Micro

Ensayo

“El Horror Económico”

Capítulo I

En todas partes hablamos mucho sobre el “desempleo” pero sin embargo este término se aleja mucho de su sentido.

En la actualidad, el desempleo no es objeto de una marginación transitoria que solo afecta a determinados sectores sino que es víctima de una lógica planetaria que lo mantiene en supresión de lo que se llama trabajo. De ahí resulta la marginación de un número inmenso y creciente de “buscadores de empleo” que irónicamente se incorporan a una norma actual, en la que se los convence de que son dignos de ella y sobre todo responsables por su situación, acusándose de aquello de lo cual son víctimas, se reprochan de llevar una vida miserable, una vida con frecuencia “subsidiada”.

Estos reproches que se les hace y ellos mismos se hacen les inculca esa vergüenza que desalienta, porque nada debilita ni paraliza tanto como la vergüenza. Altera al individuo desde la raíz, agota energía y convierte a quienes la sufren en pesa de otros.

La vergüenza debería cotizarse en la Bolsa: es un factor importante de las ganancias, es un valor contante y sonante.

Sin embargo, en este sistema conlleva a una pregunta esencial “¿Es necesario ‘merecer’ el derecho de vivir?” Una minoría posee de oficio ese derecho, en cambio el resto para “merecer” el derecho de vivir, debe mostrar que es “útil” para la sociedad. Dentro de la economía la palabra “útil” significa casi siempre “rentable”, es decir, que le da ganancias a las ganancias que en pocas palabras significa “empleable”.

No se sabe si es cómico o siniestro que ante la falta constante y creciente de puestos de trabajo obligue a millones de desempleados cada día, cada mes del año a salir a la búsqueda de ese trabajo que ya no existe.

Es la única manera de preparar una sociedad de esclavos definidos exclusivamente por su esclavitud. No es casualidad que todo esto conlleve a toda una “población” hasta los extremos del vértigo: a las fronteras de la muerte y tal vez más allá.

La pregunta que deberíamos hacernos es “¿es ‘útil’ una vida que no le da ganancias a las ganancias?”

Capítulo II

A nuestros ojos el trabajo siguen vinculado con la era industrial, en esa época el capital presentaba garantías evidentes: fábricas, sólidas, minas, bancos, edificios, etc.

De alguna manera han escamoteado ese mundo en que los lugares de la producción se fusionaban con los de la economía. Con él se escamotearon los modelos intermediarios que lo sucedieron poco a poco en transacción hacia el mundo actual, el de las multinacionales, las transnacionales, el liberalismo absoluto, la virtualidad. El mundo que se instala bajo el signo de la cibernética y las tecnologías revolucionarias ha dejado de ser sincrónico con nosotros y desde luego, no tiene vínculos reales con el “mundo del trabajo” que ha dejado de serle útil.

Se trata de un mundo que vive gracias a la cibernética, un mundo en el cual la velocidad se confunde con lo inmediato en espacios intersticios

No obstante, ese es el camino que se está siguiendo. Una mayoría de seres humanos ha dejado de ser necesaria para el pequeño número detenta el poder. Si bien no hay espacio mayor y éste se reduce constantemente debido a la desaparición del trabajo, esto no incomoda en absoluto a los verdaderos poderes, los de la economía de mercado pero la miseria causada por esta desaparición tampoco es un objetivo buscado, más bien suelen toparse con ella como un inconveniente colocado en el camino para sacar partido de ella.

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