa nuevas dimensiones triádicas permitiendo que los individuos experiencien nuevas posiciones de relación.

El terapeuta debe entrar en los aspectos más emocionalmente significativos de cada miembro (“Joining” o “Encuentro”), y pasar desde ellos a los “puntos nodales” (“redundancias comunicativas verbales o paraverbales, a menudo ignoradas por la familia y que se prestan para la construcción de un mapa relacional”. Andolfi, M. y Angelo, C., 1989, pág. 27) de la trama familiar que permitan reconfigurarla.

El terapeuta se constituye en un modelo de individuación, por lo que debe poseer una “buena capacidad de diferenciación, simbolización e integración de las distintas partes de sí en el aspecto interno” (Andolfi, M., et als., 1990, pág. 190).

Escuela de Roma e Intervención con preescolares y escolares

Obviamente que todo profesional de orientación evolutiva no puede sino compartir la idea de que para hacer un diagnóstico y planear un tratamiento de un niño es necesario conocer la historia familiar e inscribir su problemática en su contexto sociofamiliar de origen. Sin embargo estos "datos" muchas veces solo son útiles para la anamnesia y su valor como recurso capaz de ayudar al diagnóstico y a las orientaciones terapéuticas, pocas veces ocupan un lugar central (Andolfi, 2002)

Para Andolfi la terapia individual con niños, constituyen una disciplina extremadamente cerrada a la comprensión del niño en la interacción directa o lúdica con su familia: “Pensar que es posible conocer al niño aparte de su familia me parece por lo menos arrogante…pues no permiten aprehender a un niño en su totalidad dinámica”. (Andolfi, 2002, Pág. 4)

Tal práctica sobreentiende que un psicólogo o un analista de niños es más competente que sus padres al entender mejor las necesidades y el lenguaje simbólico de éste. Hasta en un contexto familiar de carencia afectiva o intelectual, sería dañino para el niño sustituirles a sus padres, meta comunicándoles sus incompetencias, en lugar de acompañarles y ayudarles a reconocer las necesidades de su niño. (Andolfi, 2002)

Muchos terapeutas comparten con los padres la idea que es mejor “ no mezclar” a los niños en el “campo de batalla” de la terapia. Las razones van desde que éste por su natural inquietud motora dificulta o entorpece la “necesaria conservación adulta”, hasta razones de tipo proteccional, en el sentido de evitar exponerlo a información o dinámicas relacionales que podrían dañarlo (siendo que el niño “respira” estas dinámicas todos los días)( Andolfi, 2002 2ª). Para Andolfi el niño juega un papel central en la terapia de familia, e incluso de pareja “...la experiencia me enseñó que “la exclusión del objeto de protección” se basa en la ignorancia de los recursos del niño o en la incapacidad (del terapeuta) para utilizarlos… para a jugar con él... (o) para entender su lengua en forma directa” (Andolfi, 2001)

La terapia familiar se entiende como un lugar donde varias lenguas se mezclan: la del niño mágica, creativa, lúdica y la del adulto lógica, racional y digital. Para Abdolfi, es un riesgo generar una dinámica “adulta” asumiendo que el niño asumirá una postura no acorde a su edad. El terapeuta debe ser, por tanto, un traductor de modalidades distintas de pensamiento: las de los niños y las de los adultos. (Andolfi, 2002 2a)

Para Andolfi, la experiencia clínica ha demostrado el rol fundamental del niño en la vida familiar y su lugar central en la terapia. Es frecuente observar su participación en la regulación del proceso relacional de la pareja de padres y de la familia como unidad.

En la mayoría de las familias se observa como las preocupaciones más íntimas de los adultos circulan o se expresan alrededor de los niños. Siendo un extremo, el lamentable escenario de cuando éste es el depositario del maltrato o el abuso emocional de la familia. (Andolfi, 2001)

El rol central del niño en la terapia se manifiesta al invitarlo tempranamente a asumir el papel de colaborador activo del terapeuta en el trabajo con la familia comunicándole, con ello, su competencia e importancia. Ello permite que el terapeuta pueda, por un lado, asumir su cuidado, escuchando y legitimizando su voz y, al mismo tiempo, a partir de su participación, evaluar el grado de flexibilidad de la familia hacia el cambio. (Andolfi, 2001)

Para este enfoque el terapeuta considera el niño como una persona en pleno derecho, capaz de expresar sus pensamientos y sentimientos (Andolfi, 2001)

Para Andolfi, valorizar al niño de esta manera, comunica a sus padres su competencia y responsabilidad, pues en algún sentido las capacidades del niño son producto de su “trabajo” como padres.

Andolfi distingue tres etapas en la manera de entender la participación de los niños en terapia. A saber:

1. La concepción de Niño como portavoz del sufrimiento de la familia. A los inicios del desarrollo de la teoría y la práctica clínica de la escuela de roma, se entendía al niño como puerto de entrada al sistema familiar. A partir de su participación era posible visualizar los dilemas existenciales y evolutivos de la familia. Su sintomatología, motivo principal de consulta, era considerada una “señal” del malestar más profundo de la familia, y por tanto el trabajo terapéutico se dirigía a

desentrañar su significado. Ello desatendía el tipo o características del síntoma del niño, y valorizaba más bien su intensidad.

Esta postura, que consideraba más importante la organización familiar que sus componentes individuales, generó importante resistencias por parte de los sistemas de salud, que veían, como era tradicional, al niño como el único paciente. Para las familias, esta visión ampliada del problema era recibida como un ataque y era frecuente ver un empeoramiento de la sintomatología cuando la armonía familiar era amenazada. (Andolfi, 2001)

2. La fase funcional: En esta etapa el síntoma del niño era entendido como una manifestación funcional al sistema emocional de la familia. Función se definía como el nexo entre la identidad individual de cada miembro de la familia y su papel social. Bajo este prisma se observó que los sistemas familiares presentaban una serie de normas que conectaban el comportamiento individual a la red de funciones asignadas a sus miembros. Utilizando nociones estructurales se construyeron tipologías de familia desde las más o menos rígidas, según la persistencia de la sintomatología y las funciones ejercidas en torno a ella.

En las familias rígidas, y por tanto más sintomáticas, la tendencia a la separación por medio de la individuación es reemplazada por el control de la autonomía del otro ante la amenaza que pueda “emanciparse antes que yo” (Ackermans y Andolfi, 1990).

El comportamiento sintomático del niño se entendía como el catalizador de la tensión de un momento evolutivo o de transición de la familia. Enfrentada a la necesidad de cambio, por exigencias intra-sistémicas (por ejemplo crecimiento de los hijos) o extra-sistémicas (ej, cesantía) la familia maximizaba su tendencia homeostática rigidizando las funciones de sus miembros. De allí que la principal tarea terapéutica fuera a partir de la “provocación” de la familia (y las funciones asumidas por sus miembros, especialmente la función del síntoma en ella), facilitar o inducir una crisis terapéutica que permitiera flexibilizar el funcionamiento familiar hacia modos más adaptativos. Aquí, el terapeuta intenta tomar, a través de su centralidad en el proceso terapéutico, el lugar del niño designado o sintomático liberándolo de su función homeostática. (Andolfi, 2001)

El síntoma se entiende como el que comunica por un lado la demanda de ayuda y por el otro temor a una crisis. El síntoma del niño y su carácter involuntario le permite definir y controlar sus relaciones con los demás y regular las relaciones de los demás con él. (Andolfi,1985) Su carácter de centralidad, imprevisibilidad e involuntariedad, permite que la función del paciente designado y su síntoma sea ser el nexo comunicacional de la familia. (Andolfi,1985)

3. La fase que retoma la perspectiva evolutiva: En esta fase del desarrollo teórico terapéutico de la perspectiva Andolfiana se enfatiza el carácter evolutivo de la familia considerando su historia transgeneracional.

Apelando a la historia de tres generaciones, incorporado a los abuelos, se pretende obtener elementos diagnósticos como interventivos del proceso familiar. Conocer la influencia de la familia de origen sobre la generación más joven y la transmisión inconsciente de actitudes, normas, y prohibiciones, permite comprender al individuo, desde su crisis evolutiva, en su dinámica de pertenencia y separación. A partir de ello se logra distinguir familias armónicas, o con dinámicas de pertenencia y separación funcional de cada padre con su familia de origen, de las inestables donde uno o ambos padres muestran corte emocional con sus respectivas familias de origen.

Las familias inestables favorece la inversión de roles, pues facilitan que los hijos asuman precozmente la posición de adultos pues lo padres esperan que el niño les ofrezca la seguridad que no desarrollaron en sus familias de origen. Los niños estos en estas familias están facilitados para asumir particulares funciones en relación a las marcas de necesidad de los padres. En estos casos se observan frecuentes consultas por dificultades psicológicas (enuresis, tic, miedos, etc.) o problemas en el ámbito escolar de los niños.( Andolfi, 2003)

En esta etapa se consideran los problemas o síntomas del niño como un accidente evolutivo capaz de favorecer el cambio, no solo en el niño sino en la familia completa. (Andolfi, 2001)

En el trabajo psicoterapéutico se introduce el triángulo relacional no solo como regulador del proceso diádico sino también como un elemento que permite la introducción de novedad a las relaciones, pues cada uno puede observar lo que sucede entre los tros dos (Andolfi y Angelo1989) De allí se asumen los triángulos trigeneracionales pues como se expresa hoy la relación padre-hijo, también nos informa sobre como un padre percibe hoy la relación pasada entre él y su propio padre. (Andolfi y Angelo1989)

El niño o adolescente se muestra curioso de la historia de los adultos que reviven así de los momentos importantes del pasado; se asiste a una clase de puesta en escena de la tercera generación con sus valores, sus mitos y sus creencias, que son las raíces sobre las cuales van a desarrollarse los vínculos posteriores (Andolfi, 2002)

Se invita al niño a expresar porqué trae a su familia y en qué requiere ser ayudada. El niño es a menudo el barómetro de los afectos reales de todo el grupo familiar y es capaz de expresar abiertamente emociones o tensiones que los padres están experimentando pero que no llegan a revelar (Andolfi, 2002 2a). A través de él se puede acceder a las memorias y experiencias de las generaciones anteriores, preguntándole abiertamente sobre qué sabe o imagina sobre la relación de sus padres con sus abuelos. Se trabaja con la familia ampliada de manera directa o simbólica donde el niño es un actor clave. (Andolfi, 2001) No se intenta controlar o minimizar los síntomas del niño, sino contener el sufrimiento individual y poner en juego los elementos simbólicos del problema. (Andolfi, 2001)

La historia transgeneracional permite conocer los mitos familiares o “… construcciones que a menudo entrelazan historias, fantasías, anécdotas, narraciones, fábulas y realidad..y tiene un potencial de transmisión tan elevado como el de los genes con la diferencia que estos últimos pasan por otros canales”.(Andolfi, 2003) Estos indican a la familia como leer la realidad pues preescriptivamnte organizan los conocimientos y les atribuye un orden que, siendo de naturaleza simbólica, va más allá de los conocimientos individuales.( Ackermans y Andolfi, 1990) En la medida que los adultos, al observar la mitología familiar, puedan asumir sus propias responsabilidades, y por lo tanto, volver a poner los conflictos en el nivel generacional de origen, se hace menos necesario la función del síntoma en el niño.( Andolfi, 2002)

Igualmente si se trata de un adolescente, se le considera como un asesor del terapeuta y se le acompaña en su necesidad de elaborar su sentido de pertenencia para poder “separarse” de la familia y crecer en ella.

Una vez que se ha trabajado el sufrimiento del paciente como manifestación del hilo conductor relacional del sistema, y por tanto después de haber perdido su centralidad en el sistema como regulador de tensiones, el sufrimiento individual y slas necesidades de autonomía debían ser considerados.( Andolfi y Angelo 1989)

Para Andolfi la posición y recursos del niño, abre y despliega las posibilidades de cambio del sistema familiar. Incluso en parejas que no tienen hijos, trabajar con hijos imaginarios como asesores del proceso, permite conocer la realidad relacional de la pareja e introducir el “como si” necesario para que el adulto escuche más objetivamente y con menos reactividad su propia realidad ( Andolfi, 2001)

Juego y “como si” en la Terapia con niños y adolescentes

El juego es fundamental para incluir a los niños en la terapia sin tratarlos como adultos. Partir con el juego le permitirá sentir que el espacio es de él y el ambiente físico de la consulta debe invitar a ello. (Andolfi, 2002 2a)

El juego en terapia es un medio para recoger información sobre el sistema familiar, y junto con la metáfora, el uso del espacio, la dramatización y la escultura facilita la observación de los patrones relacionales de la familia. (Andolfi, 2002 )

El juego como un espacio de simplicidad e inmediatez permite involucrase con el proceso de trabajo bajo la consigna de “esto no es e serio” , lo que facilita explorar nuevas posibilidades y observar el propio relacionamiento desde una cierta distancia emocional (Andolfi, 2002 )

“El juego al ser un medio que permite experimentar la realidad de modo paradójico, cumple actos reales en un contexto que niega no obstante su realidad” (Andolfi y Angelo 1989, Pág. 79).

Igualmente, el humor en la terapia, consigue tocar algunas de las reglas relacionales de la familia y desplazarlas de nivel, lo que aumenta la tensión interpersonal, y estimula los procesos de cambio al interior de la familia.( Andolfi y Angelo, 1989)

Al ser el síntoma una metáfora de un problema relacional, el uso de objetos metafóricos como derivación, permite crear una imágenes polivalentes de las emociones , la conducta, y carácter o las relaciones que una persona tiene dentro del sistema (Andolfi,1985) : “La metáfora crea un puente entre el símbolo y el lenguaje en común, entre un miembros y los otros miembros de un sistema….” (Ackermans y Andolfi, 1990, Pág. 109)

La metáfora consigue triangular a la familia, impulsándola gradualmente a descubrimientos, definiciones y cambios. Su carácter primario y analógico le otorga una cualidad “como si” que desincentiva las racionalizaciones y permite flexibilizar las premisas existentes.

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