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Sociologia


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2013  •  2.498 Palabras (10 Páginas)  •  187 Visitas

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Los jovenes y el mundo del trabajo

una descripción de la compleja situación de aquellos que ingresan por primera vez en el mercado de trabajo, permite analizar el papel que puede desempeñar el sistema educativo con respecto a la inserción de los estudiantes en el mundo laboral.

Según el prestigioso Diccionario Oxford, un "McJob" es un "trabajo desalentador, mal pago, con pocas perspectivas y resultado de la expansión del sector servicios". El término es una magnífica síntesis de la precariedad vital y laboral que, en todo el mundo, atraviesa el período de la juventud, habitualmente concebido como una bisagra entre la formación escolar básica y la inserción laboral.

Durante décadas, el imaginario compartido era de cierta previsibilidad: una persona conseguía un empleo y sabía que podía ir ascendiendo en el escalafón a lo largo del tiempo y -si no sucedía algo extraordinario ni él decidía cambiar- ese sería su empleo para toda la vida. Esto valía para el obrero de una fábrica, para un empleado bancario o para un profesional que ingresaba a una empresa.

Hasta que, junto con el neoliberalismo, estalló ese entramado social. Hoy, el primer empleo ya no es percibido como el peldaño inicial de una carrera de inserción. Cambios políticos, sociales, culturales y económicos hicieron que el derrotero laboral sea mucho más sinuoso y corra por cuenta y riesgo de cada uno.

Si en algunos sectores sociales esta ruptura de un modelo lineal y organizado permite una mayor movilidad, creatividad y desarrollo personal; para otros, ese trabajo inicial se vuelve el eslabón de una secuencia de empleos precarios que no habilitan mejores condiciones de vida. La actual estructura económica deja al descubierto, de manera dramática, la desigualdad de oportunidades determinada por el nivel económico.

Los jóvenes son la franja etaria con mayor porcentaje de desocupados en un universo laboral que se ha vuelto excluyente en todos los sectores. Según las estadísticas del Programa de Investigaciones de Juventud de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) correspondientes al segundo semestre de 2006, la desocupación alcanza en un 29.8 por ciento a la franja de personas entre los 15 y los 18 años, y en un 22 por ciento para quienes tienen entre 19 y 24.

En casi todo el mundo, los jóvenes han sido especialmente afectados por la crisis del empleo. En el IV Informe de la 93ª Conferencia Internacional del Trabajo -realizada en 2005- se indica que la tasa de desocupación juvenil es, en el mundo, del 47 por ciento y alcanza a 88 millones de personas. El porcentaje crece al cuantificar a las mujeres jóvenes. A la vez, es entre los mismos jóvenes donde se percibe la mayor distancia social.

En los sectores urbanos, de cierto buen pasar económico y con posibilidad de acceso a estudios terciarios o universitarios, los jóvenes demoran cada vez más su ingreso al mundo laboral, tal como constata la investigación a cargo de la socióloga Ana Miranda, investigadora de Flacso y autora de La nueva condición joven: educación, desigualdad, empleo. En casa de sus padres, sin urgencia por formar una familia propia y con posibilidades para viajar o disfrutar de otras actividades, los jóvenes de los sectores económicos mejor posicionados aprovechan esa dilación para acercarse a otras experiencias vitales y de formación, además de contar con mayor tiempo para dedicarles a los estudios superiores.

El panorama se hace algo más incierto en la convencionalmente llamada clase media, o en lo que ha sobrevivido de ella en la Argentina post 90. "Hace 30 años, en el período de posguerra, el capitalismo era estable y con la presencia de Estados de Bienestar donde los roles adultos estaban definidos en función de la constitución de un hogar y de la obtención de un empleo estable: parejas heterosexuales, el hombre-proveedor y la mujer al cuidado de niños. Era un modelo que garantizaba seguridad, pero el que se apartaba de la norma, sufría como un condenado -explica Miranda-. Hoy, como ya no hay seguridades, lo vocacional aparece más ponderado. Esta ruptura de la linealidad facilita también que ciertos jóvenes vayan armando sus recorridos laborales de manera más ecléctica; itinerarios que son reversibles y que pueden ir modificándose. Pero, al mismo tiempo, este esquema incrementó una tendencia fuerte hacia la desigualdad social. Hay que tener en cuenta que en el mercado de trabajo es muy importante el momento del ciclo económico en el que se ingresa. Toda la generación a la que le tocó salir del secundario en plena crisis tuvo mayores problemas".

María Rosa Almandoz, directora ejecutiva del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) resalta la complejidad de situaciones que plantea el universo laboral. "A veces, los grandes números esconden la diversidad. Estoy segura de que las estadísticas no se revierten con programas genéricos, sino que hay que estudiar cada situación en su contexto. Hay circunstancias locales que permiten que se encuentren intersticios, espacios de libertad para el despegue, mientras que en otros espacios las condiciones son óptimas y sin embargo no se inventa nada".

Mapa de la desigualdad

La situación económica familiar es determinante en una espiral que se come la cola: los sectores más desprotegidos están, en general, más lejos de las zonas urbanas donde se concentra la diversidad de la oferta de estudios superiores.

Así lo plantean -por ejemplo- los alumnos del último año de la Escuela Comercial Julia Joaquina López de Pérez, en la localidad correntina de Ita Ibaté. Casi todos ellos querrían seguir estudiando pero saben que, siendo realistas, muchos no lograrán concretar esa voluntad. "A algunos se nos va a dar y a otros no -sintetiza uno de ellos-, muchos nos tendremos que quedar en la zona trabajando. La mayoría de las familias viven de lo que producen en la chacra, no tienen un ingreso fijo para sostener un estudio, pagar la estadía en Corrientes Capital, los útiles, los libros, todo lo que se necesita".

Muchos de los alumnos de la Escuela trabajan a la par que estudian, llegan a clase a caballo. Las localidades más próximas están a -por lo menos- 20 kilómetros; y la capital provincial, a 170. Esta desigualdad geográfica queda graficada en un estudio de la Secretaría de Políticas Universitarias de 2006: el 47,5 por ciento de la oferta universitaria se encuentra en el Gran Buenos Aires; y el 29,7 por ciento en capitales provinciales. En el mejor de los casos, las opciones que priman en estos contextos son estudios terciarios ligados a la docencia o a la

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