Padre Rico Padre Pobre
david96dg19 de Noviembre de 2013
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Lección Seis: Trabaje para aprender y no por el dinero
En 1995, acepté una entrevista con un periódico de Singapur. La joven reportera fue puntual, y la entrevista se encaminó de inmediato.
“Algún día, me gustaría ser autora de libros líderes en ventas, al igual que usted”, dijo.
“Usted tiene un gran estilo”, le respondí. “¿Qué es lo que la detiene para alcanzar su sueño?” “Parece que mi trabajo no avanza hacia ningún lado”, dijo calmadamente. Así que conservo mi empleo en el periódico. Al menos con eso pago mis cuentas. ¿Tiene alguna sugerencia?”
“Sí, la tengo”, dije vivamente. “Un amigo mío tiene aquí en Singapur, una escuela en la cual las personas se entrenan para vender”.
Ella se puso rígida. “¿Está diciendo que debería ir al colegio para aprender a vender?”
Yo asentí
“No lo dice en serio, ¿verdad?”
Asentí otra vez. “¿Qué hay de malo en eso?” Ahora yo trataba de dar marcha atrás. Ella se sentía ofendida por algo, y yo deseaba no haber dicho nada.
“Tengo un master en literatura inglesa. ¿Por qué debería ir a una escuela a formarme como vendedora? Soy una profesional. Odio a los vendedores. Lo único que quieren es dinero. Así que dígame porqué debería yo estudiar ventas.”
Sobre la mesa de café yacía una copia de mi primer libro Si quiere ser rico y feliz, ¿no vaya al colegio?. Yo lo recogí junto con las notas que ella había apuntado en su anotador. “¿Ve esto?” dije señalando sus anotaciones.
Ella miró sus notas. “¿Qué?”, dijo confundida
“Dice libros mejor vendidos, no mejor escritos”.
Sus ojos se abrieron inmediatamente.
“Soy un terrible escritor. Usted es una escritora maravillosa. Yo asistí a una escuela de ventas. Usted tiene un master. Junte todo eso y tendrá un “autor de libros mejor vendidos”, y un “autor de libros mejor escritos”.
Sus ojos destellaron enojo. “Nunca me rebajaré a tal punto de ir a aprender cómo vender. La gente como usted no ofrece literatura sobre negocios. Yo soy una experimentada escritora profesional, y usted es un vendedor. No es justo”.
Guardó el resto de sus notas en su lugar, y se fue rápidamente atravesando la gran puerta de vidrio en la húmeda mañana de Singapur.
Por lo menos, a la mañana siguiente escribió sobre mí imparcial y favorablemente. El mundo está lleno de personas sagaces, talentosas, instruidas y dotadas. Nos encontramos con ellas día tras día. Están por todos lados.
Un consultor de negocios especializado en comercio médico me estuvo diciendo que muchos doctores, dentistas y quiroprácticos tienen problemas con sus finanzas. Hasta ahora, yo pensaba que cuando se graduaban, los dólares les fluían. Fue este consultor el que me dio la frase “están a una habilidad de distancia de la riqueza”. El ejemplo clásico de sinergia de habilidades era la joven escritora del periódico. Si ella se hubiera capacitado diligentemente en ventas y marketing, su ingreso hubiera pegado un salto cuantitativo.
Cuando me gradué de la Academia de la Marina Mercante de los Estados Unidos en 1969, mi padre instruido estaba feliz. Standard Oil de California me había contratado para su flota de tanques de petróleo. Tenía una gran carrera por delante, pero renuncié luego de seis meses, e ingresé en el Cuerpo de Marina para aprender a volar. Mi padre instruido estaba devastado. Mi padre rico me felicitó.
En el colegio y en el trabajo, la opinión popular es la idea de “especialización”. Es decir, para ganar más dinero u obtener ascensos, se necesita “especializarse”. Papá pobre creía en ese mismo dogma,
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