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La graduacion Mas allá del miembro viril


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2017  •  Ensayos  •  8.907 Palabras (36 Páginas)  •  156 Visitas

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Mas allá del miembro viril


“No hay heteros, no hay gays, no hay bisexuales, sólo
personas, que se enamoran de otras personas. El cuerpo
es un mero recipiente que contiene nuestro amor.”

[pic 1]

     Eran casi las 5 de la mañana y se encontraba con los ojos abiertos de par en par. Acostado en una cama que no era la suya, miraba como su amante dormía tranquilamente.

Acababan de tener sexo. El cuerpo de la chica aún estaba mojado en sudor.
A pesar del desmesurado cuerpo seductor, que pensaba que era el mejor formado que había visto nunca, había sido un encuentro decepcionante para el, rápido y sin orgasmo.
Había fantaseado durante casi un mes con la
doñita de la oficina, y se había imaginado una gran variedad de escenas llenas de erotismo y lujuria, pero la noche del estreno se quedó en una barata película porno de bajo presupuesto dirigida por algún director novato que nunca sería reconocido.
Mientras observaba aquel cuerpo desnudo, recordaba cuando la vio por primera vez entrando en la oficina del periódico donde él trabajaba.
Era una mujer muy atractiva, alta y atlética, parecía salida de algún anuncio de ropa interior.

Llevaba un vestido informal. Tenía cierto aire pícaro con su pelo despeinado pero milimétricamente preparado.

Por decirlo de alguna forma era físicamente perfecta, como una escultura preciosa que hubieran esculpido con mucho tiempo y dedicación. Una diosa del Olimpo. Aunque ahora que lo pensaba, era todavía más imponente verla sin ropa.
Aquel día, hace un mes, fue presentada como la nueva Editora jefe del periódico.
La plantilla de la empresa estaba conformada en su gran mayoría por hombres, lo cual era lo propio, teniendo en cuenta que el cliente potencial al que iba dirigido era el sector masculino.
Mariana se movía por el lugar tranquilamente. Sabía que podría tener al hombre que quisiera, no conocía el rechazo. Y como ave rapaz buscaba a su próxima presa.
Aún no podía entender que había visto en él.
Cristian era de estatura media, ni delgado ni rellenito, la genética le había dotado de unos pectorales bien formados, un prominente trasero y una espalda ancha. Sus brazos no eran grandes, pero aún así lucían provocativos en camisas entalladas.
No era especialmente guapo, pero desprendía una sensualidad innata a la hora de moverse y en su forma de hablar, que atraía a las mujeres casi sin proponérselo.
Era un hombre independiente y moderno. No necesitaba tener un compromiso para disfrutar libremente de una noche de sexo sin más, pero en el fondo era un romántico, soñando con que algún día apareciera una mujer que fuera como su
pretty woman.
Mientras tanto asumía con resignación que debería besar a muchas brujas hasta toparse con su princesa.
Hasta el momento había acumulado un total de 24 brujas y 3 tarantulas; y empezaba a estar un poco harto de tanta chupasangre sin sensibilidad.
Había cumplido los veintiocho, siempre le había pasado que aparentaba menos edad y era algo que le molestaba cuando era pequeño y tenía prisas por crecer, pero que ahora era recibido como una bendición; y ya le apetecía una estabilidad emocional.
La mayoría de sus amigos se habían casado o preparaban su enlace matrimonial, y muchos de ellos incluso ya tenían hijos.
A estas alturas le empezaba a preocupar que no existiese aquella mujer que lo acompañaría por el dificil y largo camino de la vida.
Su primera experiencia amorosa resultó decepcionante.
Se encontraba en
la prepa y sintió un fuerte flechazo por una chica de su clase. Aquello fue amor a primera vista. Envió una nota citándola entre clases. Lleno de nervios e ilusión, acudió a la cita, y recibió su primer beso. Un beso que le resultó demasiado húmedo convirtiéndose en desagradable cuando sintió una extremadamente larga lengua que le acariciaba la campanilla.
Pocos días después, encontró a su noviecita metiendo su molesta lengua en la boca de uno de sus amigos.
Esa tarde descubrió tal vez prematuramente que “
la cenicienta” de la que tantas veces había oído hablar, más que cenicienta era de una tonalidad tirando a “hermanastra malvada”; y que la
palabra amistad la había estado utilizando deliberadamente, debiendo acotar su significado a un reducido número de personas que podrían ser contadas con los dedos de una sola mano y aún así quedaría algún dedo sobrante.
Su primera vez tampoco fue tal y como él la había imaginado, en una cama cubierta de pétalos de rosas, iluminada con la cálida luz tenue de unas velas aromáticas mientras sonaba alguna canción sensiblera como banda sonora.
Perdió la virginidad en el asiento trasero de un coche con una chica que conoció una noche de borrachera. Fue una “primera vez” con prisas y dolorosa para él.
No supo lo que era un orgasmo hasta bastante tiempo después, cuando mantuvo una relación con una mujer que le sacaba 10 años de edad y por lo tanto de experiencia en la cama. Pero aquella relación tuvo un lamentable final, debido a las varias infidelidades que aquella complaciente compañera le ocultó durante el año de relación. Lo más decepcionante para él fue averiguar que él era el amante, y que ella tenía marido y un niño.

Aquella fue la única vez que Cristian se había enamorado, y a partir de ese momento se mostraba frío y calculador en sus relaciones, y vivió una época loca en la que se acostaba con desconocidas.
Siempre le había costado llegar al orgasmo, y se había estado culpando a sí mismo; pero si aquella mujer lo había sabido complacer plenamente, tal vez la culpa era de la torpeza de sus otras amantes; torpeza o desconsideración, puesto que él se entregaba a fondo y con generosidad.
Las siguientes experiencias hasta la noche actual, no merecen ser mencionadas, siendo una recopilación de acontecimientos similares a los ya contados sólo que con diferentes escenarios y distintas protagonistas.
Mariana no era diferente a las demás mujeres con las que se había encontrado. Era el prototipo que le gustaba a Cristian. Delicada, guapa, segura de sí misma, pero desgraciadamente inmadura.
Cristian lo sabía, por eso había mantenido a raya sus lascivos impulsos cada vez que ella se le había insinuado, mostrándose siempre desinteresado y distante.
Lo que no sabía era que ese desinterés hacía que aumentara, sin darse cuenta, el deseo de su
Doñita, cuyos intentos eran cada vez más feroces e insistentes. Tornándose casi en acoso.
Una tentación que Cristian intuía que pronto no podría resistir.
Esa misma noche la empresa celebraba una cena conmemorativa por la jubilación de la Señora Pilar Romero, la mujer que había fundado el periódico medio siglo atrás, aprovechando también para festejar el 50 aniversario del mismo.
Fue una noche muy emotiva, y Cristian había tomado alguna copa de más llevándose por la emoción del festejo, así que Mariana usó el alcohol como herramienta de persuasión para retomar su empeño.
No recordaba con claridad cómo había llegado al cuarto de su jefa. Pequeñas lagunas, y de pronto estaban desnudos teniendo sexo.
Tan pronto como su ansia había sido calmada, se quedó dormida. Se sintió insatisfecho y utilizado. De pronto pensó en las consecuencias de sus actos. Temía que pudieran surgir situaciones incómodas en el ambiente laboral. Al fin y al cabo era su jefa. No sabía qué hacer, no quería quedarse a dormir. Imaginaba a su jefa despertándose a su lado, fanfarroneando de la noche de placer que le había regalado tratándolo como a cualquiera.
Tenía que salir de allí, pero el alcohol no lo dejaba pensar con claridad.
Y si le dejaba una nota, donde se disculpara.
Quizás estaba juzgándola injustamente, un cuerpazo así merecía una segunda oportunidad, saldría de puntitas sin hacer ruido evitándose la desagradable vergüenza del desayuno y dejando una puerta abierta para un próximo encuentro que deseaba fuera más satisfactorio
para él.
Después de arrugar a modo de pelotitas varios trozos de papel, le dejó la siguiente nota:

...

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