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Proyecto: Seguir a un Personaje. “El Mundo de las Brujas”

Vero NicoraApuntes22 de Marzo de 2022

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Proyecto: Seguir a un Personaje. “El Mundo de las Brujas”

ANEXO 1: “Los Cuentos Tradicionales Infantiles”

Actualmente se puede acceder a distintas ediciones de cuentos tradicionales, de relatos populares latinoamericanos o de leyendas, mitos y fábulas. En ellas es posible reconocer semejanzas en la secuencia narrativa con los personajes también variantes, por ser versiones, porque en muchos casos remiten a diferentes tradiciones de origen oral de distintas culturas y épocas. Las variaciones, lejos de resultar un obstáculo, permitan reflexionar sobre las intenciones del autor, de recopilador, o sobre las características del género o subgénero.

En este anexo se hace referencia a las características del género relativas a los textos literarios empleados en el marco del proyecto el mundo de las brujas. En primer lugar, se describe el origen de la transformación de los cuentos tradicionales infantiles seguido de las características estructurales de aquellos cuyo personaje prototípico son las brujas. Luego se analizan los rasgos descriptivos del personaje tanto en cuentos tradicionales como en las narraciones contemporáneas.

El cuento tradicional infantil: algo más que un “cuentito”

Los cuentos tradicionales infantiles derivan de relatos populares, anónimos y orales -cuyo origen es muy difícil precisar- que circulaban entre los campesinos desde tiempos inmemorables. No eran considerados entonces relatos exclusivamente infantiles, pues sus destinatarios eran tanto los niños como los adultos.

Si examinamos la trama de la mayoría de estos relatos, es difícil determinar cuánto ha sido aportados por el material folklórico originario y cuánto por la inventiva de sus autores.

El género sufrió algunas transformaciones. Las primeras versiones -inclusive las de Perrault-  conservan la crudeza que era propia de los textos folclóricos orales. Que los niños escucharán estas historias no constituían problema alguno en una época en que eran vistos como adultos pequeños, y, por tanto, hacían cosas tales como trabajar duramente y concurrir a las ejecuciones públicas en las plazas.

Durante el siglo XIX comienza a gestarse un concepto de infancia más similar al actual. Por ese entonces, la infancia es delimitada como una etapa diferente y específica de la vida, con características y necesidades propias. En este contexto, los cuentos tradicionales infantiles pasan a ser considerados como literatura dirigida especialmente a los niños. Claro que para ellos sufren una serie de adaptaciones: los contenidos violentos y las referencias sexuales que arrastraban de su pasado medieval, rural y adulto son cercenados y morigerados.

Tanto las primigenias versiones descarnadas como los posteriores más optimistas y suavizadas conllevan un sentido didáctico. Las primeras versiones de los cuentos tradicionales infantiles eran reflejo de un mundo real en que la vida era sórdida, breve y atravesada por emociones brutales. En este contexto, su sentido didáctico consistía en decirles a los campesinos cómo era el mundo y ofrecerles estrategias para hacerle frente, advirtiendo tanto a los niños como adultos que para sobrevivir era necesario abandonar el hogar, salir al mundo en busca de mejor fortuna y que, en este periplo, la valentía, la astucia y la suerte eran esenciales. En cambio, en las versiones suavizadas del siglo XIX, se muestra un mundo ideal, en el que la virtud y el bien triunfan.

Los cuentos infantiles tradicionales ayudan a los niños a construir su personalidad y alcanzar la madurez vital porque les permite visualizar que la lucha contra las dificultades de la vida es parte intrínseca de la existencia.

Los cuentos infantiles han evolucionado por qué nuestra cultura ha cambiado y el propio concepto de la infancia ha ido variando en función del contexto histórico. De ese modo, a lo largo de una continuidad histórica que se inicia en la tradición oral, pasa por la difusión literaria y se recicla en la cultura audiovisual, este material narrativo renace y se resignifica una y otra vez…

Formarse como lector implica, entre otras cosas, inscribirse en una tradición cultural. Saber algo sobre el origen de estos cuentos permite considerarlos como objetos culturales densos, atravesados por la historia, poblados de múltiples resonancias, impregnados de la complejidad propia del espíritu humano. Como extrañas afloraciones geológicas, son el producto de la superposición del tiempo sobre el tiempo. Ellos conservan vestigios de antiguas creencias fosilizadas. Es por ello es fundamental procurar que estás profundidad entre el aula, que no se banalice su sentido moralizante, que no se caricaturicen en versiones qué, en nombre de la simplificación, han perdido toda su carga cultural y literaria. Estos cuentos merecen recibir un tratamiento de texto literarios de pleno derecho. Los chicos merecen ser tratados como lectores plenos.

Para que ello ocurra, a lo largo de la secuencia, el docente debe:

  • Seleccionar cuidadosamente los textos que van a ser leídos. Conviene que por lo menos algunos de ellos sean versiones originales. En el caso de las adaptaciones, hay que atender no sólo el respeto por la historia sino al nivel del discurso, es decir, al modo de decir la historia. No da lo mismo una versión que otra; un lenguaje cuidado, rico, complejo enriquece el lenguaje del lector.
  • Inicie -antes o después de la lectura- algunos intercambios que posibiliten a los niños recuperar lo que ya saben sobre los modos de transmisión de los cuentos tradicionales.
  • Ofrece algunas explicaciones breves y sencillas sobre algunas cuestiones referidas a los orígenes de estos cuentos: las razones por las cuales presentan escenas tan crueles y cómo y porqué se han ido transformando.
  • Prevé la lectura de diferentes realizaciones de una misma historia, o de diferentes versiones de un mismo cuento. Lee, por ejemplo, “La Bella Durmiente” de Perrault y la de los hermanos Grimm, permite advertir que en el cuento del francés la historia “comienza de nuevo” allí donde todos creíamos que terminaba, que la más antigua es la más violenta que la más cercana en el tiempo, que la de Perrault se burla un poco de los personajes y los caricaturiza.
  • Promueve que los alumnos establezcan continuidades y rupturas entre el mundo representado en los cuentos y el de hoy.

En la secuencia propuesta se trabaja con cuentos con brujas. Para poder caracterizar a estos cuentos un lector tiene que construir un complejo entramado de relaciones entre distintas categorías genéricas. Aprender sobre el género, en este caso, equivale a poder advertir frente a un cuento determinado cuáles características posee tanto cuento, cuáles en tanto cuento tradicional infantil, cuáles en tanto cuento con brujas y cuáles son las propias e irrepetibles de ese texto.

Aprender sobre los cuentos tradicionales con brujas nos permite -cómo se verá en otro apartado- diferenciar cuándo un cuento contemporáneo con el mismo personaje mantiene algunos rasgos del género y cuándo se aparta de ellos para iniciar caminos nuevos.

¿Qué características mantienen estos cuentos con Brujas de los cuentos tradicionales infantiles?

En primer término, la presencia de lo maravilloso, entendido como la naturalización de lo sobrenatural, es una característica del universo ficcional que estos relatos crean. Lo mágico es verosímil, es decir, es creíble desde el mundo de la ficción, aunque no sea verdadero desde la realidad.

Propp considera que esta estructura básica está dada principalmente por situaciones que los personajes atraviesan, a las cuales llama funciones. Algunas de las funciones más importantes son: el héroe abandona su casa, es puesto a prueba mediante la asignación de una tarea difícil, entra en posesión de un medio mágico, se traba en lucha con el antagonista y lo vence, el antagonista es castigado, el héroe se casa y asciende al trono.  

En el aula, esta estructura tan previsible hace que el lector habituado al género pueda leer o escuchar leer haciendo anticipaciones cada vez con mayor facilidad.

Esta organización estructural está en directa correlación con la caracterización de los personajes. En los cuentos tradicionales, los personajes son la función que les toca cumplir, es decir, se constituyen en virtud del papel que les es asignado en la historia: el protagonista (el príncipe, la princesa, el niño desvalido), el antagonista (bruja, madrastra, ogro, dragón), el ayudante (hada, duende, animal humanizado).

Esta tipificación se ve enfatizada por dos fuertes tendencias de los cuentos tradicionales en cuanto al tratamiento de los personajes: el contraste (se dividen en buenos-malos, lindos-feos, ricos-pobres, etc.) y la limitación a dos del número máximo de personajes que aparecen en escena al mismo tiempo.

Otra cuestión común entre los cuentos con brujas y los tradicionales en general son las características del espacio y el tiempo representados. En general, espacio y tiempo no son precisados, todo transcurre en un tiempo lejano y en un lugar remoto. El género tampoco permite cualquier opción.

Finalmente, los cuentos con brujas comparten con su subgénero de pertenencia ciertos rasgos discursivos. Entre éstos mencionamos el uso de las fórmulas de inicio (Había una vez…; Erase una vez…) y las de cierre (Colorín, colorado…; Vivieron felices para siempre…). Estas fórmulas delimitan un umbral en el que el lector/oyente deja atrás el mundo de la realidad cotidiana para adentrarse en un espacio mágico y en un tiempo irreal. A su vez, al repetirse sistemáticamente, constituyen una ayuda en el reconocimiento del género.

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