Simmel y la escuela de chicago
Vinmarvel24 de Mayo de 2011
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Simmel y la Escuela de Chicago en torno a los espacios públicos en la ciudad
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Resumen
A través de este artículo se realiza una aproximación a la concepción de Georg Simmel sobre las formas de interacción propias de la modernidad en las metrópolis así como a la caracterización biótico-cultural de la ciudad propuesta por la Escuela de Chicago. El recorrido anterior tiene por objetivo servir de marco para la reflexión en torno a la noción de espacio público en la ciudad.
This article gives an approach to Georg Simmel's conception of interaction forms on modern metropolises as well as to the biotic and cultural characterizations of the city proposed by The School of Chicago. This review pretends to serve as a theoretical context on the notion of urban public space.
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La aparición de una nueva configuración colectiva en la que se conjugaban elementos económicos, políticos y sociales llevó desde un inicio a diversos académicos a la búsqueda de una conceptualización acorde con esta realidad: la Ciudad occidental se convirtió entonces en un escenario de investigación idóneo para observar la naturaleza de unas relaciones que parecían marcar el modelo de intercambio que predominaría en las sociedades industrial y post-industrial.
De las primeras ciudades industrializadas a las actuales metrópolis cosmopolitas o multiculturales (Baptista y Pujadas, 2000), el recorrido llevado a cabo para desentrañar la relación entre los factores que constituyen las formas y contenidos de la interacción social urbana se ha visto permeado por múltiples enfoques teóricos y metodológicos, aplicados a tan inagotable misión.
Agrupar por tendencias o ejes de estudio a los teóricos-investigadores de la ciudad da como resultado un cúmulo de aproximaciones tan numerosas como cambiante y compleja ha sido la historia del fenómeno metropolitano. Con fines de escrutinio teórico, a continuación se presenta un acercamiento a algunos de los autores que mayor influencia han tenido en el desarrollo de una antropología de lo urbano [1]; lo que se persigue a través de este trabajo es retomar la línea que va desde la filosofía de Georg Simmel acerca de la moderna realidad metropolitana hasta el abordaje biótico-cultural de los proponentes de la Escuela de Chicago, con el objetivo de perfilar el marco sobre el que se inicia la construcción de la noción de espacio público en la ciudad.
La ciudad como campo de interacciones
Más allá de la ciudad como estructura material, como realidad objetiva y tangible de una organización espacial de la sociedad que no puede ser negada –con sus edificaciones e instituciones varias como acotan Lefèbvre (1969) o Park (1999); aunque en realidad ambos autores redimensionan dichos elementos como producciones humanas- se desarrolla el campo de relaciones sociales que hacen de este lugar la urbs de la que habla Delgado (1999b); hecha de un tipo de interacción humana propia de las condiciones que la enmarcan –la fragmentación, la instantaneidad, las múltiples redes de intercambio por las que transita cada urbanita- de la cual parten los individuos para moldear a conveniencia su supervivencia conjunta.
La calle y la plaza son, en este sentido, objetos de un doble discurso. Uno es resultado de un diseño urbanístico y arquitectónico políticamente determinado, la voluntad del cual es orientar la percepción, ofrecer sentidos prácticos, distribuir valores simbólicos y, al fin y al cabo, influenciar sobre las estructuras relacionales de los usuarios del espacio. Un segundo discurso es el de la sociedad urbana misma, en el sentido de la sociedad de los urbanistas, no de los habitantes de la ciudad, sino de los usuarios –productores- de lo urbano. Son ellos quienes tienen siempre la última palabra acerca de cómo y en qué sentido moverse físicamente en el seno de la rama propuesta por los diseñadores. Es la acción social lo que, como fuerza conformante que es, acaba por impregnar los espacios con sus cualidades y atributos (Delgado, 1999b: 17-18).
En este trabajo, se retoman algunas conceptualizaciones de las relaciones espaciales del tipo antes mencionado. Si deseamos llegar hasta conceptos como espacio público o a una antropología de las relaciones sobre la marcha –referida en dos sentidos: como "construcción instantánea" y como propia de la "movilidad"-, habríamos de comenzar por explorar el contexto en que éstas se desarrollan. Esto es, la ciudad y dentro de ella, los lugares públicos y sus actores; creadores incansables en la labor de ir moldeando lo que probablemente represente de mejor manera, con todas sus fragilidades y contradicciones, el escenarios de las formas de intercambio social a principios del siglo XXI: los espacios públicos.
¿Dónde nace esta idea de las sociedades construidas bajo el movimiento intermitente, de asociaciones y negociaciones microscópicas; fugaces, y en cierta forma espontáneas y sorpresivas?, ¿qué fue lo que vieron los primeros exploradores de la ciudad (Hannerz, 1986)?, ¿qué ideas han ido moldeando esa visualización –acaso fascinación- por el estudio de las sociedades líquidas (Delgado, 1999a y 1999b), moleculares (Simmel, 1986), compuestas por la tupida red de interacciones especializadas, heterogéneas (Park, 1999; Wirth, 1988), cuya realidad se presenta porosa e inestable (Joseph, 1999a), sujeta continuamente a nuevos procesos de hibridación (García Canclini, 1990)... de aquellas formas de intercambio que adquieren vida en los microeventos (Goffman, 1979) gestionados por el urbanita a partir de ciertas pautas de convivencia para sobrevivir en un mundo de desconocidos (Lofland, 1985)?
Georg Simmel (1858-1918): metrópoli y modernidad
El camino para llegar hasta los últimos trabajos de investigación de dichos fenómenos pasa invariablemente por la conceptualización que ya a principios del siglo XX enunciaba Georg Simmel en obras como El individuo y la libertad (1986), Sociología (1997) o Metrópoli y personalidad (cit. en Bettin, 1982).
El interés del intelectual alemán se centró sobre todo en la tarea de
explicar el tipo de intercambio social propio de las ciudades así como de las posibles consecuencias que esto tenía en la formación de la personalidad; una aproximación al fenómeno de lo urbano que fuera más allá de las categorías demográfico-territoriales, institucionales, o económico-políticas al que habían recurrido otros autores, como Max Weber o la escuela marxista.
A diferencia de dichas aproximaciones, Simmel veía en las primeras metrópolis europeas –Berlín, principalmente- el espacio por excelencia en el que se alzaban nuevas conductas de organización social, aquéllas que marcarían definitivamente la vida en las grandes ciudades a partir de la industrialización: la realidad metropolitana era para el intelectual alemán "el dato histórico y sociológico que no sólo hace de framework al objeto de análisis, sino que constituye el punto de partida para un estudio de la sociedad moderna", como menciona Bettin (1982: 65).
De esta forma, desplaza el análisis de las ciudades desde sus datos estructurales o económicos a la arena de las relaciones sociales –con especial énfasis en las formas a través de las cuales estas relaciones eran creadas por las generaciones (de) urbanitas.
Como marco para el análisis de dichas interacciones, Simmel destaca las distinciones entre "campo" y "ciudad", (o entre las Gemeinschaft y Gesellschaft de Tönnies) a la que habían venido atribuyendo otros autores la base para describir dos modelos de ordenación social correspondientes a sociedades contrapuestas –atendiendo a criterios demográfico-territoriales o institucionales-; pero lo hace como apertura de discusión sobre lo que considera propio de las nuevas sociedades metropolitanas, las "formas psíquicas de la vida social" (Bettin, 1982: 63), en comparación con ciudades más pequeñas cuya organización respondía todavía –a finales del siglo XIX- a criterios comunales. A este análisis se irán sumando conceptos relacionados con el anonimato, la libertad, la individualización, la superficialidad, el secreto y la selección como elementos centrales de una realidad urbana irreversiblemente ligada a la modernidad.
Uno de los puntos de arranque de su análisis gira alrededor de la moneda como práctica generalizada de intercambio en la ciudad. Una forma de racionalidad económica que regiría a partir de entonces relaciones basadas en un valor de cambio, vs. un valor de uso [2]. La relación entre dinero y cultura, menciona, impregna la naturaleza de la vida social urbana hasta la última de sus interacciones; ya sea porque el valor de cambio de la moneda fomenta el anonimato y la individualización o porque privilegia la racionalidad sobre la emotividad:
La puntualidad, calculabilidad y exactitud que las complicaciones y el ensanchamiento de la vida urbana le imponen a la fuerza, no sólo están en la más estrecha conexión con su carácter económico-monetarista e intelectualista, sino que deben también colorear los contenidos de la vida y favorecer la exclusión de aquellos rasgos esenciales e impulsos irracionales, instintivos, soberanos, que quieren determinar desde sí la forma vital, en lugar de recibirla como una forma general, esquemáticamente precisada desde fuera. Si bien no son en modo alguno imposibles en la ciudad las formas soberanas, sí son, sin embargo,
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