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PRÁCTICA PEDAGÓGICA TRANSMITIVA QUE AFECTA EL APRENDIZAJE DE LOS ESTUDIANTES

Catalina MelladoEnsayo22 de Octubre de 2022

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Práctica pedagógica transmisiva que afecta el desarrollo integral de los estudiantes.


Integrantes

Catalina Mellado

Mathias Quezada

Waleska Colil

Profesores

Maria Elena Mellado

Juan Carlos Chaucono

TEMUCO, 23 DE MARZO DE 2022 

“Diseño de la enseñanza que perpetúa patrones transmisivos de conocimiento, otorgando al estudiante un rol pasivo, que impide la construcción del aprendizaje profundo”.

Todos aquellos que hemos pasado por la educación formal y que además hemos decidido hacer carrera sobre este tema nos hemos visto en situaciones de contrariedad, experimentamos en carne propia la mano conductista del sistema educativo para luego contradecirlo con las nuevas corrientes pedagógicas que nos dicta la vanguardia, estudiamos, ensayamos, practicamos nos profesionalizamos ¿para qué? para volver a los colegios y  seguir aportando a esta escasa transformación de conductas dentro de ellas, para perpetuar las relaciones de poder en el núcleo pedagógico, las razones de esta conducta pueden tener muchas génesis, a nuestro parecer todas igual de válidas con la única diferencia que revertir estos cambios recae principalmente en las comunidades que continúan perpetuándolo.  

La educación y el sistema en el que se constituye son similares a las raíces de un gran árbol, todas sus partes aportan de manera diferente a los frutos que este dará, en ese sentido la educación chilena se nutre de varias “raíces”: los colegios, profesores, alumnos, apoderados, universidades, centros de formación técnica, etc. Esta analogía herborea nos ayudará a definir y enmarcar nuestro problema de investigación, ya que a medida que pasa el tiempo, los actores del sistema educativo nos encontramos con diversas acepciones y prácticas del proceso de enseñanza, si tomamos la idea más vanguardista que enseña la academia respecto  del proceso de aprender y lo contrastamos con la práctica que se lleva a cabo en los establecimientos educacionales primarios presenciaremos un golpe en la quijada propio de boxeo de pesos pesados, nuestra problemática tiene su génesis en esto, nos encontramos con un ideal educativo basado en evidencia y estudios, académicos que respaldan las ideas progresistas y constructivas de la educación, sin embargo como docentes, motivados por la estructura quizá, continuamos perpetuando prácticas que son contrarias a lo que nos indica la literatura, y nos sugiere la vanguardia. La rutina es estable, no da sorpresas y permite un trabajo educativo en solitario. Además, cuesta deconstruir prácticas que se enraizaron tan pequeños en nosotros, y sí, por nosotros nos referimos a todos los que hemos pasado por cualquier tipo de sistema educativo formal. Las razones anteriores pueden ser tomadas como causas o justificaciones del porqué continuamos trabajando de manera aislada, tan aislada que ni siquiera tomamos en cuenta a los estudiantes dentro del proceso, en algunos casos adecuamos el acceso al contenido al estudiante PIE o a aquel con desfase curricular, sin embargo, a nivel de estructura educativa (Currículum, planes, ministerio, DAEM) el rol del estudiante sigue siendo uno pasivo, todavía hace eco en la sala de profesores el buen comportamiento de un curso espejo de su silencio que registra sagradamente lo que se presenta en la pizarra. 

Los establecimientos educacionales primarios deben ser uno de los lugares que poseen más rituales instaurados, hora de ingreso, utilización de uniformes, horarios de clases que se diferencian explícitamente uno de otro “dejemos de dibujar porque estamos en clases de matemáticas” , son ejemplos vivos de todos aquellos que hemos puesto un poco de vida en dichos lugares ¿qué queremos explicitar con aquello? establecer uno de los puntos causales que nos ayudan que continuemos perpetuando diseños individuales de enseñanza: la rutina y el miedo al error.

La rutina es cómoda, nos ayuda a dejar el agobio de la incertidumbre diaria guardado porque todo está planificado, existe una ruta, podemos apoyarnos en los planes y programas para así llegar a la cobertura curricular. Porque a fin de cuentas el sistema educativo se basa en una ruleta constante de plazos, entregas, presentar evidencia, medir y calificar.  Desde ese escenario uno podría preguntarse ¿dónde está el aprendizaje ahí? o peor aún ¿dónde está la voz de nuestros estudiantes en este proceso? nuevamente, si lo contrastamos con lo que dice la literatura actualizada nos encontraremos con una fuerte decepción ¿somos responsables de esto? sí ¿está en nosotros transformarlo? absolutamente. Solo falta movernos un poco, dejar el miedo a perder el control y motivar a nuestros estudiantes a participar y a ser los protagonistas de su aprendizaje.

La persistencia de la práctica docente tradicional, con el enfoque transmisivo del conocimiento, en donde el profesor es el principal actor de la clase y se dedica a explicar una materia la mayor parte del tiempo, se asocia generalmente a la resistencia al cambio por parte de todo el sistema educativo. Frente a esto surge la siguiente interrogante ¿por qué nos cuesta tanto hacer un cambio en nuestro quehacer docente? Esto puede ser porque nos acomoda tener todo bajo control, tener seguridad en nuestras clases y replicar antiguas formas de enseñar contenidos, habilidades y actitudes. Nos resulta cómodo.  Creemos que hacer un cambio, podría significar correr el riesgo de equivocarnos, que algo pueda salir mal o perder el control del curso y en muchas ocasiones se nos cataloga de “mal profesor”, que no tenemos manejo de grupo cuando la clase no es silenciosa ya que se asume que el silencio es sinónimo de aprendizaje, pero sabemos que no es así, es por esto que muchas veces preferimos dejar todo tal cual lo hemos hecho siempre y no querer enfrentar el cambio.

En otras ocasiones hemos analizado los síntomas de nuestras problemáticas desde la externalización, esto ha promovido no asumir como propias nuestras falencias y por ende no comprender a cabalidad cuáles son las necesidades formativas que tenemos como profesionales.

Hoy un punto clave de nuestro análisis ha sido que para proyectar cambios a corto y largo plazo es fundamental que comprendamos en esencia cómo aprenden las personas, cuáles son sus necesidades, intereses, sus conocimientos previos y por sobre todo que incentivemos el aprendizaje social. De esta manera, podemos enfocarnos en diseñar clases atractivas, interactivas, con actividades desafiantes para los estudiantes en donde ellos sean protagonistas de su aprendizaje. Debemos dejar en el pasado las clases en donde el profesor habla la mayor parte del tiempo y no le da oportunidad al estudiante de participar ni de entender el propósito de la clase.

Asimismo, en la búsqueda de razones del por qué hemos llevado a aislar nuestras salas de clases, sintiéndolas un lugar de refugio comandadas por un general que dicta bajo sus normas lo que los estudiantes pueden o no hacer, nos ha llevado a comprender que existe miedo a que los otros conozcan y aporten sugerencias o comentarios de la práctica pedagógica que cada uno lleva a cabo, de esta forma solo se incentiva a vivir el aprendizaje en soledad, sin construcción de él y generando el círculo vicioso de la transmisión, aquí en donde se puede ganar experiencia, generar comunidad, compartir ideas y resolver problemas o dudas en conjunto para llegar a una visión compartida. Visión que es necesario desarrollar para incentivar la reflexión crítica de la práctica en conjunto, buscando mejoras, promoviendo cambios y de esta forma tener un compañero que nos oriente de forma externa en los cambios que debemos realizar para afectar el núcleo pedagógico; por lo anteriormente mencionado, es importante destacar que al trabajar en conjunto nos permite realizar análisis profundos de resultados de aprendizaje de nuestros estudiantes, esto para tener una visión global y de esta manera cada uno poder aportar a un mejoramiento desde su área.

Otra necesidad formativa que hemos logrado visualizar es que como profesionales construimos un rol pasivo frente a los consejos de profesores, dejando de proponer ideas y mirando siempre desde una vereda ajena, es aquí donde existe una oportunidad para presentar experiencias exitosas, para compartir resultados de aprendizaje, para analizar instrumentos, sin embargo es tiempo que se pierde en banalidades de la cotidianeidad, quizás este punto se pudiese observar cómo ajeno a nuestro rol, sin embargo creemos que debemos ser agentes de cambio con un rol activo, por lo que debiéramos proponer las modificaciones a dichos consejos, promoviendo el trabajo colaborativo y el sentido de comunidad. 

En este último tiempo, el aprendizaje colaborativo se ha convertido en una forma de aprendizaje fundamental para mejorar la calidad educativa. De esta manera, la literatura de desarrollo profesional docente evidencia que propiciar un trabajo colaborativo entre los actores del proceso educativo, en pos de una construcción horizontal del aprendizaje genera cambios importantes en la cultura educativa. (Ávalos, Bolívar, Elmore, Vaillant y Fullan) Sin embargo, los contextos educativos más íntimos, referidos a los salones de clase chilenos en su mayoría son compuestos por estudiantes y un docente a cargo por asignatura. Desde una visión enfocada en los docentes, el trabajo colaborativo se define como un grupo de profesionales que dialogan sus experiencias de práctica y reflexionan sobre cómo mejorarlas en función de los aprendizajes de los estudiantes y su propio desarrollo profesional docente. El trabajo colaborativo ha sido analizado por diversos autores quienes afirman que es una estrategia que potencia la participación y genera un impacto positivo en el aprendizaje de los estudiantes y profesores. (Ávalos, 2018; Bolívar, 2010; Echeita 2013, Vaillant, 2016). La investigación profesional docente ha demostrado que cuando se trabaja de manera colaborativa, crítica y consciente de la mejora de las prácticas, los docentes aprenden unos de otros, los estudiantes y así sucesivamente ocurren los cambios importantes en la cultura escolar. (Ávalos, 2011). No es de utilidad conocer sobre la existencia del núcleo pedagógico, sabiendo que a sus alumnos se les asignan las mismas tareas que va determinando el aprendizaje escolar, si el núcleo va siendo el mismo entre sala de clases y otra y si las personas están acostumbradas a ver la docencia como práctica colectiva (Elmore, 2010). Si se aspira a generar una cultura de aprendizaje que los estudiantes puedan internalizar, es imperativo destacar que eso no ocurrirá si no se ha generado aquella cultura de aprendizaje en los propios docentes. (Bolívar, 2010).

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