Monografía Educación Balcanizada
MayPaz22 de Octubre de 2013
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Monografía
Poder y disciplina escolar
Introducción
La violencia escolar y la falta de interés de los alumnos en la escuela es un problema de gran peso a la hora de conocer el funcionamiento de una institución escolar. Los chicos que presentan este tipo de problemas aumenta día a día, y las causas de estas cuestiones son múltiples así como las consecuencias para el ambiente áulico y el escolar. Los chicos que desafían la autoridad de la institución pueden legitimar la disciplina que en esta se impone y negocia, o deslegitimarla total o parcialmente.
El desarrollo adolescente es por naturaleza un proceso de divorcio con muchas formas de poder que se imponen a los jóvenes, y la manera en que ellos construyen la concepción positiva o negativa sobre estos métodos influye totalmente en su actitud para con la escuela. La forma en la que la institución escolar reaccione a las actitudes de los alumnos esta forjada para generar cambios sobre ciertas actitudes perjudiciales para la organización escolar. La escuela evalúa en todos los aspectos del alumno, comunica un juicio de valor e incluso un prejuicio. Ante estas cuestiones algunos chicos se sienten amparados mientras que otros se pueden sentir agredidos.
Nos centraremos en como la escuela responde a las actitudes agresivas, o de una u otra forma negativas, de los alumnos y cómo reaccionan estos a esas sanciones o premios. Partimos de la hipótesis de que las sanciones a la indisciplina escolar no hacen más que reforzar el proceso por el cual los alumnos con mala conducta se sienten externos a la escuela y aumentar su falta de interés escolar y las malas actitudes hacia la institución.
Muchos de los alumnos que presentan indisciplina escolar pueden tener problemas de aprendizaje, conflictos personales o familiares, problemas con drogas o diferentes situaciones que incentivan la dispersión y el poco interés por el crecimiento personal orientado a la obligatoriedad de la escolaridad secundaria. Cualquier tipo de atención que se le reste a estos problemas desde un lugar personalizado puede generar en esos alumnos un momento de reflexión sobre sí mismos y sus actitudes para con el entorno. Un alumno es agresivo cuando está a la defensiva. Ya se trate de problemas personales o sociales, es muy probable que esto desemboque en una falta de pertenencia hacia la escuela e incluso una sensación interna de agresividad del entorno escolar.
La cadena que se genera cuando un alumno es problemático o no estudia es muy difícil de romper. El chico no estudia y por eso molesta, si molesta se tiene que ir. El chico que molesta puede estar diciendo algo. El chico que sigue en la escuela pero no estudia tiene algo que comunicar.
En el presente trabajo intentaré analizar entonces cómo es esta cadena, y como se puede romper, para que la escuela pueda generar las condiciones necesarias para que estos alumnos ya no sean alumnos problema en el sentido marginador y estricto de la frase, y puedan ser escuchados e integrados al ámbito escolar desde un lugar que permita el acuerdo y el dialogo.
Desarrollo:
El poder institucional:
La teoría sobre el castigo que Foucault hace en “Vigilar y Castigar” relata el traspaso, bajo las condiciones del emergente capitalismo, del castigo físico propio de la edad media y llamado suplicio por el castigo moral o de alma que está orientado más que en el castigo mismo del delincuente en la prevención del delito en la sociedad toda y la vigilancia constante que se implanta como una sensación también fijada para la prevención del delito.
Esto está relacionado con la visión de que el delito ya no es individual y singular sino que es un agravio contra la sociedad entera, entonces es la sociedad bajo sistemas arraigados en la cultura que castiga y vigila a los delincuentes y así se vigila a sí misma, evitando el delito mediante contenidos morales y responsabilidades civiles que forman parte importante de este sistema del castigo y la vigilancia.
“Este autor define la disciplina como los instrumentos que se utilizan para el control minucioso de los individuos con la finalidad de hacer de ellos seres dóciles y útiles, utilizando diversos procedimientos como la vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen” (“Los castigos y otras estrategias disciplinarias vistos a través de los recuerdos escolares”, Mercedes Suares Pazos, Universidad de Vigo, 2003).
Este poder de castigar está basado en seis reglas básicas: regla de la cantidad mínima: el crimen esta cometido con el fin de sacar provecho, y por tanto el castigo deberá superar ese provecho; regla de la idealidad suficiente: el castigo tiene que estar orientado en la representación que el delincuente hace de él, dado que está hecho para fijar desventajas en éste; regla de los efectos laterales: los efectos más intensos deben estar sobre los posibles delincuentes más que en el delincuente consumado; regla de la certidumbre absoluta: el castigo debe ser efectuado sin excepción, y por tanto, la vigilancia está unida a los órganos de castigo; regla de la verdad común: la ciencia se vuelve un modo de ver la realidad al perfilarse el objetivo de que el castigo sea entendido y aprobado por toda la sociedad, así las investigaciones se vuelven empíricas; regla de la especificidad óptima: todas las infracciones deben estar especificadas y debe haber una individualización de las penas dado que el delincuente es alguien necesario de ser conocido.
Estos castigos desarrollados para el alma, o para la psique, agregaré, y no para el cuerpo, también tienen unas características definidas entre las que podemos encontrar que las penas deben ser lo menos arbitrarias posibles para que la inmediatez del castigo se consume, para evitar y castigar el delito debe utilizarse la misma fuerza que usa el delincuente para delinquir, el delincuente debe ser transformado para ser reintegrado en la sociedad, el castigo afecta mayormente a los posibles delincuentes entendidos estos como la masa social, y no tanto al delincuente mismo, el castigo es público en tanto sirve para ser prevenido en el futuro.
En la tercera parte del libro citado anteriormente el filósofo nos habla de la disciplina en las instituciones a partir del siglo XVIII. Su análisis, sin embargo, nos puede acercar a una mirada muy crítica que nos interesa sobre las escuelas de principios del siglo XXI. Foucault asegura que el castigo y la disciplina son inseparables, dado que las instituciones disciplinarias basan su coacción para la imposición de su disciplina en gran parte en el sistema de normas o leyes que rigen su cotidianeidad, y que, para que las mismas sean cumplidas por sus sometidos, deben tener castigos claros, concisos y con la misma naturaleza pública de los castigos desarrollados anteriormente. Se cree que la disciplina está orientada a la corrección de desviaciones en el marco de conductas o aprendizajes concretos, sin embargo, o que la disciplina castiga realmente son las desviaciones. Los castigos disciplinarios están hechos hacer respetar un sistema de orden ideal representado en una normativa y su justificación, pero también un orden natural entendido este como los procesos observables como los aprendizajes y las aptitudes alcanzadas. Este castigo disciplinario debe tener como base una naturaleza más correctiva que condenatoria, para la posterior acomodación del sistema en los parámetros de un orden estático, que debe ser entendido por los disciplinados como algo perpetuo y sin posibilidad de cambio desde abajo. Mientras más sea real esta creencia es porque el castigo tuvo un mejor efecto social. Esta disciplina no evalúa las acciones de los individuos sino a ellos mismos al polarizar una concepción definida, y demostrada empíricamente, del bien y el mal, y entonces cobran gran importancia los contenidos morales de la disciplina y del castigo mismo.
La disciplina así tiene un carácter normalizador en tanto tiene como objetivo principal la comunicación del mensaje de un sistema inviolable, y genera, o intenta generar, un cambio adaptativo en los delincuentes. Este poder disciplinario tiene una naturaleza doble: normalmente es tan invisible como constante, pero para los delincuentes sobre quienes se ejerce toma una forma de visibilidad obligatoria y concreta.
La institución disciplinaria por excelencia se expresa en Foucault a partir de la construcción de tipo panóptico de las instituciones que aseguran una vigilancia permanente. Así los principios anteriormente mencionados se ejercerían en todas las instituciones sociales generando un tipo de poder omnipresente donde la vigilancia e incluso el castigo es una cuestión constante y pública, a la vez que sus formas y sus maneras están totalmente ocultas en el entramado social haciendo imposible la personificación de la vigilancia y el poder, “…la “disciplina” no puede identificarse ni con una institución ni con un aparato. Es un tipo de poder y una modalidad para ejercerlo…” (Foucault, 1975). Estamos hablando de un tipo de poder disciplinario que es ejercido desde todos los ámbitos sociales.
Dentro de esta teoría sobre el poder podemos plasmar la realidad de la escuela actual en tanto al ejercicio del poder institucional que la escuela forja sobre los alumnos y la reacción de estos ante este tipo de poder. Hablando de un poder de naturaleza social y oculta las diferencias dentro de la escuela ya sean sobre los niveles de aprendizaje o se plasmen en cuestiones socioeconómicas, se ven desde un lugar no simplemente escolar, sino social, y en esta cuestión la escuela pasa a ser un órgano de poder establecido y estatal.
Por tanto, aquellas
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