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Reparacion De Pupitres

varinas2 de Febrero de 2014

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MARCO TEÓRICO

EL PUPITRE ESCOLAR.

El instituto moral y luces abrió sus puertas como figura de colegio en los años 1958 esto gracias a la asociación de iglesias evangélicas libre de Venezuela hicieron los estudios de factibilidad para la creación de funcionamientos de la institución. Cuando el instituto comenzó las actividades contaron con cincuenta (50) alumnos, en la actualidad el instituto cuenta con un mínimo de 700 alumnos, es decir un promedio de 1000 pupitres.

CONCEPTO.

Pupitre. Según, Pedro de Alcántara García, ed. Calleja, 1898, se señala que el pupitre es: “Una mesa con cajón que utilizan los educandos durante su estancia en la escuela y sobre la que realizan los estudios y trabajos encargados por el maestro. Los alumnos se sientan ahí durante las clases”.

Si hay un objeto que nuestra memoria nos trae cuando pensamos en escuelas ese es -seguramente- el pupitre. ¿Por qué la escolaridad necesitó que hubiera pupitres?, ¿qué clase de objeto es, qué produce?, ¿por qué hay distintos tipos de pupitre?, ¿es solo una cuestión de modernización de los materiales? El pupitre, banco, escritorio es uno de esos aspectos materiales que nos da pistas acerca de cómo la escuela se ha ido consolidando con producciones y tecnologías de distintas épocas, y que ha logrado instalarse y perdurar.

Los pupitres son mesas que consisten por lo general en un cajón amplio que se cierra por un tablero superior sobre el que se apoyan los niños. La tapa en ocasiones está inclinada para facilitar la visión de los papeles y libros por parte del niño, salvo su extremo superior que es horizontal o contiene un surco en el que se apoyan los lapiceros y bolígrafos. Otros modelos cuentan con una apertura lateral por el lado del niño por la que se introducen los libros y el material de trabajo.

Los modelos más modestos se componen simplemente de un tablero que se asienta sobre unas patas de madera o de metal. Los bancos y mesas para la escritura y otros trabajos escolares han de ser de modo que se adapten fácilmente a las condiciones físicas de los niños.

Hacer masiva la escuela implicó regular en detalle lo cotidiano; entre ello, el uso de los espacios, para alcanzar un ideal de orden y disciplina. Como dice el epígrafe, Buisson señalaba la "instalación material de la escuela" como uno de los indicios para examinar el orden y el valor de la educación impartida. El escritorio del maestro era uno de los pilares de la calidad de la enseñanza. Sin embargo, el Diccionario dedicaba gran parte de los argumentos sobre la mejora educativa a otro componente: el escritorio de los alumnos.

El pupitre escolar fue puesto en el centro de discusiones y reflexiones de administradores, académicos y directores de escuela. Había un acuerdo en considerarlo un objeto que podía hacer peligrar el orden y la higiene de los alumnos. Un pupitre confeccionado erróneamente no prevenía las posturas consideradas "nocivas", desencadenantes de patologías como lordosis, miopía o escoliosis. Tampoco garantizaba una posición correcta de los niños, requerida para llevar a cabo un control de los movimientos y, a través de ellos, que la tarea se estaba realizando.

Hubo discusiones acerca de las características que debía tener: dimensiones, cantidad de lugares, movilidad, uniformidad, materiales usados para su fabricación, entre otros aspectos. ¿Cuáles debían ser sus dimensiones?, ¿serían fijos o móviles?, ¿uno para niñas y otro para niños?, ¿individual o de varias plazas?, ¿graduables de acuerdo con las distintas edades? Esas diferentes opciones dan cuenta de la preocupación que ligaba la situación de enseñanza a disponer los cuerpos de determinado modo, y que pudieran ser vistos.

Los métodos de enseñanza de la lectura y la escritura se sumaron a las preocupaciones por el formato del pupitre. Se esperaba que sus dimensiones fuesen adecuadas a la talla de los niños, para que ellos pudiesen escribir sin levantar los hombros ni bajar la cabeza y la espalda. La distancia entre el ojo y la mesa, el ángulo óptico de la mirada, la caída de la mano y la ubicación del libro o el cuaderno eran otras de las cuestiones a considerar. Además, debían impedir el deslizamiento de los libros, al tiempo de brindar cierto confort para leer y escribir.

Se decía que los de tipo móvil beneficiarían la libertad de movimiento, aunque podían dar lugar a desplazamientos y comunicaciones "no deseados", que quedarían fuera de la mirada del maestro. Algo parecido se sostenía cuando se comparaba el banco individual y el de varias plazas; planteando que el primero facilitaba la vigilancia, aislaba al alumno del resto de sus compañeros y permitía al maestro pasar por los pasillos fijados entre cada emplazamiento. Si se utilizaba fundición de hierro para su construcción, se obtenía como producto un mueble liviano, fácil de trasladar, aunque se ponía en duda su resistencia frente a choques violentos y el paso de los años. La inclusión del tintero y de las pizarras en la mesa también fue objeto de análisis de las producciones higienistas, en tanto posible foco de infección debido a la costumbre de borrar con saliva o llevar la pluma a la boca antes de escribir.

La máxima retomada por Ferdinand Buisson,"el banco debe adaptarse al niño y no el niño al banco", exigía tener pupitres de diferentes tamaños. Esto era óptimo desde el punto de vista fisiológico promulgado por los discursos higienistas, aunque excesivamente caro desde el punto de vista de los recursos económicos de los estados. Una de las soluciones adoptadas fue procurar la estandarización de las dimensiones, a través de considerar las tallas promedio, pronto nominadas como normales.

Así, el pupitre formó parte de la "normalización" que intentó sujetar todo a un supuesto parámetro común. El "lenguaje de los objetos exteriores "tendió” a individualizar y a corregir los desarrollos físicos y los hábitos de limpieza que no se ajustaban al patrón normal, así como los comportamientos dentro del aula que no evidenciaban "el gusto por el orden que se deseaba inspirar con el cuidado puesto en la instalación material de las escuelas".

Historia

Los objetos cotidianos existentes en nuestras escuelas, los edificios y sus dependencias, las aulas o el mobiliario escolar, entre otras instalaciones y equipamientos, son elementos cuya presencia está unida indisociablemente a la historia de la escuela y del curriculum. Son espacios, medios y objetos cargados de significados. Un contexto material que siempre ha condicionado la vida escolar. El mobiliario escolar es uno de los principales testimonios y referentes de la arqueología de la escuela.

El pupitre escolar, en sus múltiples variantes existentes a lo largo del tiempo, constituye el elemento más representativo del mismo. El mobiliario escolar no gozó de un diseño como tal hasta finales del siglo XIX, por ello, en cada escuela había bancos o mesas de distinto tipo fabricados por los carpinteros bajo sus propios criterios. No obstante, en determinados lugares si se dictaban normas sobre el diseño del mobiliario escolar por algunos inspectores pedagogos, incluso a principios del siglo XVIII.

Los primeros pupitres fueron, por lo general, bancos móviles de dos o más plazas, similares a los utilizados en las iglesias. No solo era parecido su formato, sino la finalidad de su uso: lograr una adecuada disposición de los cuerpos en el espacio y posibilitar así el desarrollo de un ritual y el logro de una transmisión. De hecho, pupitre proviene del latín pulpitum, es decir: púlpito, lugar utilizado en las iglesias para leer las Sagradas Escrituras y llevar a cabo la prédica. Uno de los principales testimonios y referentes de la arqueología de la escuela.

El pupitre escolar, en sus múltiples variantes existentes a lo largo del tiempo, constituye el elemento más representativo del mismo. En la España de las últimas décadas del siglo XIX se inició, al igual que ya había venido sucediendo con anterioridad en países como Estados Unidos, Alemania o Suiza, un profundo proceso de renovación del mobiliario escolar. Los antiguos, antipedagógicos y antihigiénicos cuerpos de carpintería serían sustituidos lentamente por nuevos modelos de pupitres escolares.

Las resistencias a la progresiva renovación del pupitre escolar para la enseñanza se ponían de manifiesto, por ejemplo, en la pervivencia en las novedosas mesas-banco de algunos elementos característicos de los antiguos cuerpos de carpintería, como eran el asiento corrido o la falta de respaldo. Así se constataba en algunas mesas-bancos bipersonales publicitadas a finales del siglo XIX por la casa comercial Bastinos (1897) e incluso, en algún caso tardíamente, en plena Segunda República, por la casa Dalmáu Carles Pla (1935).

“Habrá en todas las clases lugares asignados para todos los escolares de todas las lecciones, de suerte que todos los de la misma lección estén colocados en un mismo lugar y siempre fijo. Los escolares de las lecciones más adelantadas estarán sentados en los bancos más cercanos al muro y los otros a continuación, según el orden de las lecciones.

La Salle. Conducta de las escuelas cristianas (Francia 1711)

"Los bancos se harán con tres pies de tirantes enteros y torneados, en longitud iguales a las mesas, de ocho pulgadas de latitud, su grueso igual al indicado y su altura de diez y ocho".

Antero Sánchez, Inspector de Enseñanza (Albacete, Es. 1852)

En el Museo Pedagógico Nacional de España se pueden ver uno de los pocos modelos de

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